lunes, 14 de marzo de 2011

LA “VERDAD” Y LA “MENTIRA” EN JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

NO ES Vargas Llosa quien establece la "verdad de las mentiras" en las ficciones indigenistas de José María Arguedas, sino Sebastián Salazar Bondy en la mesa de debates de 1965, con ocasión del Primer Encuentro de Narradores Peruanos celebrado ese año[1]. Salazar, en esa oportunidad, se enfrascó en una guerra de conceptos con Arguedas sobre la realidad verbal y la realidad real, que éste no supo encajar bien. La tesis de aquél consistente en que la literatura era una gran mentira, colisionó frontalmente con las del autor de Todas las sangres, fundadas en la verosimilitud de sus ficciones amparadas en la realidad india. En realidad, la discusión que se hizo célebre y se prolongó hasta la mesa del siguiente día, que tocaba el tema de las técnicas literarias, se inició con un llamado de Salazar acerca del significado de la realidad. “¿Qué es la realidad?[2]”, se preguntó el autor de Pobre gente de París, para luego esbozar un discurso donde establecía un paralelo entre la parcela de la realidad y la parcela de la verdad. “La realidad puede no ser verdadera, la verdad puede no ser real, entonces cuando nos ponemos a hablar de realidad y novela, ¿nos estamos refiriendo a novela y verdad?”, preguntaba Salazar, para luego concluir: “La novela es una invención, el arte es una invención, es una gran mentira, es la más maravillosa de las mentiras”[3]. Esto alarmó a Arguedas, quien tocado seguramente en su fibra más íntima –la de sus ficciones– se alistó a contradecir a su oponente –su amigo Salazar Bondy–. “Yo creo que la literatura es una gran verdad, no una gran mentira; si fuera una gran mentira estaríamos muy mal”[4], replicó éste, quien tomando como ejemplo el Quijote, se apresuró a señalar que “el Quijote es una gran mentira desde el punto de vista de que no existió, de que es imposible que hubiera existido, pero todos nosotros sabemos que es quizá la más grande verdad en la literatura universal”[5]. Salazar no se quedó atrás e hizo una duplica en lo que más concernía a Arguedas, a la creación de sus personajes: “Yo creo que Rendón Willka es absolutamente real, pero ésa es la maravilla de la creación: que de una mentira haya terminado siendo una realidad, como Don Quijote es una realidad.”[6] Entonces ocurrió algo inesperado, que José María Arguedas, a continuación de la exposición de Salazar, se esforzara en demostrar la veracidad de la representación de sus ficciones indígenas, tomadas de una realidad que él mejor conocía, la andina, de la sierra sur del país. Pero peor aún, en un cuestionamiento ético-moral que revelaba la incomprensión de la función de la mentira en la literatura, hizo un deslinde con la mentira en general. “Yo pues, no quiero aceptar la palabra ésa; no la acepto porque tiene un sentido para mí, yo no soy académico, y no lo voy a ser nunca, para mí la mentira es la mentira, puede ser que en la literatura tenga otro sentido, eso a mí no me importa, que los académicos, que los estudiosos de la literatura tengan otro concepto de la mentira que el del vulgo, me importa un pito, lo que me importa es la opinión de la gente común sobre la palabra mentira. Y en la literatura no hay mentira, hay ficción.”[7]

Arguedas tampoco aceptaba que el Rosendo Maqui de Ciro Alegría y por ende su Rendón Willka de TLS fueran una realidad verbal, una realidad de palabras, como parecía sostener Salazar, sino una verdad palpable en la realidad: “... pero Sebastián –interrogaba Arguedas–, por qué diablos usamos la palabra realidad verbal? Digamos realidad literaria; si se dice “realidad verbal” podemos llevar a un extravío a la gente que no está dentro de la jerga de los estudiosos de la literatura. Yo le decía a Ciro: ¿Cómo diablos va a ser realidad verbal Rosendo Maqui? ¡Es realidad! Que esté dicho en palabras eso no quiere decir que sea solamente realidad verbal.”[8] El crítico José Miguel Oviedo, quien participaba también del debate tomó partido por Salazar e hizo una importante precisión a Arguedas: “Rosendo Maqui, José María, ¿existe en qué contexto? En el contexto llamado El mundo es ancho y ajeno, ¿verdad? Es una realidad de palabras aunque aluda a una realidad histórica, social, política económica, aunque aluda a la experiencia de Ciro; Ciro ha visto muchos indios y de esos indios ha sintetizado un personaje literario...”[9] Arguedas sin embargo insistió en su postura, y en una última intervención puntualizó: “...bueno lo diré en forma arbitraria, me molesta la frase realidad verbal, porque cuando se dice realidad verbal me parece que no se dijera que es realidad objetiva, es decir realidad nacida del hombre y del paisaje”[10]. Ciro Alegría, por su parte, aludido por Arguedas, añadió un poco más de confusión en la mesa y dijo: “Yo creo que Salazar Bondy, al decir eso de realidad verbal, quiere más bien expresar realidad vital, ¿no?”[11]. “Realidad verbal”, “realidad literaria”, “realidad vital”, no son sino términos, creemos, que encierran un drama y/o angustia de José María Arguedas, el de demostrar la veracidad de sus narraciones indigenistas[12]; la que alcanzaría su punto de clímax en la fatídica mesa de 1965, de la que saldría espiritualmente herido tras ser literalmente tasajeado por un selecto grupo de sociólogos. Y ese punto de quiebre, que generaría la discusión entre ambos amigos, fue retomado treinta años después por Vargas Llosa en La utopía arcaica cuando el escritor dice que la obra de Arguedas, “en la medida que es literatura, constituye una negación radical del mundo que la inspira: una hermosa mentira”[13]. Eso que en Salazar Bondy pasaría oscurecido, no le sería perdonado a Vargas Llosa por los admiradores de Arguedas.

NOTAS
[1] Primer encuentro de narradores peruanos, 1965. Para los fines de reproducción del debate utilizamos la segunda edición publicada por Latinoamericana Editores en abril de 1986.
[2] Ibíd., p. 104.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd., p. 106.
[5] Ibíd., p. 107.
[6] Ibíd., p. 112.
[7] Ibíd., p. 140.
[8] Ibíd., p. 140-141.
[9] Ibíd., p. 141.
[10] Ibíd., p. 146.
[11] Ibíd., p. 147.
[12] Carmen María Pinilla y Melisa Moore han hecho alusión a este incidente; sobre todo la primera que ha estudiado las intervenciones de Arguedas en la mesa redonda sobre Todas las sangres, organizada por el I.E.P. Ver Arguedas, conocimiento y vida, Carmen María Pinilla, Pontificia Católica del Perú, Lima, 1994, pp. 183-184; y Las ciencias sociales y la novela en el Perú. Lecturas paralelas de Todas las sangres, Melisa Moore, p. 189.
[13] Ver La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, Mario Vargas Llosa, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 84.

1 comentario:

abel carlos dijo...

http://utero.pe/2011/01/18/vargas-llosa-sobre-arguedas/utero

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