sábado, 29 de noviembre de 2008

UNA FIESTA NON SANCTA: la corrida de toros

“La Fiesta Brava” le llaman a tamaña cobardía. Pero lo más sorprendente es que en el Perú se lo dediquen al dios cristiano, todos los domingos de octubre. Todos los años, contados desde 1816 –fecha en que un decreto del Virrey Pezuela ordenó que las corridas de toros se realicen en el matadero de Acho[1]–, no hay toro que no sea torturado para satisfacer las inclinaciones sádicas del hombre.

Cada año un rejoneador montado a caballo y provisto de una piqueta, hiere el lomo del animal para iniciar el baño de sangre y circo que tiene, sobre todo, en las señoras y señorones de la alta sociedad limeña sus más enardecidos espectadores.

La corrida de toros podría ser un arte, porque es cierto: las suertes que ejecutan los diestros no carecen de cierto goce estético, de cierto deleite visual. Pero lo que la arranca de plano de esa categoría –para colocarla al nivel de la pelea de gallos o de la otra atrocidad que es la de perros– es el ensañamiento y goce patológico con el cual sus cultores parecen disfrutarla.

Todavía cuesta creer que escritores como Mario Vargas Llosa, cuyo discurso a favor de la modernidad y la civilización es todo lo contrario a este tipo de espectáculos, asistan, desde la comodidad de un asiento de primera fila y la protección de un burladero, a un acto de crueldad contra un animal casi indefenso. Decimos “casi” porque nadie se le va a ocurrir equiparar la cornamenta de un toro, con el filo de la espada de un torero.

“La corrida de toros forma parte de nuestra cultura”, dicen sus defensores. Sí, pero de una cultura primitiva, faltó añadir. Posiblemente sea una extensión de los afanes de sobrevivencia del hombre prehistórico que cazaba un bisonte o un mamut para llevarse algo a la boca. Pero ahora que todo eso ha quedado atrás, y el progreso y los avances en todos los campos de la ciencia suplen esas urgencias, resulta prescindible su práctica, a menos que algún despistado piense por allí que todavía es posible resucitar los tiempos del hacha y el sílex.

Cuando Hemingway escribió su Muerte en la tarde, un bello alegato a la corrida de toros, y nos ocultó con la textura de su prosa el lado oscuro de la tauromaquia, olvidó decir que un sablazo en el corazón –no de amor, sino de barbarie– debe doler mucho. No contó que Manolete y Belmonte murieran atragantados con su sangre o que el gran Joselito haya dejado por descuido sus orejas ante la arremetida de un toro de Miura. Tampoco dijo que Luis Miguel Dominguín fuera arponeado a mansalva por la espalda con una lanceta, ni que Manuel Benites “El Cordobés– a quien no pudo conocer– fuera arrastrado, ya occiso, panza arriba y de las cuatro extremidades. Nada de eso. ¿Por qué lo que habría de ser humillante para estos personajes del mundo taurino, no habría de serlo para el principal actor de semejante encarnizamiento: el toro?

La abolición de la corrida de toros, como viene ocurriendo en algunas ciudades de España y Francia, es un síntoma alentador de que cada vez más son los que deploran, en nombre de la convivencia pacífica y el respeto por todos seres que pueblan el planeta, estos actos desprovistos de humanidad.

En el Perú cuando eso acontezca, las instituciones que ahora bregan para extirpar de nuestra sociedad esta infeliz tradición, ya no tendrán razón de ser. Podrán decir jubilosas que la mejor recompensa fue al fin ver, libre de matarifes y mercaderes de la sangre, la orgullosa estampa de un toro moverse en la amplitud de su querencia. Podrán decir, contrariando a Vallejo, que ay, el cadáver ya no siguió muriendo.

Freddy Molina Casusol
Lima, 27 de noviembre de 2008

Crédito de la fotos: http://cordobaantitaurina.wordpress.com/2008/07/05/pobre-de-mi…ya-llego-el-san-fermin/, http://www.losverdesdeasturias.org/weblog/wordpress/wp-content/mani_oviedo.jpg

[1] Ver De re taurina, Juan Manuel Ugarte Eléspuru, Ediciones Perú Arte, 1992, p. 205.

martes, 25 de noviembre de 2008

HISTORIA DE MAYTA (o el difícil arte de la venganza en Vargas Llosa)

BUENA PARTE
 de la crítica coincide en señalar que el escritor Mario Vargas Llosa zanjó sus diferencias políticas, literarias y personales con sus adversarios en El pez en el agua (1993) Empero, pocos se han fijado que muchos años atrás, en 1984, merodeaba por la mente Vargas Llosa tomarse un desquite con los viejos fantasmas del pasado que giraban alrededor de su anterior vida izquierdista. Historia de Mayta, novela ambientada en torno a un fallido intento de rebelión en Jauja[i], le sirvió para espantar ciertos demonios literarios. Algunos críticos han afirmado que es una novela tendenciosa; es decir que no expresa con autenticidad la atmósfera que pretende reflejar: el drama humano de un revolucionario socialista[ii]. Vargas Llosa, indudablemente, utilizó los personajes de Historia de Mayta, para deslizar sus obsesiones anti-izquierdistas, las cuales salieron con fuerza luego en sus referidas memorias. Con esto no queremos decir que la novela sea “reaccionaria”, como algunos de sus feroces críticos de la izquierda han pretendido presentar. Una novela es una hechura de las filias, fobias y rabias de un escritor. Y eso no es novedad, ya lo han hecho otros. Dante se tomó un desquite de sus enemigos en la Divina Comedia [iii]. Pero en el caso del escritor peruano, este lo ha hecho para ejercer distancia con su pasado “revolucionario”.

Un ejemplo de lo anterior es el ajuste de cuentas contra Julio Ortega, intelectual velasquista de los años setenta, que es mencionado de manera velada en Historia a través del propio Mayta, cuando se hace referencia a “los intelectuales que se venden al Congreso de la Libertad” –institución que se descubrió después recibía financiamiento de la CIA–. El rostro de Ortega aparece iluminado por Vargas Llosa en El Pez en el agua, cuando el escritor recuerda el episodio del Congreso de la Libertad y las bofetadas que Ortega proponía para los diplomáticos que se oponían a la revolución velasquista.

En favor del escritor se puede argüir que por la época en que estaba escribiendo la novela –mediados de los ochenta– se estaba gestando en él una postura liberal[iv], de modo que, para afirmarse, ejerció una acción de violencia consigo mismo y ciertos personajes del espectro intelectual.

Esto es explicable en los intelectuales que se desilusionan y mudan de ropaje ideológico hasta asumir un nuevo aparato de análisis para la comprensión de la sociedad. Vargas Llosa habría ejercido esa violencia con la izquierda y consigo mismo, sumándose ciertos odios y molestias contra socialistas de viejo cuño. Esas molestias se habrían trasladado al personaje central de la novela, Mayta, mezcla de algunas fobias del escritor: izquierdismo y trotskismo, a los que añadió un toque de humor negro: ser homosexual.

A través de la humanidad de Mayta se puede identificar la hartura de Vargas Llosa con el marxismo desde los tiempos que era estudiante de San Marcos. Mayta sería uno de sus mayores ajustes de cuentas[v]. Y nos arriesgamos a decirlo de quién: de Aníbal Quijano, por entonces alumno de Sociología. Alguien que vea con ojos agudos el personaje de Mayta, podrá descubrir tras la pesquisa en artículos y la propia novela que el personaje sin duda está inspirado, en parte, en Quijano y los trostskistas de San Marcos. En Historia… Vargas Llosa hace decir a Mayta:


Mal hecho, Mayta, muy mal hecho. ¿Por qué se dejaba ganar siempre por el mal humor y la impaciencia cuando se hablaba de los intelectuales? ¿Qué otra cosa había sido León Davidovich? Lo había sido, y genial, y Vladimiro Ilich también. (Historia.., p. 28)

que repite con tono irónico el escritor en sus memorias:

Los trotskistas de San Marcos no eran en ese momento más de media docena, congregados en torno a quien creíamos su ideólogo: Aníbal Quijano. El futuro sociólogo peroraba cada mañana en el patio de Letras, con palabra fluida y datos abrumadores, sobre los avances de los partidarios de León Davídovich en la propia Unión Soviética. “Tenemos veintidós mil camaradas trotskistas dentro de las fuerzas armadas soviéticas”, le oí anunciar, con sonrisa triunfante, en una de sus peroratas” (El pez en el agua, p. 243).

Burla que se puede rastrear en un artículo escrito en 1991 sobre los pacifistas británicos:

Fui a curiosear y ahí estaban, redivivas, algunas caras de los sesenta, como la del aristócrata Tony Benn, la de Vanessa Redgrave y la de un irredento amigo trotskista a quien no veía hacía veinte años. Le pregunté qué opinaba de los trastornos en la URSS y los países del Este y me respondió, con un brillo tierno en los ojos cansados: “Que ha llegado la hora de León Davidovich” (“Los pacifistas”, en Desafíos a la Libertad, p. 34).


Pero no solamente en Quijano habría recaído el peso de darle espesor al personaje, sino que Mayta también recogería reminiscencias de un militante de izquierda, a quien Vargas Llosa ha “acusado” de haberle quitado la enamorada: Félix Arias Schreiber. 

Arias Schreiber aparece disfrazado en la novela Conversación en la Catedral como Jacobo, el marxista ortodoxo que planea en la oscuridad la separación del trío de amigos de la célula partidaria, integrada, además de él, por Santiago Zavala (Vargas Llosa) y Aída (Lea Barba). ¿El propósito? Quedarse con la manzana de la discordia, Lea Barba. La imagen de Schreiber “suave y conspirativa, con la misma modestia y abandono en el atuendo y la misma acuciosidad a la hora de preguntar, la siempre excluyente perspectiva política a flor de labios y escribiendo para un periodiquito tan marginal y precario como el que sacábamos en San Marcos”[vi], es equiparable de varias maneras a la descripción que hace el novelista de Mayta en Historia:


De las vagas impresiones que me dejaban de él esas rápidas entrevistas que teníamos a lo largo de los años, una de las más rotundas que guardo es la frugalidad que emanaba de su persona, de su atuendo, de sus gustos. (Historia, p. 24).

Para confirmarla, veamos a Vargas Llosa en El pez en agua, evocando a Lea y Arias Schreiber:

Mientras viví en Europa, apenas supe de ellos. Que se habían casado y tenido hijos, que ambos, o por lo menos Félix, había seguido la fracturada trayectoria de tantos militantes de su generación, yéndose y regresando al partido, liderando o sufriendo las divisiones, fracciones, reconciliaciones y nuevas divisiones de los comunistas peruanos en las décadas de los cincuenta y los sesenta. (El pez…, pp. 248-249).

Imagen que, curiosamente, presenta fuertes semejanzas con el personaje creado por el escritor en Historia:

Mayta era un revolucionario de la sombra. Se había pasado la vida conspirando y peleando en grupitos ínfimos como aquel en el que militó (Historia, p. 77).

Debemos subrayar, por último, que en el caso de Schreiber no hay un deliberado ajuste de cuentas como sí ocurre con Ortega o con Ernesto Cardenal
[vii]

Como contrapunto a lo anterior, se puede mencionar además la complacencia del escritor peruano en colocar antiguos amigos como personajes de sus novelas. Este es el caso de Javier Silva Ruete –el “Javier” de La Tía Julia y el escribidor–, antípoda literario de Enrique Chirinos Soto, vivamente retratado en La Fiesta del Chivo en la figura de Henry Chirinos, y suma perfeccionada del difícil arte de la venganza en Vargas Llosa.



Freddy Molina Casusol
Diciembre del 2000



Crédito de la foto de Felix Arias Schereiber y Lea Barba:
http://librosyrecuerdos.blogspot.com/2010/01/historia-de-mayta-o-el-dificil-arte-de.html


[i] Ricardo Letts, legendario dirigente de la izquierda peruana, fue quien presentó a Vargas Llosa al personaje real que inspiró al Mayta de Historia, y uno de los que recibió los mayores espolonazos del escritor en sus memorias. Ver El pez en el agua, Seix Barral-Biblioteca Breve, 1993, p. 419, y "El joven Vargas Llosa", Silvia Rojas, en La República, 9 de mayo de 1997, p. 20.
[ii] Ver La Generación del 50: un mundo dividido, Ediciones sétimo ensayo, 1988, p. 157. Ver también los artículos: "El ande en llamas", Dante Castro, en Suplemento Unicornio de Cambio, 7 de mayo de 1990, pp. 12-13; e "Historia de Mayta: la novela y los críticos", Birger Angvik, en Hueso Húmero No. 25, pp. 111-119.
[iii] Ver el prólogo de La Divina Comedía, introducción y cronología Vintila Horia (Editorial EDAF, Madrid, España), donde se habla del tema de la venganza en Dante.
[iv] Vargas Llosa a mediados de los ochenta reclamaba para sí la calificación de pragmático alabando el sentido común de los británicos, quienes lo elevaron a categoría de filosofía política. Ver "Una cabeza fría en el incendio" en Contra viento y marea (III) (1964-1988), Seix Barral-Biblioteca Breve, 1era. edición, marzo de 1998; y las entrevistas "Ahora soy un pragmático", en El Nacional, 2 de noviembre de 1985, y "Soy pragmático, no ideológico", en El Observador, 23 de octubre de 1981.
[v] Revisando materiales para apuntalar esta tesis encontramos que el crítico peruano Miguel Gutiérrez ya había desarrollado un similar planteamiento: “El más alto ejemplo de la literatura como venganza o arreglo de cuentas con el mundo, su ciudad natal y los hombres de su tiempo es, sin duda, Dante. En parte VLl utiliza la novela como instrumento de venganza o de arreglo de cuentas, aunque esto no le confiera sosiego y liberación, sino gratificaciones sadomasoquistas”. Ver La Generación del 50: un mundo dividido, p. 158.
[vi] El pez en el agua, p. 249.
[vii] Con Cardenal, Vargas Llosa no tuvo ninguna concesión y su retrato va en proporción directa a la animadversión extrema que éste incubó en los años setenta y ochenta respecto a sus colegas de izquierda. Ver la serie de artículos publicados en Caretas bajo el título "El intelectual barato", reeditados en Contra viento y marea (1962-1982), Seix Barral-Biblioteca Breve, 1era. Edición, noviembre de 1983. Y más acerca de Cardenal, en Sobre la vida y la política: Diálogo con Vargas Llosa, Ricardo A. Setti, Editorial Kosmos, mayo de 1989.

sábado, 22 de noviembre de 2008

TE QUIERO DEL TAMAÑO DEL MAR (*): Escritura y racismo en un libro de Jaime Bayly


UNO

Jaime Bayly ha publicado un libro. Más bien, debemos precisar, un hermoso libro de memorias que, con seguridad, resistirá en el tiempo y que junto a Los últimos días de La Prensa, se erigen como las dos mejores piezas literarias salidas de su pluma juguetona. Si de él se ha pensado que su especialidad es el escándalo y la estridencia, aquí nos encontramos con un eximio esgrimista de la palabra que hace y deshace el castellano a su antojo. Tenía razón Martha Hildebrandt, cuando refiriéndose a Bayly decía que “escribía bonito”. En Bayly podemos rastrear, a través de esos largos monólogos que dan forma a su inconsciente, la presencia de Joyce. No sabemos si ese uso de la técnica joyciana forman parte de una aprehensión deliberada del maestro irlandés o si es un acierto intuitivo del autor en su andar novelístico. Lo cierto es que su uso confiere al relato una calidez y un intimismo pocas veces visto en la literatura nacional, solamente visto en Vargas Llosa, quien lo emplea con eficacia en La ciudad y los perros. Se ha dicho, por otra parte, que Yo amo a mi mami, el notable libro de Bayly tiene una afinidad temática con Un mundo para Julius. En parte sí, pues el autor aprovecha los recursos del relato para confesar sentimientos infantiles, dándole un aire de ternura a la narración; y en parte no, porque la novela de Bryce es una especie de canto de cisne de una clase social. En estos primeros capítulos de Yo amo a mi mami, se percibe la madurez de un narrador en ciernes, a menos que las páginas que sigan nos engañen despiadadamente borrándonos la ilusión del rostro, en esa grata sorpresa que nos ha causado la incursión de la tierna y dulce Annie, protagonista de una de las historias del libro, en la literatura peruana.



DOS

Salpicado de frases y párrafos bastante significativos, Yo amo a mi mami es una cruda radiografía del racismo en el país. La madre –ficticia– del autor ayuda a reflejar esa situación. Ella, en varios pasajes del libro, hace gala de un menosprecio supino por los cholos e indios del país. “Qué barbaridad, qué insolencia, esta cholita igualada...”, llega a decir en una oportunidad de una enfermera –chola y mestiza de la selva– de una clínica por parecerle demasiado atrevida y mostrar las piernas. “Esta cholada es demasiado para mi gusto, esto no es para una señora como yo...”, dice otra vez cuando le toca asistir a la kermesse organizada por el párroco de Chaclacayo, a cuya iglesia asiste religiosamente todos los domingos llenándola de propinas. “Eres una india bruta y analfabeta, te he dicho cincuenta mil veces que no se dice la calor, la próxima te despido....”, dice en otra ocasión a su empleada, a quien se dirige en tono amenazador por no expresarse bien en castellano. Pero lo que la desnuda de cuerpo entero en lo que a continuación dice Bayly en una parte del libro: “y yo por supuesto me quedé en silencio y aterrado, pues cuando muriese quería irme al cielo con mi mami, mi papi y mi hermana y también, si los dejaban entrar, con los empleados, aunque ellos, según mi mami, vivirían en una zona aparte del cielo, o sea en un cielo más modesto para ellos.”, pensamiento que nos recuerda, pero en sentido contrario, el relato de Arguedas, El sueño del pongo. El racismo, pues, de Yo amo a mi mami es proverbial y merece un estudio aparte (irónicamente, el hijo del embajador inglés, “un rubiecito engreído que nos miraba a los peruanos como si fuésemos vicuñas”, se cobra la revancha por los connacionales indígenas). Hay mucho más, pero eso lo deben registrar los estudiosos del libro que se dediquen en el futuro a desenhebrar la ideología que alimenta a los seres que pueblan Yo amo a mi mami.


TRES

Espléndidamente escrito, Yo amo a mami es un parricidio y un saludable ejercicio del humor. El narrador, lo ejercita con su progenitor, de quien hace un retrato deliciosamente mordaz para el deleite y goce de los lectores. Lastimosamente la ausencia de redondez, esa a la que apelaba Cortazar para cerrar sus cuentos, no se ve en el capítulo final que queda algo corto. Este defecto formal, que se puede atribuir a una comprensible fatiga del escritor para concluir con el relato, no obstante, queda opacado al ser contrastado con el resultado global. Para el lector deseoso en desentrañar la identidad real de alguno de los personajes de Yo amo a mi mami, podemos satisfacer su curiosidad remitiéndolo a un libro singular, el de Ricardo Letts (La izquierda peruana, Mosca Azul Editores, 1981), cuya nota biográfica bien puede servir de apéndice al capítulo “No me digas tío, dime camarada”, en el que aparece magistralmente dibujado el rudo dirigente de la izquierda peruana. No podemos terminar estos apuntes, sin dejar de pergeñar en las páginas dedicadas a la hermana del autor: “¿Te puedo tocar un ratito el pelo?”. Éste es un capítulo notable por la delicadeza del trazo, la elegancia de la descripción y sensibilidad de la remembranza. No sabemos por qué, pero esa suavidad nos ha recordado la tersura descriptiva de Oscar Wilde en El retrato de Dorián Gray. En suma, Yo amo a mi mami es un temprano libro de memorias, una confesión pública de pecados infantiles y un retrato de familia cargado de una ternura y desenfado que hacen de su lectura un buen motivo para jugar un rato con la imaginación.

Freddy Molina Casusol
Lima, octubre de 2003

Crédito foto: http://www.ultimasnoticias.com.ve/ediciones/2002/08/04/unimg/p66s1g1.jpg
[*] Título tomado del capítulo I del libro de Bayly.

viernes, 21 de noviembre de 2008

EL GRUPO CHASKI : UN CINE JUNTO AL PUEBLO (Entrevista a Fernando Espinoza. Director del Grupo Chaski)

Por: Freddy Molina Casusol

La última vez que lo vi fue a mediados de los noventa. Yo salía embalado de la Facultad de Letras de San Marcos, cuando una voz que no alcanzaba a reconocer me llamaba por mi nombre. Alto, moreno, de casi un metro ochenta, estaba allí en el umbral Fernando Espinoza, con unos cuantos años más en el cuerpo y unos cuantos kilos menos. Había ido a la ciudad universitaria para cumplir con una invitación hecha por los estudiantes y formar parte de un panel sobre un tema que lo apasionaba desde que empezó como sonidista de películas décadas atrás: el cine. Todavía conservaba el acento de su voz esa mezcla de inflexiones afroperuanas y cubanas, éstas últimas reclutadas sin duda luego de sus viajes a Cuba y sus inefables simpatías por la revolución castrista. Después de eso no volvería a saber de él, hasta que, hace unos años atrás, una publicación universitaria –San Marcos al día– me informó de su desaparición. Esta entrevista realizada en 1991 da cuenta de la personalidad de Espinoza –a veces abigarrado y ampuloso en sus respuestas– y de la crisis de una experiencia cinematográfica peruana. He aquí lo que me dijo aquella vez en su oficina del Grupo Chaski, cuando las sombras de la vejez parecían no atenazarlo.

¿Luego de casi nueve años de fundación, podríamos calificar –recordando el título de un libro de Sanjinez y el Grupo Ukamau– que la aventura cinematográfica del Grupo Chaski ha sido de “un cine junto al pueblo” ?
Pues, yo creo que si se podría calificar de alguna manera así. Pero, tal vez, el termino “junto al pueblo” queda distante o menos conveniente para denominar lo que ha sido nuestra experiencia. Muchas veces la actividad artístico-cultural o política ha sido asumida por intelectuales como una forma de hacerlo para el pueblo, por el pueblo, y no desde el pueblo. Yo creo que el éxito del acercamiento a lo popular de Chaski fue que se hizo dentro pueblo.

En esta última etapa de la vida del Grupo Chaski, considerado en algún momento la vanguardia de cine nacional, ha venido sufriendo una inocultable crisis. No hace mucho se han retirado varios de sus miembros (Legaspi, Kaspar, Weber, entre otros). ¿A qué factores atribuyes esta crisis, y qué pasó con lo que ustedes llamaban “el voluntariado militante”?


Yo pienso que tendríamos que ubicarnos en la época en que estamos viviendo. Puede ser que uno de los elementos que signe la época es una crisis de lo colectivo, de una crisis de los elementos que han estado afincando lo colectivo desde un punto de vista socialista.

 Otro de los elementos que tampoco es exacto, creo yo, es que todos se van de Chaski. El caso de Stefan Kaspar. Stefan no se ha ido de Chaski; él ha abandonado la condición de trabajador y su condición de Director, un poco porque no cree él lo mismo que creían los otros, pero también, al mismo tiempo, creo yo, con cierto agotamiento y una necesidad de tomar distancia. Pero no ha abandonado su rol de participar en la defensa de Chaski; en la defensa, además, de la posibilidad de la recreación, más que la reconstrucción del grupo, porque ha pasado a ser un asociado con tareas propias. Es en este momento un asesor del grupo para todo lo que es comercialización y relaciones internacionales. Y aquí, delante mío, tengo notas de él, con esa limpieza, asesoría, y entonces se nota que, inclusive, podemos discrepar desde puntos que son opuestos en mucho, pero que en lo principal seguimos amando al hijo que de alguna manera hemos parido dolorosamente durante estos años y hemos visto crecer.

Abordando la heterogénea filmografía de Chaski resalta el mediometraje Imágenes para una Democracia, una película con un montaje que refleja de una manera un tanto forzada nuestro entorno social. Sin dejar de discutir su contenido crítico, nos puedes decir qué pasó con este film.

Bueno, esta película, es una película en la que hicimos un pequeño team de realización en equipo donde estaba Chiara Varese, a quien le dimos la dirección, Alejandro Legaspi y yo. Esta película representa el trabajo tenaz y las ideas encontradas de los tres. Para empezar, esto es producto de un rodaje y de un antiguo proyecto que venía de los años ochenta, por eso tenía el material registrado y en el que había participado tanto Chiara Varese como Alejandro. Y, solamente después, cuando se deshace el grupo que le dio partida al rodaje, es cuando se encomienda la producción a Chaski y se co-produce con Chiara Varese, que a su vez tenía la post-producción en Cuba. En todo caso son acentos distintos. El acento de hacerle decir a algunos personajes cosas que no son exactamente lo que quisieran lo puse yo, porque creo que eso es de alguna manera expresarían si estuvieran obligados a decir la verdad, como es el caso del personaje que dice en un momento que “por los trabajadores no haría ninguna cosa, ni una sola”. Y el acento digamos en el ritmo y la estructura general hasta cerca de la mitad de la película, creo que lo ha puesto Alejandro, aparte de haber sido la cámara principal de la película. Y todo lo que es la parte final de la película, la edición final y su forma final, con ese descreimiento absoluto a la salida democrática, creo es responsabilidad de Chiara, que al final firma toda la obra. La dirección y reportaje a todos los personajes que están ahí, salvo los reportajes que no están en la película, son de responsabilidad mía.

¿Y es cierto que el historiador Flores Galindo, que aparece en algunas secuencias, solicitó a Chaski se le retire de las escenas donde figuraba?

(El rostro de Espinoza se desencaja). Bueno, compañero, Tito no....., un gran compañero, siempre de grata recordación, era muy tímido, no solamente antes de filmar sino también después. El no tenía una idea de cómo iba a verse, ni tampoco lo pensaba. El suponía que iba a lucir de una forma distinta lo que estaba diciendo en la película. No se suponía enfrentarlo a dialogar, obligado a confrontar con el general Cisneros Vizquerra, por ejemplo, como está en la película. Pero, eso sí, eso es patrimonio de los realizadores. Nosotros le explicamos, le explicábamos a él previamente, qué tipo de cine íbamos a hacer, qué tipo de película íbamos a hacer, y qué tipo de personaje. Lo que sí, estamos seguros, es de que no hemos faltado la verdad a sus ideas ni hemos castrado sus ideas. Creo que están completas. Inclusive esto puede ser en desmedro de la película, ¿no?.

 ¿Cómo convencieron a Tito Flores Galindo para que participe en el film?

Fuimos tantos los que intentamos convencerlo. Era tanto Oswaldo Carpio quien intentó hacerlo; por otro lado otros compañeros habían intentado hablar. Yo sabía que teníamos, al día siguiente que filmar. El día anterior, mediante su compañera, había dicho que no iba a poder estar, que tenía un trabajo pendiente. Fuimos con Chiara a la Católica y él estaba dictando clase. Y entonces nos colocamos al costado. Él nos vio, se volteó, interrumpió la clase y salió. Al salir le dije: “Hermano, cómo es eso que no vamos a filmar mañana. Tenemos todo listo, ¿no ?. No me digas que no...¿no? Ya estamos con todo”. Me dijo: “Pero, yo no sé, eso de salir en una película, eh, ¿cómo es eso ?”. “Bueno, pero yo te explico el detalle hermano. Mañana te lo voy a explicar otra vez, pero no nos hagas quedar mal ahora. No nos revientes el trabajo, porque ya habíamos quedado en que íbamos a filmar”. “Bueno pues, ¿y eso cuánto llevará más o menos?”. “Es rápido hermano, es una cosa que la entrevista es a ti, pero como tú mismo eres, o sea sobre lo que tú mismo manejas. Así que eso no será más de una hora, hora y media”. “Bueno pues, entonces si es así, si no pasa de ese tiempo, estaré a esa hora en el IAA (Instituto de Apoyo Agrario), de acuerdo”. Y ahí quedamos pues, y ya está. Me pareció que no lo habíamos terminado de convencer. Hasta que no lo tuvimos en el rodaje yo no tuve la certidumbre que iba a dar el testimonio para nosotros.

¿Dentro de la producción de Chaski, se podría decir que Juliana representa una ruptura con respecto a su antecesora Gregorio, en cuanto la continuación de una línea de compromiso? Se ha señalado en diversas oportunidades que el final de la película es un tanto idílico, irreal, ¿qué piensas de ello, o es que tal vez la cuestión pecuniaria ha operado de manera inconsciente en la elaboración del guión?

 Esto ha sido sostenido en algún momento, cuando recién la película apareció, por un joven crítico, que escribe más o menos con el hígado que con el cerebro a mi entender. Pero no es verdad, tanto no es verdad que su antípoda, es decir, lo que signa el tráfico de la comunicación, en la relación norte-sur, lo que es el interés básico de Europa para comprar nuestros productos, es el tráfico del desastre, de la guerra, del caos, de la miseria a ultranza, de la desesperanza. O sea de la fatalidad absoluta, de la muerte por la muerte; en fin, es lo más contrario al contenido de la película. Es más, en Europa ha sido más cuestionada la película que en nuestro mundo, América nuestra América. Ahora nosotros creemos que hemos permanecido fieles a nuestro concepto, y fieles a lo que sosteníamos para desarrollar el tema. La principal fidelidad, digamos es, haber sido democráticos en la participación de los niños en la película, expresaran sus testimonios; democráticos en estar sujetos como realizadores a que la propuesta de los chicos primara sobre nuestra propuesta.

 (Espinoza explica que no ha habido tal peso del dinero. Afirma, abundando en detalles, que existe un extracto de una investigación efectuada por Sandro Macassi con niños de Villa El Salvador, publicada en el boletín Chaski, No. 3, interpretando el ideal de los protagonistas del film. Lo que no dice el cineasta es que este estudio fue hecho después del rodaje de Juliana, lo cual indica que éste no tuvo ninguna influencia en la elaboración del guión final, a menos que se crea, como parece entenderlo el cineasta, que esto avalaría su tesis del final feliz de la película con el bus paseando a los niños por la ciudad).

¿Entonces no estás de acuerdo con que es una “películita prodiga en mocos y legañas”, como algún crítico sentenció (lo expresó Fernando Vivas en la revista Quehacer)?

Eso me parece insultante, una falta de respeto del crítico que escribió eso. Parece que él tiene la necesidad de expresarse así. Ojalá fuera igualmente de escéptico y de duro con su propia creación.

 En su última producción, Chaski incursionó subrepticiamente en el género cómico, incluso el corto ¿Jonás dónde estás? obtuvo un notable reconocimiento. ¿En la co-producción, todavía inconclusa, que están realizando con Federico García, se proseguirá con este acercamiento?

 No, no ha sido deliberado. En todo caso, aunque el caso del proyecto de Baladas Musicales, que incluyó a Jonás, todos tenían las mismas características de ser digamos irónicos, de hacer una especie de humorismo sutil. Esto no tiene una relación con la co-producción con Federico García. Nosotros no hemos hecho un condicionamiento, salvo nuestros puntos de vista como co-productores. Respecto a la temática, no es una temática de comedia. Es una historia que está enraizada en la costumbre de los Andes y que representa el choque de dos culturas. La relación frente a un miraflorino que llega a esos lugares. Más bien allí hay una fidelidad de Federico García hacia los temas que siempre ha tratado desde un punto de vista que siempre antes trato, antes de por lo menos de la Manzanita del Diablo.

En una mesa redonda declaraste: “Lo absurdo es que alguien netamente citadino se acerque a buscar en lo andino, su motivación, su tema tiene que estar dentro de él”. ¿Crees que el nuevo enfoque de las películas de temas andinos será con esa visión en el futuro?

Para empezar, yo no sé si realmente estamos entendiendo la connotación de andino en su conjunto. Es decir, andino es nuestro país ¿no?, y es andino el habitante de la costa. Es decir, nuestro país es un país andino y todos somos parte de una nación andina. Ahora, andino es el que típicamente proviene de los Andes. Desde esa perspectiva yo no lo haría, yo no me acercaría sino es con la mayor prudencia, el gran respeto hasta poder hacer un tema de los Andes. De eso nosotros tenemos la experiencia, de haber fracasado en mostrar eso en Gregorio. Es decir, yo digo fracasado, porque evidentemente los espectadores, los compañeros del gremio, probablemente no saben que botamos el 95% del material que filmamos en la sierra, para intentar simplemente un collage que expresara que viene de ese mundo. Se veía muy artificial. Yo pienso que hay algunos realizadores que han logrado acercar con éxito al mundo andino, al mundo selvático, es decir a otros mundos que no son el suyo propio, y que algunos realizadores lo han hecho de una manera muy feliz, como es el caso para mí de Nora de Izcue de Runan Caycu, la historia de Saturnino Huillca. Veo la Nora de Izcue de Guitarra sin cuerdas o Color de Mujer, y me admiro de la capacidad, por la emotividad, de poder ligarse a un tema y de sentirlo suyo y de transmitirlo bien. Pero, sin embargo, a mí, personalmente no me basta como requisito. Y yo creo que eso es lo que nosotros hemos sentido en una época, que para acercarnos a este tipo de cine y a las características de este cine, nosotros estabamos obligados a sentirlo propio, no solamente a saber del tema sino a sentirlo dentro de nosotros mismos. Era un requisito sine qua non para ganar la autoridad de trabajarlo.

Chaski e Inca Films de Francisco Lombardi en algún momento se disputaban la hegemonía del cine peruano, ¿qué opinión tienes de Caídos del Cielo?

Yo no siento que hallamos disputado la hegemonía con nadie. Siento que en un momento tuvimos desde nuestra propia trinchera una mejor contribución que ahora a la construcción de un cine nacional, cosa que ha venido permanentemente haciendo “Inca”, con un poco de más antigüedad que nosotros. Si siento, que no es una disputa por ganar mayor espacio sino más bien un esfuerzo grande, por mejor contribuir a la construcción del cine nacional. En lo que respecta a Caídos del Cielo, la última de Pancho, a mí, confieso que es una película que me produce un conjunto de sentimiento variados y algunos muy encontrados. El primero de todos es.... A mí la película me da la impresión de ser muy fiel a lo que Pancho Lombardi piensa. Yo reconozco que Pancho Lombardi es un hombre honesto. Le he preguntado directamente cuando volvíamos de Cuba, el por qué de esta pulsión tanática, tan acendrada, tan marcada. Él niega que esto esté presente, que más bien está rescatando vida al provocar un rechazo a la muerte. Sin embargo, yo no lo veo así. Desde Muerte de un Magnate, Muerte al Amanecer, en fin Maruja, no una sino muchas muertes (Nota: Espinoza quiso decir, Maruja en el Infierno). En fin, yo pienso que el tema de la muerte ha sido siempre una fijación en Pancho. Creo que en esta película no ha existido el manejo cinematográfico que tuvo en La ciudad y los perros, que para mí sigue siendo la mejor de sus obras. Y pienso que esto se podría llamar, el mundo de Lombardi, y el mundo de un montón de creadores. Inclusive algunos de ellos, cinematográficos jóvenes, están mirando de esa manera al pueblo, de esa manera a la clase media, de esa manera a la burguesía –la antigua aristocracia–: a través de una ventanita.

Para finalizar, Chaski se va recuperar entonces.

Su recuperación es una apuesta fija.


Julio de 1991

 

Crédito de las fotos: http://www.grupochaski.org/chaski/v1.3/menu.php,%20http://www.grupochaski.org/index.php?id=229,0,0,1,0,0http://www.grupochaski.org/index.php?id=229,0,0,1,0,0,, http://reportperu.files.wordpress.com/2009/02/nuevo-121.jpg, http://www.omni-bus.com/n4/imagenes/Caidos%20del%20cielo.jpg, http://www.swissinfo.ch/spa/archive.html?siteSect=883&sid=4472121&ty=st, http://www.andes.missouri.edu/andes/Especiales/TitoFlores.jpg, http://3.bp.blogspot.com/_Hv0UKHvctkk/SSRZCIS0x_I/AAAAAAAAEe4/pfnnf5yeusE/s320/foto+fernando+vivas.+peru+21.jpg, http://www.alconet.com.ar/varios/mitologia/leyendas/fotofchamin.jpg

miércoles, 19 de noviembre de 2008

DE FANNY HILL AL MARQUÉS DE SADE: cinco acercamientos a la literatura erótica

Mi primer acercamiento a la literatura erótica se debió a la pura casualidad. Un día paseando por El paraíso de los libros, esa feria de libros viejos anclada en el centro de Lima, me topé con Fanny, una novela escrita por Erica Young –una americana autora del best seller Miedo a volar, libro de referencia para las feministas–, inspirada en la famosa narración erótica de John Cleland, Fanny Hill. Memorias de una cortesana, publicada en el siglo XVIII[1].

La sola mención de Cleland en el prólogo de Young, me abrió el apetito. Dos semanas atrás, recordaba, había tenido Fanny Hill en mis manos pero la había desechado, porque viendo su tapa semi ruinosa y sus hojas amarillentas y maltratadas por la acción del tiempo, no me animé a comprarla.

Pero esta vez apremiado por transitar en el camino de la lujuria, me dispuse a retroceder sobre mis pasos y adquirir ese ejemplar que, solitario y mudo, estaba a la espera de un lector como yo, en el mismo lugar que lo había dejado la última vez: un triste rincón de un puesto de libros viejos.

Fanny Hill narra la historia de una muchacha inglesa, quien tras perder a sus padres a la temprana edad de 14 años decide emigrar de su natal Liverpool, para tentar mejor suerte, a París. Puesta allí por el destino cae en las manos de Miss Febe, quien se aprovecha de su inocencia y la empuja a ofrecer su cuerpo en el burdel que regentaba.

Escrita en bellos trazos, los cuales hacen que el lector la aprecie con admiración y goce estético, incluso en las escenas de mayor contenido sexual, el libro está dividido en dos claros momentos señalados por las cartas que Fanny escribe a su confesora, una mujer velada por la pluma del autor, a quien cuenta sus encuentros sexuales con diferentes hombres desde que fue iniciada en la prostitución por Miss Febe, hasta que decide retirarse de la vida pecaminosa años después, cuando su admirado Carlos la hace madre de dos hermosos niños.

El segundo acercamiento que tuve a la literatura erótica fue con Memorias de una pulga. Este era para mí era un libro mítico. Prohibida su lectura por una tía harto conservadora y mojigata (se refería a éste como un libro “vulgar y asqueroso”), lo adquirí, venciendo cierta resistencia psicológica, en una galería del centro de Lima, a pocos metros de la revista Caretas.

Publicada en París en 1762 por un autor que prefirió el anonimato, tal vez porque no quería ver relacionado su nombre con un texto harto licencioso, Memorias de una pulga cuenta la historia de Bella, una linda francesita de catorce años que se somete a gusto a las exigencias carnales primero de su joven amante, luego de un sacerdote, a quien le siguió un viejo campesino y su hijo, para continuar posteriormente con su tío, el señor Delmont, el cual cayendo en la trampa tendida por su vecino, el señor Verbouc, y el cura Ambrosio, comete incesto con su hija Julia.

Carente de una depurada técnica literaria, puesta en evidencia a lo largo de sus doce capítulos, Memorias de una pulga es un libro, como dicen los franceses, para leer “con una sola mano”.

Escrita en 1930, y dirigida al público americano, Confidencias de una casada fue mi tercer acercamiento a la literatura erótica.

Cuenta la historia de Nelly Rich, una mujer que describe sin pudicia sus peripecias amatorias desde los 18 hasta los 21 años, edad en la que encuentra un marido rico a quien atrae con la vibración de su cuerpo. Libro de bolsillo, que a juzgar por sus editores –quienes lo difunden por nuestras tierras en una edición bastante anónima como su autora– se vendió por millones en Estados Unidos, fue descubierto por el autor de estas líneas un sábado por la noche en un esquina oscura del jirón Cailloma, antiguo habitue de las prostitutas de Lima, en la actualidad regentada por un jovial vendedor de libros usados, de quien luego supe que hacia con su pareja lo que había aprendido durante sus años de lectura –y también venta– de libros y revistas licenciosos para exquisitos pornógrafos de la ciudad que concurren a su negocio.

A pesar de estar en la misma línea de Memorias de una pulga, pero un peldaño más abajo, Confidencias de una casada es un libro condenado al olvido.

La Filosofía en el tocador –el cuarto de mis acercamientos a la literatura de este tipo– es un tema aparte. Para leerlo hay que tener la mente abierta y estar dispuesto a encontrarse con todo tipo de escenarios inesperados.

Leer que Jesucristo era un farsante y que María, su madre, era una “puta judía” puede resultar chocante para los que cultivan el cristianismo como valor supremo[2]. Además su autor, el Marqués de Sade, hace en esta obra una polémica justificación del robo, el delito y el crimen como normal consecuencia de la sobrevivencia en la tierra[3]. Pone como ejemplo, traído de la naturaleza, la poca o ninguna lastima que tiene un animal sobre su presa para prolongar su existencia.

Sade hace del escándalo, la libertad irrestricta y el gozar hedonista del cuerpo, un templo ante el cual uno debe prosternarse. Las orgías armadas con prostitutas de baja estofa, a quienes flagelaba y ultrajaba, atrajo la animosidad de sus contemporáneos, quienes vieron en él una encarnación del mal[4].

El final de La Filosofía en el tocador si es de mal gusto. Eso de sodomizar a la madre de la protagonista, Eugenia, una adolescente de quince años, con un sifilítico y luego cerrarla con siniestras puntadas para asegurar la infección, me pareció de una exageración desorbitada.

Melissa P. y Los cien golpes fue el quinto de mis acercamientos a la literatura erótica. La bella portada de su edición en español (HarperCollins, 2004), donde se ve a una hermosa joven de blonda cabellera estirando y cubriendo con ella la mitad de su rostro, me sedujo de entrada.

Este libro llegó a mis manos de manera inesperada. A la caza de otros libros para leer, un librero avispado del jirón Camaná, pensando no sé por qué me podía interesar su lectura, me lo ofreció en un tira y afloja de precios por una cantidad que hasta ahora me parece una ganga: ocho soles.

Los cien golpes es una delicada narración en forma de diario, de los encuentros sexuales de su autora, una jovencita italiana de dieciséis años, con Fabrizio, un hombre de treinta y cinco años, a quien conoce a través de la Internet.

Con él –y otros– Melissa llega a conocer el sadomasoquismo, la perversión y la lujuria, sin por esto querer decir que su protagonista se deje arrastrar a este mundo, ya que para ella el sexo es solo curiosidad, exploración y nada más.

Acabo mi travesía por el mundo de la lujuria, pasando revista muy rápidamente por el puñado de relatos clandestinos de la Inglaterra victoriana, La Perla, lanzados por la editorial peruana Antigua, de la apreciada serie Popof, que hizo la delicia de sus lectores en la década del 70 con literatura especializada en el tema; las eróticas confesiones de Bruna Surfistinha, cuyo blog en la Internet contando su vida como prostituta en Sao Paulo, antecedió el éxito de su libro El dulce veneno del Escorpión; y el prodigioso uso de la técnica literaria de José Luis Muñoz, galardonado en 1990 con el Premio La Sonrisa Vertical, cuyo relato El combate[5] es una pequeña joya de la literatura erótica y, a nuestro juicio, una buena demostración de cómo la destreza verbal se puede poner al servicio de Eros, sin caer en lo grotesco y simplón como suele suceder en la literatura de este tipo.

Al terminar estas líneas, y dejar en el recuento Paulina. Memorias de una cantante y otras de la colección erótica de Pepe Navarro, estoy a la captura de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade. No sé por qué, pero el título promete.

Freddy Molina Casusol
Noviembre de 2008.


Crédito fotos: http://images-eu.amazon.com/images/P/185242866X.02.LZZZZZZZ.jpg
http://www.aerotica.com.ar/imagenes_semana-27.html


[1] Escrita entre 1747 y 1748 por John Cleland. Existen varias ediciones populares, entre ellas la de la serie peruana Popof, pero la de la editorial mexicana EDASA, que la publicara en 1963, debe superar a muchas que circulan en el mercado. Su bien informado prólogo, así como su muy erudito apéndice, hacen de esta edición una pieza de colección.
[2] Justine, quizás la otra obra más celebrada de Sade, continúa los tópicos expuestos en La Filosofía en el tocador: recusación del cristianismo y alegato del aborto.
[3] En La Filosofía en el tocador está además presente la defensa del robo, la violación, la pederastia, la sodomía y todo lo que el cristianismo reprueba en sus preceptos, los cuales condujeron a que los libros de Sade fueran incluidos en el Index.
[4] Sobre Sade se puede leer la muy completa y reciente biografía escrita por Francine Du Plessix Gray, El Marqués de Sade, una vida (Suma de Letras, S.L., 2002. Colección Punto de Lectura, No. 287).
[5] Publicada dentro del conjunto de relatos Una historia china (Pepe Navarro. La colección. Madrid, 2000).

viernes, 14 de noviembre de 2008

EL MONEDERO

CUANDO Lituma Samsa bajó la vista, allí estaba. “Un monedero perdido”, pensó. “Qué suerte, ya tengo para comer”, dijo. Ese día Lituma Samsa había despertado hambriento. Las vísceras le crujían y los líquidos que recubrían las paredes de su estómago amenazaban con devorarlo desde adentro. “¿Qué hago?”, preguntó cuando se levantó de la cama ese día y comprobó su triste situación. Dos días sin meter nada a la barriga lo habían puesto en estado de levitación. Miró un punto en el espacio. “No tengo trabajo”, pensó. “¿De qué viviré?”. En su desesperación, escarbó en sus recuerdos. Rememoró las oportunidades perdidas, los amores desafortunados y los desvaríos del destino. “Maldita sea, para qué me peleé con ese cojudo”, farfulló. Ocurrió que un día, en desacuerdo por la forma en que ordenaba el trabajo Artemio Santibañez en la empresa, decidiste hacerle frente y cuestionarlo. “Para qué mierda lo hice”. Sí, Lituma Samsa, para qué lo hiciste, para que todo el mundo, esa tarde de miércoles, te diera la espalda en la oficina y te empujara a botar ocho años de servicios al tacho. “Sí, estamos contigo”, te dijeron los más pendejos que te querían ver fuera por tu excelente trabajo en la oficina de Informática y te envidiaban. Hasta la secretaria de Artemio te alentó en tus despropósitos. “Es un abusivo, hazlo; yo te apoyo”, te dijo. No pensaste en tu hija, Lituma Samsa, en tu mujer que ahora te pide para el diario; en tu gato que merodeaba tus piernas todas las mañanas pidiendo un bocado y que ahora has tenido que regalar porque no tenías que darle de comer y preferías obsequiarlo a verlo morir de a poquitos; en tu barriga que tenías que llenar todas las mañanas y las tardes de tu vida con las salchichas con huevos que te embutías a diario. Lituma, caíste redondito en la trampa que te habían preparado. Un imbécil fuiste, recién te diste cuenta días después, cuando ibas al banco a cobrar tu liquidación, de lo que pasó. Recordaste en el camino la mirada oblicua de la Rochi Fuentes, la secretaria del ogro, los cruces de sonrisas de Toño, Rafael y Ricardo, cuando le decías a Artemio Santibañez que no te parecía bien lo que estaba haciendo y que tenías otras ideas innovadoras para distribuir el personal. ¿Cómo se te ocurrió enfrentar veinte años de burocracia administrativa, Lituma? Eres un ingenuo. Todavía titilan en el fondo de tu iris ese brillo acuoso y acuchillante de los ojos de Artemio, que se supo triunfador desde un comienzo y veía en ti una víctima en quien depositar su ira, después de la bronca que tuvo con su mujer esa mañana. ¿No te dabas cuenta que él estaba “amarrado” con el Gerente de la empresa? Cuando reaccionaste, dos horas después de una ardua discusión, ya te había reventado con esas palabras que tú mismo llevaste al filo de la navaja: “estás despedido”. Te abofeteó, admítelo, pero asimilaste bien el golpe. Pensaste que tu talento e ingenio te abrirían paso y ya conseguirías otro trabajo y que “ya verás gordo pendejo, que te gusta manosear a la Rochi cuando nadie te ve”. Y ya ves, ya han pasado cuatro meses y dos días y nada: no había trabajo en el Perú para un genio como tú, porque te olvidaste que estos tiempos son de vacas flacas y que cualquier hijo de vecino, a menos que sea un sobrino del presidente, no puede conseguir trabajo. Creíste que las puertas de las empresas se te abrirían, que como tú no había nadie, que el mundo era tuyo. Pero te equivocaste. No se te ocurrió ni por un milímetro que el tiempo pasa, que ahora a la gente la jubilan a los treinta años, que a los ingenieros de sistemas se les puede encontrar vagabundeando por las calles y plazas de Lima y peor, desparramados, ofreciendo sus servicios en las páginas de El ComercioPensaste como veinte años atrás, cuando se te ocurrió la idea novedosa de estudiar esa carrera prometedora –la que te había dado harto dinero para burdelear, conocer a tu mujer y hacer una hija–, que aún había futuro y que éste te estaba esperando. Mal cálculo, Lituma. Ahora suspendido en el espacio, cuasi agachado, vas a perpetrar una última humillación: flexionarte, extender la mano y recoger ese monedero que se le ha perdido a alguien, minutos atrás, en un descuido. Tal vez tengas suerte y encuentres dos soles. Dos soles que te servirán para un menú de comedor popular o para comprar El Comercio y probar suerte por undécima vez.

Freddy Molina Casusol

sábado, 1 de noviembre de 2008

LA ERA DE LA IMAGEN: la crisis de la prensa escrita

Vivimos la era de la imagen[1]. El homo sapiens prácticamente ha sido desplazado por el homo videns[2]. La cultura escrita ha sido acorralada por la cultura de la imagen. Sartori, ya lo había predicho años atrás: el hombre escolástico de la antigüedad, que había visto nacer la era de Gutenberg, está siendo fagocitado por su alter ego, el hombre que traduce los conceptos en imágenes. Cuando uno va al cine, por excelencia el medio audiovisual, después de la televisión, que ha tenido mayor éxito en la industrial cultural moderna, puede comprobar lo anterior al ver cómo el lenguaje de la imagen se ha superpuesto sobre el guión, el texto escrito. Es más, la preocupación ha girado en reproducir la simultaneidad del mundo de ahora en las acciones en paralelo, en una especie de fragmentación del discurso visual. Es así como se puede apreciar Hulk, un film del realizador Ang Lee, donde el diálogo con el espectador es provocado por las imágenes viñeteadas que aparecen en la pantalla simulando la temporalidad múltiple del comic. Y es así como también se rinde pleitesía a la imagen, al establecer su primacía sobre lo escrito. De igual forma, en los diarios impresos, la fotografía que ocupa grandes espacios en las portadas, dando a conocer la subordinación de la escritura a la imagen, es otro buen ejemplo de lo anterior. Pero fue la televisión, la que comenzó todo este proceso que ha desembocado en esta edad dorada del multimedia, donde la imagen, lo escrito y lo escuchado se han fusionado, en lo que se ha dado a llamar una nueva revolución de las comunicaciones, tan similar como antaño lo fue la Revolución Industrial. La televisión hizo que el hombre se desciñera de conceptos abstractos y “pensara” en imágenes. Así lo ha dicho Sartori, y no hay motivos razonables para pensar lo contrario. El hombre, el homo sapiens, quien capturó la palabra para, a través de significados y significantes, dar a luz su pensamiento en signos, símbolos y formas escritas, se vio de pronto desafiado –quizás lo propio sea decir intimidado–, por la imagen que traía en sus hombros el homo videns. En vano, no ha sentenciado éste, en la cima pletórica de su reinado, que “una imagen vale más que mil palabras”. La sola presencia de la televisión, posteriormente, ha generado dos nuevas comprensiones del mundo cultural en la actualidad: la de la cultura escrita y la de la cultura audiovisual. Esto último, en las cinco décadas de su dominio, ha impactado enormemente en generaciones de personas de todas partes del mundo, quienes ya no pueden “digerir”, por decir, un texto periodístico si no va, por lo menos, acompañado de una foto que lo obligue ya no a “imaginar” un acontecimiento, sino ayudarlo a “ver” un hecho noticioso. Han quedado descartado de su imaginario los largos párrafos a varias columnas, que presentaban un acontecimiento con apenas o una nula disposición visual. Esto se debe a que la cultura de la imagen ha reconfigurado los hábitos mentales del homo sapiens. Los avances tecnológicos, de otro lado, han potenciado de forma exponencial lo que Marshall Mc Luhan había visto en los mass media: como extensiones de los sentidos del hombre. Mc Luhan, un visionario para su época, había vislumbrado el advenimiento de la era de la imagen, pero se detuvo en la televisión; prefirió atender las implicaciones de la electricidad en el telégrafo, el teléfono, la televisión y por supuesto, el ordenador . Todavía en su época, el ordenador era un armatoste de cientos de kilos de peso que ocupaba prácticamente un cuarto y era accionado por cantidad de tubos incandescentes y tarjetas agujereadas colocadas a voluntad por el usuario. No pudo imaginar lo que varías décadas después iba a significar éste, con la aparición de la Internet, en la vida del hombre.


La revolución de las comunicaciones
El mundo ya no se puede entender sin la Internet. La aldea global que había visto Mc Luhan ya es un hecho. La internet es el campo de acción del homo videns. El homo videns interactúa con otros de su especie en el ciberespacio, a través del ordenador, desde el cual, y desde cualquier parte del planeta, se conecta a la red. El competidor del homo sapiens ha retomado, pues, el camino nómade de su primer antecesor, el homo erectus, desplazándose a grandes distancias virtuales, y también geográficas, confirmando lo que decía Alvin Tofler en La Tercera Ola: la transitoriedad de las relaciones sociales del hombre del futuro. Este movimiento incesante del homo videns, obviamente alentado por la sociedad moderna, ha tenido consecuencias visibles en el consumo de los mass media, especialmente los escritos. Leo Bogart, un investigador dedicado a estos temas[3], ha detectado que este tipo de migraciones del homo videns, es uno de los factores que explican la perdida de lectores en la prensa escrita. El otro elemento, y el más importante, es la presencia de la televisión en la vida cotidiana de la gente, promoviendo la cultura de la imagen, la cual ha incidido durante decenios en la manera de leer los diarios de ahora. Por otra parte, la revolución de los multimedia ha hecho estallar ciertos paradigmas teóricos que estuvieron de boga en la década de los setenta en la reflexión de los mass media. La teoría de la aguja hipodérmica ha tenido que batirse en retirada, al comprobar que el nuevo hombre del futuro –es decir, el homo videns–, es casi inmune al bombardeo de la información que pretende inocularle ideas o modas pasajeras. Ya no es un ente pasivo que recepciona sin mayor discusión éstas, sino que las confronta y resemantiza en los foros de la Internet. El homo videns, con la ayuda de su ordenador conectado a la red, sabe discernir la información buena de la mala o interesada y es difícil engañarle. Es más, exigido por las relaciones de transitoriedad de su entorno y de los volúmenes de información que le es ofrecido, ha tenido que armar estrategias para acceder a ella con mayor rapidez. Se las ha ingeniado para hiperfragmentar la información, “trozarla” para “digerirla” mejor y sin perdida de tiempo. En ese sentido, le está ganando la batalla al homo sapiens, afincado en la cultura escrita, quien ve que sus seguros reductos, como el libro y los diarios impresos, comienzan a tambalearse, obligándolo a replantear sus ideas si desea sobrevivir. Y se ha dicho de él –del homo videns–, y de la cultura que profesa, que su esencia es democrática porque cualquiera puede acceder a sus productos; a diferencia de lo que ocurre con el homo sapiens, quien es acusado de elitista porque se cierra alrededor de su producción impresa, la cual es vista como de difícil acceso para el inubicuo hombre-masa.


La cultura escrita amenazada

En esta colisión entre el homo videns y el homo sapiens se ha puesto en tela de juicio la pertinencia del libro, producto cultural por excelencia en el desarrollo evolutivo del segundo de los homos mencionados. Se ha profetizado su pronta extinción, como al igual que otros medios impresos, que ya están sufriendo el avatar de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que están moldeando las nuevas maneras de ver y escuchar en la naciente sociedad de la información. Ésta, en su avance incesante, ha dado acceso a millones de cibernautas de casi todo el conocimiento producido por los seres humanos, convirtiendo la Internet en la nueva biblioteca de Alejandría. Es decir, una revolución de la magnitud que tuvo la Reforma de Lutero, quien puso en las manos del lego las páginas de la Biblia. Lo digital, en este avance, ha desplazado lo analógico y lo visual ha puesto en cuestión lo escrito. Lo cual ha obligado que la prensa de papel reformule sus estrategias y permita el paso de su prima hermana: la prensa digital, de la cual se ha prestado ideas que ha puesto en práctica en sus ediciones impresas. Las dos han empezado a rivalizar por el favor del lector y las dos compiten en la transmisión de información, siendo la segunda la más favorecida por tener como aliado la Internet, que le proporciona velocidad en tiempo real. Umberto Eco, un conocedor de los mass media desde los tiempos de los “apocalípticos e integrados”, y otros han salido al frente para decir que la tradición escrita representada por el libro se va a mantener porque resulta imprescindible para el lector del pasado y del futuro, la presencia física, y no la descargada de una web, del libro. Lo cual nos dice que la sensación hedonista de palpar el libro como una necesidad íntima de su existencia, difícilmente podrá ser suplida por los bytes emanados de las URL o los protocolos electrónicos de las http://. Sensación que se puede hacer extensiva a la prensa de papel, medio masivo por excelencia del homo sapiens, que ha sabido resistir con singular éxito las embestidas de la televisión y otros medios catalogados alternativamente como “fríos” o “calientes por Mc Luhan: la radio y el cine, entre otros. Pero que ahora está sucumbiendo con el desarrollo en progresión geométrica de la Internet y las nuevas tecnologías, que han hecho que el ordenador, la cámara fotográfica y el vídeo sean de acceso masivo a la población. A esto se ha llamado decir, por los expertos de los media, una “crisis” porque, al tener el hombre-masa acceso democrático a la tecnología de la información, ha cuestionado la existencia del periodista y el fotógrafo, quienes ven sus puestos peligrar al ver cómo el homo videns convertido en blogger lanza información al ciberespacio y al ciudadano de a pie convertido en fotógrafo, capturando imágenes de un hecho noticioso con su cámara-celular. La cultura escrita está, pues, en peligro. Amenazada con ser encerrada en un chip de última generación o en la USB de un estudiante universitario, apenas atina a conciliar con la cultura de la imagen cediéndole espacios que antes eran casi de su exclusivo dominio, como la prensa de masas.


La prensa de masas

La prensa de masas es hija de la Galaxia de Gutenberg. Pero ahora se encuentra en retirada. Incluso, algunos agoreros de los media, han adelantado su desaparición dentro de unos pocos años a merced de la prensa digital. Para el estudio de su pasado quedará El ciudadano Kane de Orson Welles, que servirá para reconstruir las rutinas de trabajo de los antiguos seguidores de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer. Se cree que sobrevivirán al exterminio de la prensa de papel en EE.UU, cuna del periodismo moderno, The Washington Post, The New York Times, Wall Street Journal y el USA Today. El despido de periodistas y la reducción de personal en importantes empresas periodísticas como The Miami Herald son el anuncio de lo que se viene. El mundo de la comunicación, dicen los entendidos, pertenecerá a los infografistas, esa nueva especie producto de la hibridización de la imagen con el texto escrito. Variante hiper-especializada del homo videns, los infografistas ya han salido a decir que son los nuevos comunicadores del futuro mirando por encima del hombro a periodistas, fotógrafos y editores. También, desplazándose como saltamontes en diferentes países que requieren sus servicios, están los diseñadores, quienes han aparecido para salvar del hundimiento a la prensa escrita y se encargan de rediseñar diarios y revistas. En sus manos ha quedado el remozamiento de periódicos de vieja alcurnia como Le Figaro y Le Monde, los cuales para armonizar sus contenidos con la nueva sociedad de la información, han tenido que aceptar como nuevos postulados los niveles de lectura y la fragmentación de la información en un intento por mantener la fidelidad del lector con el medio y detener su migración a la sala de navegación de la Internet. No obstante, todo indica que la prensa de masas desaparecerá y su lugar será ocupado por una prensa de nichos, que tenderá a la atención de lectores especializados en áreas temáticas. La formación de la opinión pública que Habermas había detectado en los cafés, y que la prensa popular y masiva amplificaba en el viejo modelo que se resiste a caer, ahora es producido por el homo videns en los foros de la Internet. A pesar de ello, el futuro no está aun escrito. Mario R. García[4], conciliando posiciones opuestas ha dicho que lo ideal será encontrar un profesional que maneje las bondades de la imagen y el texto. Habla de un WEditor, una nueva raza mediática que responda a las exigencias de la sociedad de la información y que realice las tareas de periodista y diseñador. Una posición similar a la de Sartori, quien se ha manifestado por un síntesis armónica entre el hombre que lee y el hombre que ve. En suma, este es el futuro que nos espera, este es el futuro que vivimos ya en esta era de la imagen, en la que el homo videns viene tomando ventaja sobre el homo sapiens, y que el ciberespacio, la prensa escrita y digital, solo son un campo de batalla en la carrera evolutiva de la comunicación humana.


Freddy Molina Casusol
Lima, octubre del 2008

[1] Este trabajo ha sido elaborado en parte con información proporcionada por Mario Munive, editor de contenidos del diario La República de Lima y especialista en rediseño de diarios.
[2] Categorización de Giovanni Sartori. Ver Homo videns. La sociedad teledirigida, Giovanni Sartori, Taurus, 1998.
[3] Ver La prensa y su público, Leo Bogart, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 1985.
[4] Cubano residente en Estados Unidos y rediseñador de diarios de prestigio internacional. Para más información sobre el tema, ver: http://www.garcia-media.com/


LA GRAN USURPACIÓN

ME CAÍA muy mal Omar Chehade, exvicepresidente de Humala, pensaba que era un traidor por salir a atacar al expresidente y a su mujer, la señ...