lunes, 26 de octubre de 2009

EL SEÑOR CHIRIF Y EL MISTERIO DE LOS INDÍGENAS AMAZÓNICOS

Un documental, presentado hace algunas semanas, por Hernando de Soto –El misterio del capital de los indígenas amazónicos– ha provocado un revuelo en los antropólogos Alberto Chirif y Rodrigo Montoya, quienes han salido al frente con sendos artículos publicados en el diario La Primera con el propósito de intentar refutar los contenidos de éste.

El film, cuya duración es de 30 minutos, muestra de una forma didáctica cómo los indígenas de la Amazonía están atados de manos por formas de titulación –carentes de valor– que les impiden alcanzar el desarrollo a través del capitalismo.

Para el señor Chirif, coautor del Atlas de Comunidades Nativas, cuya primera edición data de 1977, y principal fustigador de lo presentado por De Soto, “el mensaje del vídeo es caritativo y consiste en señalar que los indígenas son pobres a pesar de estar sentados en un banco de oro”.

Nada más inexacto que esto. El doctor Chirif –que basa buena parte de su argumentación en señalar los errores de vestimenta de los nativos presentados en el vídeo–, como todos los críticos del sistema capitalista, hace todo lo posible para desprestigiar la visión liberal de De Soto.

Dice Chirif:

“Los pueblos indígenas no están entrando al mercado: lo están hace muchos años, pero lo están en la única manera como el mercado lo permite en zonas marginales, libradas a la matonería de los más fuertes, amigos de las autoridades locales, con quienes trabajan al alimón para ser explotados. El Estado es un espectador activo, de esos que tiran piedras desde la tribuna al actor más débil y se solidariza con el opresor”[1].

En realidad, lo que ha hecho el señor Alberto Chirif es describir los mecanismos utilizados por el capitalismo mercantilista para favorecer a sus allegados.

De esto y no de otra cosa se refiere el doctor Chirif cuando mezcla ambos capitalismos: el liberal –fundamentado en el respeto de la propiedad privada y la competencia– y el mercantilista –descrito por él mismo líneas arriba–, para confundir a sus lectores.

Para nada remarca en antropólogo en cuestión que los protagonistas del documental son indígenas. Deliberadamente obvia a los personajes que aparecen en él, como Miqueas Mishari –ex Presidente de Aidesep–, Osbaldo Rosas –Jefe de las Comunidades Nativas de Marankiari Bajo–, e Irene Pinedo, todos ellos oriundos de las etnias bora y ashaninka, ambas de nuestra Amazonía, y que por más que no estén vestidos como Chirif quisiera, pertenecen a una realidad que no es la suya: la de la selva peruana.

Lo que pasa es que el señor Chirif, como los destacados antropólogos que menciona Rodrigo Montoya –el otro crítico del documental– en su artículo –Richard Smith, Margarita Benavides, Frederica Barclay y otros–, está alimentado por el mito del Buen Salvaje, el cual hace que se sienta “bondadoso” con los indígenas amazónicos, tal como lo fueron en su momento los escritores indigenistas de inicios del siglo pasado cuando adornaban la figura del indio peruano.

Ya es hora de que sean los propios indígenas los que expresen sus puntos de vista. No sus intermediarios, quienes, explotando sus problemas, los que lo hagan para presentarse como “progresistas” o de “avanzada”.

El mensaje del documental es claro. Trata de reconocer en la cultura de los indígenas, caracterizada por su visión comunitaria y de reciprocidad entre sus miembros, elementos pertenecientes a una cultura empresarial. ¿Esto es malo? ¿Es pecado que se pretenda replicar en los territorios ancestrales de los nativos amazónicos los beneficios económicos que han adquirido sus pares de Alaska y Canada, respetando su hábitat natural y el medio ambiente?

Pareciera que esto es lo que le disgusta a Chirif –y en menor proporción a Montoya, quien se muestra más moderado y fundamentado en sus apreciaciones–: que los hombres de la Amazonía –como ya lo han hecho la gente puneña de Unicachi y Gamarra– descubran el capitalismo y perviertan sus costumbres o peor aún, las olviden.

Ése es el misterio que antropólogos como Alberto Chirif temen sea descubierto. El que los nativos, aprovechando la riqueza de su naturaleza, prescindan de su discurso, reconozcan que no pueden hacer nada con esos títulos que les da el Estado –desceñidos de las herramientas legales para incorporarlos a la modernidad–, y abracen la libertad económica.

Pasa también que a consultores como Chirif les ha irritado que les hayan dicho, de manera indirecta, que han asesorado mal a dirigentes nativos como Alberto Pizango, porque se pone en cuestión la calidad de sus asesorías.

Hernando de Soto, con El Misterio del capital de los indígenas amazónicos, ha lanzado un arma de discusión ideológica que, como en el caso de El otro sendero, ha ocasionado una picazón en las filas de la izquierda intelectual amazónica acostumbrada a que no le disputen el terreno de los pobres que creen es de su exclusividad.

Esta izquierda debe entender que las cosas están cambiando y de que el fantasma de Marx no recorre ya todas las latitudes del mundo, mucho menos en la Amazonía Peruana donde, entre huitotos y aguarunas, empieza a vagabundear como una triste sombra en pena.


Freddy Molina Casusol
Lima, 26 de octubre de 2009

[1] Ver El otro sendero (¿despistado?) de Hernando de Soto, en La Primera, 22 de setiembre de 2009.

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