jueves, 27 de octubre de 2011
UNA NOTA SOBRE “AVES SIN NIDO” Y LA NOVELA INDIGENISTA
“Si la historia es el espejo donde las generaciones por venir han de contemplar la imagen de las generaciones que fueron, la novela tiene que ser la fotografía que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquéllos y el homenaje de admiración para éstas”[12], dice Clorinda Matto en el prefacio de su novela. Aquí hay una tesis, una manera de encarar la literatura que, a nuestro juicio, colisiona con otra manera de verla como es la de Vargas Llosa. Precisamente es éste quien dedica, en un libro polémico donde hace un balance del indigenismo, unas líneas a la autora de Aves sin nido. “El primer escritor indigenista fue una mujer, enérgica hacendada[13]ella misma y lectora de Émile Zola y de los filósofos positivistas: Clorinda Matto de Turner (1854-1899). Su novela Aves sin nido inauguró una larga sucesión de libros comprometidos en los que se retrata, desde diversos ángulos, la vida campesina, denunciando las injusticias y reivindicando las costumbres y tradiciones indígenas hasta entonces ignoradas por la cultura oficial”[14]. Vargas Llosa dice esto luego de sostener que la literatura en los países de América Latina durante larga data pasaron a ser un sucedáneo de las ciencias sociales, de una visión correcta de la sociedad, de lo moral y éticamente aceptable. Para Vargas Llosa esa es una mirada inapropiada del hacer literario en el que la imaginación y el hechizo –entiéndase como el arte de seducir al lector con las palabras– tienen un lugar preponderante, casi aséptica de su entorno social. En sus ensayos La orgía perpetua. Flaubert y “Madame Bovary”; García Márquez: historia de un deicidio; y La verdad de las mentiras. Ensayos sobre la novela moderna, ha explicado su posición. Su visión de la literatura se acopla a la de Flaubert, Faulkner, a quienes él considera sus maestros. No tiene un anclaje en la tradición literaria nacional. Es el tipo de escritor –como lo ha demostrado con gran talento– que se encierra en su torre de marfil para dar rienda suelta a lo que él suele llamar placenteramente “sus demonios literarios”, recogiendo materiales y perfiles de la realidad; pero que no le significan en modo alguno compromiso con la sociedad. Por lo tanto, el hecho de leer en una novela –aunque sea del siglo pasado– tal declaración de principios, tuvo que haberle provocado algún tipo de reparo. Mario Castro Arenas, al respecto, con buen ojo, ha escrito: “No admite ambigüedades la decisión de Clorinda Matto de Turner en el sentido de emplear la novela, al igual que Aréstegui Cisneros, el mismo Cásos y Mercedes Cabello de Carbonera, como un instrumento al servicio de las reformas sociales”[15]. La Matto, pues, instrumentaliza la novela para hacer un alegato a favor de los indios, tal como lo hubiera esperado de ella su maestro: González Prada[16].
Notas
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[1] "Aves sin nido: ¿novela indigenista?", Fernando Arribas García, en Revista de crítica literaria latinoamericana, Año XVIII, Lima, 2do. semestre de 1991, pp. 63-64.
[2] Ver cita 9b, en La narrativa indigenista peruana, Tomás G. Escajadillo, Amaru Editores, Lima, 1994, pp. 43-44.
[3] Ver Aves sin nido ¿novela indigenista?, Tomás G. Escajadillo, en Socialismo y Participación, Lima, abril de 2003, p. 95.
[4] Clorinda Matto de Turner y su indigenismo literario, Francisco Carrillo, Ediciones de la Biblioteca Universitaria, Lima, 1967, p. 42.
[5] Escajadillo, en un libro de reciente publicación, dice –reiterando su primigenia opinión– que fue una “omisión consciente; no un olvido”. Ver Mariátegui y la literatura peruana, Tomás G. Escajadillo, Amaru Editores, Lima, 2004, p. 178.
[6] Hermenéutica y praxis del indigenismo. La novela indigenista de Clorinda Matto a José María Arguedas, Julio Rodríguez-Luis, Fondo de Cultura Económica, México, 1980, p. 19.
[7] Ver Clorinda Matto de Turner: para una imagen de la novela peruana del siglo XIX, en Clorinda Matto de Turner, novelista. Estudios sobre Aves sin nido, Indole y Herencia, Antonio Cornejo Polar, Lluvia Editores, Lima, 1992, p. 15.
[8] "Aves sin nido ¿novela indigenista?", Tomás G. Escajadillo, p. 80.
[9] Clorinda Matto de Turner y la novela indigenista, Alberto Tauro del Pino, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1976, p. 38.
[10] Clorinda Matto de Turner y su indigenismo literario, Francisco Carrillo, p. 55.
[11] Ver Proemio, en Aves sin nido, Clorinda Matto de Turner, Peisa, Lima, edición noviembre 1986, p. 9.
[12] Ibíd., p. 9.
[13] Clorinda Matto no fue hacendada (la hacienda donde pasó sus primeros años fue legada por su padre a los hijos de su segundo matrimonio) y menos terrateniente como lo ha demostrado Nelson Manrique. Fue acopiadora de lana primero y tras la muerte de su esposo, José Turner, una eficaz empresaria. Ver "Clorinda Matto de Turner y el nacimiento del indigenismo literario (Aves sin nido, cien años después)", Nelson Manrique, en Debate Agrario No. 6, Lima, abril-junio 1989.
[14] Ver La Utopía Arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, Mario Vargas Llosa, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 21.
[15] Ver La novela peruana y la evolución social, Mario Castro Arenas, José Godard Editor, 2da. edición, Lima, s/f, p. 108.
[16] Clorinda Matto de Turner primero fue discípula de Ricardo Palma y luego de González Prada, cuyas posiciones estético-literarias estaban enfrentadas. “Los miembros del Círculo Literario (presidido por González Prada) rechazaban la estética de Palma. Desde su punto de vista literario la literatura debía reflejar acontecimientos históricos en vez de embellecerlos. Los escritores debían volcarse al realismo para atender problemas históricos o políticos concretos.”, anota Kristal. Resulta curioso reconocer en la definición de tradición de Ricardo Palma una identidad de propósitos con Vargas Llosa, y que casi un siglo después desarrollaría éste en su libro de ensayos La verdad de las mentiras. Dice Palma: “La tradición es la fina urdimbre que dio vida a las bellísimas mentiras de la novela histórica cultivada por Walter Scott en Inglaterra, por Alejandro Dumas en Francia y por Fernández González en España.” Posición que a más no poder se asemeja, como dos gotas de agua lo pueden ser, a las de Vargas Llosa, admirador de Tirant lo Blanc y las novelas de caballería. Ver Una visión urbana de los Andes, Génesis y desarrollo del indigenismo en el Perú 1848-1930, Efraín Kristal, Instituto de Apoyo Agrario, Lima, 1991, pp. 125-126.
sábado, 22 de octubre de 2011
LA PALABRA DE COAGUILA
Freddy Molina Casusol
Lima, 22 de octubre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
BONDY Y OTROS RELATOS
Flaco, silencioso, y hasta un poco enigmático, la
figura de Bondy aparece replegada entre los no tan jóvenes narradores nacidos
en la década del setenta –entre los que se encuentra Enrique Planas con Orquídeas
en el Paraíso.
Finalmente, con Ayuda por teléfono, Juan Carlos Bondy no tiene motivos para
mantenerse más en el anonimato. Es un buen narrador, con la salvedad de que
debe desprenderse del aura de Ribeyro para expresar una voz propia, so pena de
confundirse con su maestro. Eso creemos.
Freddy Molina Casusol
Lima, 16 de octubre de 2011
domingo, 2 de octubre de 2011
EL “EXAMEN” DE L.A.S.
YO CRECÍ ADMIRANDO a Luis Alberto Sánchez. Su frente
sabia, su voz modulada y precisa, sus ojos perdidos en la ceguera blanca que lo
acompañaba. Admiraba su inteligencia, su vivaz juego de palabras con el que
descolocaba a los periodistas con sus preguntas. “Maestro”, le decían. Y, en
verdad, lo era. Mi tía me decía que cuando era estudiante de San Marcos se
acercaba a hablar con él y que, mucho tiempo después, cuando otra vez lo hizo,
él se acordó de ella. Dueño de una memoria prodigiosa, Sánchez, como se decía
por aquella época, era la inteligencia en persona. Terco militante del Partido
Aprista Peruano y amante de la Universidad Mayor de San Marcos, a la que
llamaba “su eterna novia”, Luis Alberto Sánchez fue
una de las últimas lumbreras intelectuales que tuvo el Perú. Culto, bastante
bien informado, Sánchez, por los años setenta y ochenta, tuvo algunas
apariciones televisivas. Primero en el programa “Testimonio” de César
Hildebrandt; y luego con “La hora de Luis Alberto” que él mismo dirigía en el
canal del Estado, donde derramaba toda su vasta cultura y conocimiento
literario. Yo siempre me preguntaba qué hacía L.A.S. (sigla con la que era
reconocido) al lado de políticos como Carlos Enrique Melgar o Armando
Villanueva, si lo suyo era la literatura, la vida intelectual y el mundo de las
ideas, que ya eran reconocidas en sus libros La Literatura Peruana, La
universidad no es una isla y Proceso y contenido de la novela
hispanoamericana. Era que su sola presencia adecentaba la política, le daba
el toque de inteligencia que necesitaba. Esa era su contribución. Por eso a
muchos no les asombró que integrara la fórmula presidencial encabezada por el
joven Alan García en 1985. Le daba el equilibrio necesario. Sus adversarios
–que no eran pocos– le enrostraban en el plano intelectual que se dejara llevar
por su portentosa memoria –que a veces lo traicionaba– para cometer gazapos en
sus libros. Eso lo recordó Mario Vargas Llosa en El pez en el agua,
cuando contó cómo el riguroso Raúl Porras Barrenechea quedó espantado aquella
vez que el crítico chileno Ricardo A. Latcham dejó malparado a Sánchez, a
propósito de las inexactitudes detectadas en su libro Proceso y
contenido. A mediados de los ochenta, L.A.S., haciendo un alto en sus
labores como vicepresidente de la República, regaló a los lectores y
admiradores de su buena prosa, un conjunto de artículos que fueron publicados
en el semanario “Visión Peruana” dirigido, para variar, por César Hildebrandt.
Escritos buena parte de ellos en primera persona, Sánchez los escribe con una
fluidez envidiable, sin el apuro del cierre, con la sapiencia de un hombre que
supera los ochenta años y quiere, apelando a la confesión íntima, revelar sus
secretos, sus anhelos y angustias. El recorrido de Sánchez en estos artículos
pasa por su infancia y adolescencia, por sus lecturas más queridas Por ello, se
puede decir que estos textos reunidos en Examen de conciencia (Mosca
Azul Editores, 1988) son una especie de memorias anticipadas –o continuadas, si
la memoria no me es infiel, de los seis volúmenes que por esos años salieron a
la luz–, un extracto selecto de lo mejor de su pensamiento. Leer –o releer,
como aconsejaba L.A.S– estos textos es más que un deleite, es una obligación,
sobre todo ahora que andamos carentes de intelectuales de fuste que nos hagan
soñar con las palabras.
Freddy Molina Casusol
Lima, 2 de octubre de 2011
Sobre Luis Alberto Sánchez puede leer el artículo "El intelectual comprometido" del
periodista Raúl Mendoza Tume, publicado en el diario La República.
LA GRAN USURPACIÓN
ME CAÍA muy mal Omar Chehade, exvicepresidente de Humala, pensaba que era un traidor por salir a atacar al expresidente y a su mujer, la señ...
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Quien nos la vendió se definió a sí mismo como marxista-leninista-maoísta-pensamiento gonzalo. Un título que aun ahora resulta peligroso uti...
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