Desde el título mismo anuncia irreverencia. Alude, procaz, a las
relaciones sexuales contranatura y el irse contra el mundo y contravenir sus
reglas. Su autor, Rilo, siguiendo a su maestro Bukowski, detesta el orden, el
status quo establecido. Como éste intenta ser rudo, chocante, confrontacional.
Su estética es la de la calle, la de los bajos fondos, la del mundo marginal
donde se siente cómodo. A través de sus páginas, se puede observar un mundo
putañero al que pocas veces puede asistir, el del jirón Quilca y alrededores.
Por eso despierta curiosidad. Porque Rilo, si un mérito tiene, es que ha
hurgado en la basura y lo ha hecho por nosotros. No es un arquitecto de las
palabras, pero sí sabe, de manera intuitiva, contar una historia. Sabe hacer
los cortes debidos y dejar el suspenso en cada uno de los relatos que dan forma
a su libro. A veces con un final abierto por allí, invita al lector para que,
con morbosa imaginación, complete el desenlace. Rilo ha tenido buenas lecturas,
pero no ha alcanzado la perfomance de Lowry, Carver y menos de su admirado
Bukowski. Interesa porque ha hecho un retrato de la Lima de los noventa, con
niñas prostitutas en las esquinas y ambulantes derramándose por sus arterias
principales, que puede servir a un sociólogo o antropólogo que quiera
reconstruir la imagen de la ciudad en esos años. O a un psicólogo que pretenda
estudiar la conducta de los personajes del libro –entre ellos Rilo, encubierto
bajo el nombre de Rufo– librados a la violencia y sexo en la sociedad. A una
feminista podría interesarle también para entender por qué ciertas chicas
bonitas gustan de machos underground, que buscan ayuntarse con ellas. En suma,
Rilo, tomando como fondo el paisaje suburbano de la capital, teje una historia
alrededor de su musa, Sofía, quien asiste a su decadencia y degradación,
presentándose a veces como un maldito –cuando le pega por gusto a un homosexual
en un micro o deja que sus amigos violen a su eventual amiga de aventuras, La
Pelucona–; y otras como un tipo que a pesar de exaltar una existencia llena de
alcohol y droga, tiene el arrojo de enfrentarla de acuerdo a los códigos que le
han impuesto. Una existencia que, a juzgar por una nota que le hicieron,
extraña desde una ciudad como Miami, en donde ya debe haber concluido, alejado de
la droga y el trago, una tesis de doctorado que, para no caer en la
inconsecuencia, suponemos, exudará un aroma antisistema.
Freddy Molina Casusol
Lima, 9 de febrero de 2010
Contraeltráfico
Ediciones El Santo Oficio, 1997
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