Arguedas tampoco aceptaba que el Rosendo Maqui de Ciro Alegría y por ende su Rendón Willka de TLS fueran una realidad verbal, una realidad de palabras, como parecía sostener Salazar, sino una verdad palpable en la realidad: “... pero Sebastián –interrogaba Arguedas–, por qué diablos usamos la palabra realidad verbal? Digamos realidad literaria; si se dice “realidad verbal” podemos llevar a un extravío a la gente que no está dentro de la jerga de los estudiosos de la literatura. Yo le decía a Ciro: ¿Cómo diablos va a ser realidad verbal Rosendo Maqui? ¡Es realidad! Que esté dicho en palabras eso no quiere decir que sea solamente realidad verbal.”[8] El crítico José Miguel Oviedo, quien participaba también del debate tomó partido por Salazar e hizo una importante precisión a Arguedas: “Rosendo Maqui, José María, ¿existe en qué contexto? En el contexto llamado El mundo es ancho y ajeno, ¿verdad? Es una realidad de palabras aunque aluda a una realidad histórica, social, política económica, aunque aluda a la experiencia de Ciro; Ciro ha visto muchos indios y de esos indios ha sintetizado un personaje literario...”[9] Arguedas sin embargo insistió en su postura, y en una última intervención puntualizó: “...bueno lo diré en forma arbitraria, me molesta la frase realidad verbal, porque cuando se dice realidad verbal me parece que no se dijera que es realidad objetiva, es decir realidad nacida del hombre y del paisaje”[10]. Ciro Alegría, por su parte, aludido por Arguedas, añadió un poco más de confusión en la mesa y dijo: “Yo creo que Salazar Bondy, al decir eso de realidad verbal, quiere más bien expresar realidad vital, ¿no?”[11]. “Realidad verbal”, “realidad literaria”, “realidad vital”, no son sino términos, creemos, que encierran un drama y/o angustia de José María Arguedas, el de demostrar la veracidad de sus narraciones indigenistas[12]; la que alcanzaría su punto de clímax en la fatídica mesa de 1965, de la que saldría espiritualmente herido tras ser literalmente tasajeado por un selecto grupo de sociólogos. Y ese punto de quiebre, que generaría la discusión entre ambos amigos, fue retomado treinta años después por Vargas Llosa en La utopía arcaica cuando el escritor dice que la obra de Arguedas, “en la medida que es literatura, constituye una negación radical del mundo que la inspira: una hermosa mentira”[13]. Eso que en Salazar Bondy pasaría oscurecido, no le sería perdonado a Vargas Llosa por los admiradores de Arguedas.
NOTAS
[1] Primer encuentro de narradores peruanos, 1965. Para los fines de reproducción del debate utilizamos la segunda edición publicada por Latinoamericana Editores en abril de 1986.
[2] Ibíd., p. 104.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd., p. 106.
[5] Ibíd., p. 107.
[6] Ibíd., p. 112.
[7] Ibíd., p. 140.
[8] Ibíd., p. 140-141.
[9] Ibíd., p. 141.
[10] Ibíd., p. 146.
[11] Ibíd., p. 147.
[12] Carmen María Pinilla y Melisa Moore han hecho alusión a este incidente; sobre todo la primera que ha estudiado las intervenciones de Arguedas en la mesa redonda sobre Todas las sangres, organizada por el I.E.P. Ver Arguedas, conocimiento y vida, Carmen María Pinilla, Pontificia Católica del Perú, Lima, 1994, pp. 183-184; y Las ciencias sociales y la novela en el Perú. Lecturas paralelas de Todas las sangres, Melisa Moore, p. 189.
[13] Ver La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, Mario Vargas Llosa, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 84.
1 comentario:
http://utero.pe/2011/01/18/vargas-llosa-sobre-arguedas/utero
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