miércoles, 24 de junio de 2015

CUANDO BORGES FUE ENTREVISTADO POR VARGAS LLOSA

1981. Mario Vargas Llosa entrevista a Jorge Luis Borges para La torre de Babel, programa que dirigía en la televisión peruana. Según contó el novelista esta fue “muy cariñosa, ya que yo no solamente le tenía mucha admiración sino también mucho cariño personal, pues (Borges) me parecía una persona muy encantadora, muy entrañable por esa fragilidad que tenía”.

No fue la primera vez que lo hizo. En realidad, fue la tercera. Dieciocho años antes, en 1963, cuando era traductor de noticias al español y estaba casado con Julia Urquidi, narra en una entrada de El diccionario del amante de América Latina dedicada a Borges, que este en París –adonde había ido el argentino para dar un par de conferencias sobre literatura fantástica y literatura gauchesca–, “se resignó a conceder una entrevista (una de mil) al oscuro periodista de la radiotelevisión francesa que era este escriba”[1]. O sea, él.

Borges y su madre
Borges, quien por esos años sufría los embates de la ceguera, recuerda “era, todavía, un sencillo y tímido intelectual porteño pegado a las faldas de su madre, que no acababa de entender la creciente curiosidad y admiración que despertaba, sinceramente abrumado por el chaparrón de premios, elogios, estudios, homenajes que le caían encima, incómodo con la proliferación de discípulos e imitadores que encontraba por donde iba”[2] .

El peruano, posteriormente, tuvo una segunda oportunidad de tener al frente a su par argentino y hasta, incluso, en una fecha indeterminada, recibirlo por varias horas en una de sus casas repartidas por el mundo. Aunque, advertía, el autor de Historia Universal de la infamia “ya solo tenía oyentes, no interlocutores”.

Pero volvamos al inicio, a la tercera entrevista. Esta se realizó en Buenos Aires, capital a la que se había desplazado Vargas Llosa para entrevistar al maestro argentino. Al final de ella, el escritor peruano le hizo notar “la modestia de su departamento, que tenía incluso las paredes deterioradas, que había visto goteras en el techo…”[3].

Esto habría molestado a Borges, quien fue distante con él la siguiente vez que se vieron. Al parecer, según Vargas Llosa, la alusión a las goteras de su casa “lo ofendió tremendamente”[4].

Hasta aquí la versión del novelista. No se conocía la opinión de Borges al respecto.

Esta se halla desentrañada en Borges, libro de Bioy Casares que reproduce fidedignamente las conversaciones que ambos tuvieron durante cuarenta años de relación amical.

En la entrada del 19 de junio de 1981, Bioy anota el encuentro de Borges con un “periodista peruano, un hombre muy modesto”:

Borges dijo: “Yo notaba que estaba furioso y que protestaba, como si se doliera de la humildad de mi departamento. Cuando se levantó para irse, oí la gota de la gotera que tuvimos durante una o dos semanas (un caño roto en el piso de arriba). Me dijo Fanny [empleada de Borges] que el hombre se iba con la cabeza empapada. De puro modesto no se había atrevido a cambiar de sitio, pero con indignación protestaba porque yo viviera en un departamento tan miserable”[5].

A quien se refería, sin duda, era a Vargas Llosa por dos detalles: el año de la entrevista –1981 (coincidente con la propalada por La torre de Babel)– y la gotera en el techo.

Borges no le concedió ninguna importancia a su interlocutor. Para entender esto hay que recordar que el escritor argentino no leía autores contemporáneos y que no era aficionado a la novela. (Bioy sí conocía la trascendencia de Vargas Llosa, pero como Borges no soltó el nombre del peruano, para él pasaría también inadvertida su presencia aquella vez).

Han pasado treinta y cuatro de este último encuentro que unió a un eterno aspirante al Nobel y a quien después lo sería. Y han pasado casi diez años desde que Bioy Casares publicara parte de su diario con las intimidades de su amigo –Borges–. Los tres, contando a Bioy, obtuvieron el premio Cervantes de Literatura. Y los tres son ahora referentes ineludibles de las letras hispanoamericanas.

Freddy Molina Casusol 
Lima, 24 de junio del 2015

[1] Ver Diccionario del amante de América Latina, Paidós, 2006, p. 65.
[2] Ibíd.
[3] Diálogo con Vargas Llosa, Ricardo Setti, Kosmos Editorial, 3era. edición, 1990, p. 65.
[4] Ibíd.
[5] Ver Borges, Bioy Casares, Ediciones Destino, 1era. edición, 2006, p. 1551.

martes, 9 de junio de 2015

TRES LIBROS DE MARCO AURELIO

Comentar un libro de Marco Aurelio Denegri es una empresa riesgosa. Pero hay que aventurarse. Es bastante conocida la capacidad de tan notable polígrafo de apabullar a sus inquiridos con su caudal de conocimiento y erudición. Ni Vargas Llosa –a quien ha llenado de atingencias gramaticales observadas en sus novelas– se ha salvado. Y mucho menos la experta lingüista Martha Hildebrandt, a quien le endilgó hace algunos años una sonora llamada de atención sobre el real significado de una nota lexicográfica publicada por ella en El Comercio, “Las papas queman”.
Por ello, comentar un libro de Marco Aurelio es un riesgo. Corro ese riesgo por partida triple pues tengo en mis manos una tríada de libros que llevan su nombre: Miscelánea Humanística, Obscenidad y Pornografía y Poliantea. Tres libros estupendos no solo por la calidad de información proporcionada sino por la pulcritud de su edición –quizás, para ser justos, podríamos decir belleza–.
He “picoteado” los tres por el lado que más me ha interesado: el sexual –tema en lo cual Denegri es una consumada autoridad (han explotado esa vena en él para parodiarlo en algún programa de humor). En ese sentido, “Recuerdos Huatiqueros” es una inmejorable entrada para ingresar a Miscelánea Humanística, el primero de los tres volúmenes antes mencionados.
En esta investigación Denegri lleva al lector de la mano por el jirón Huatica –la calle donde la "Pies dorados" de la novela de Vargas Llosa, La ciudad y los perros, ejercía tan erógeno y lucrativo comercio carnal–, explora sus orígenes, cita testimonios de contertulios recogidos por aquí y por allá de libros que ha leído, y él mismo se vuelve protagonista de una de sus microhistorias al narrar el divertido encuentro con su profesor de Castellano en “la calle de la perdición”, quien, inútilmente, lo instruía en los “inconvenientes y peligros de acostarse con putas”.
En el segundo volumen de los ya citados, Obscenidad y Pornografía, el que destaca de lejos es el que abre el libro: “Cinco inquisiciones obsceno-pornográficas a Marco Aurelio Denegri (Inquisidor: el propio respondiente)” y no por el conocimiento sobre el tema, sino por el ánimo de embestir al ignaro –al mismo estilo de la “Doctora Cachetada”– cuando el autor, para acabar de un solo golpe, y de una vez por todas, con la confusión que cunde cuando se trata de dilucidar el significado de las palabras “obscenidad” y “pornografía”, dice, de sopetón, en la página 31: “La pornografía, y digámoslo pleyebamente, es pura cachería”. Horror de horrores para los moralistas que hundan sus narices en estas páginas.
En el tercero, Poliantea (voz tomada del griego, y que, según el autor, "en sentido figurado quiere decir colección de noticias varias"), al margen de lo altamente erótico de la sobrecubierta (una versión pop del cuadro de Velázquez, “La Venus del Espejo”), la entrada que ha captado nuestra atención es la dedicada al amor. “¿Se puede amar a más de una persona al mismo tiempo?” es una exposición lúcida sobre la relación de pareja y sobre la inutilidad de mantenerla si resulta emocionalmente demasiado costosa. Muy puntual, don Marco Aurelio en esta nota.
Como verán hemos salido más o menos indemnes de tan dura prueba. Sudando un poco hemos llegado hasta aquí, a esta línea de feliz conclusión.

Freddy Molina Casusol
Lima, 9 de junio de 2015

VARGAS LLOSA PERIODISTA Y EL REPORTAJE A NICARAGUA

EL reportaje salió publicado en The New York Times bajo el título “Nicaragua en la encrucijada” (1985). Aquí  El Comercio  lo difundió en e...