No fue la primera vez que lo hizo. En realidad, fue la tercera. Dieciocho años antes, en 1963, cuando era traductor de noticias al español y estaba casado con Julia Urquidi, narra en una entrada de El diccionario del amante de América Latina dedicada a Borges, que este en París –adonde había ido el argentino para dar un par de conferencias sobre literatura fantástica y literatura gauchesca–, “se resignó a conceder una entrevista (una de mil) al oscuro periodista de la radiotelevisión francesa que era este escriba”[1]. O sea, él.
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Borges y su madre |
El peruano, posteriormente, tuvo una segunda oportunidad de tener al frente a su par argentino y hasta, incluso, en una fecha indeterminada, recibirlo por varias horas en una de sus casas repartidas por el mundo. Aunque, advertía, el autor de Historia Universal de la infamia “ya solo tenía oyentes, no interlocutores”.
Pero volvamos al inicio, a la tercera entrevista. Esta se realizó en Buenos Aires, capital a la que se había desplazado Vargas Llosa para entrevistar al maestro argentino. Al final de ella, el escritor peruano le hizo notar “la modestia de su departamento, que tenía incluso las paredes deterioradas, que había visto goteras en el techo…”[3].
Esto habría molestado a Borges, quien fue distante con él la siguiente vez que se vieron. Al parecer, según Vargas Llosa, la alusión a las goteras de su casa “lo ofendió tremendamente”[4].
Hasta aquí la versión del novelista. No se conocía la opinión de Borges al respecto.

En la entrada del 19 de junio de 1981, Bioy anota el encuentro de Borges con un “periodista peruano, un hombre muy modesto”:
Borges dijo: “Yo notaba que estaba furioso y que protestaba, como si se doliera de la humildad de mi departamento. Cuando se levantó para irse, oí la gota de la gotera que tuvimos durante una o dos semanas (un caño roto en el piso de arriba). Me dijo Fanny [empleada de Borges] que el hombre se iba con la cabeza empapada. De puro modesto no se había atrevido a cambiar de sitio, pero con indignación protestaba porque yo viviera en un departamento tan miserable”[5].
A quien se refería, sin duda, era a Vargas Llosa por dos detalles: el año de la entrevista –1981 (coincidente con la propalada por La torre de Babel)– y la gotera en el techo.
Han pasado treinta y cuatro de este último encuentro que unió a un eterno aspirante al Nobel y a quien después lo sería. Y han pasado casi diez años desde que Bioy Casares publicara parte de su diario con las intimidades de su amigo –Borges–. Los tres, contando a Bioy, obtuvieron el premio Cervantes de Literatura. Y los tres son ahora referentes ineludibles de las letras hispanoamericanas.
Freddy Molina Casusol
Lima, 24 de junio del 2015
[1] Ver Diccionario del amante de América Latina, Paidós, 2006, p. 65.
[2] Ibíd.
[3] Diálogo con Vargas Llosa, Ricardo Setti, Kosmos Editorial, 3era. edición, 1990, p. 65.
[4] Ibíd.
[5] Ver Borges, Bioy Casares, Ediciones Destino, 1era. edición, 2006, p. 1551.
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