Venciendo un prejuicio alimentado por
declaraciones del escritor Mario Vargas Llosa respecto a las cualidades
literarias de la obra escrita por su ex mujer Julia Urquidi, Lo
que Varguitas no dijo[1]que sirve de continuación y respuesta a La tía julia y el escribidor,
resolvimos adquirir la obra para salir de la duda.
El bicho de la curiosidad y unas cuantas horas
nos bastaron para recorrer sus trescientas páginas delineadas en una prosa
ajena a cualquier pretensión estilística, como bien advierte la autora en el
prólogo, jaloneando su lectura sentimientos de ternura, extrañeza y desgarro
muchas de las veces.
Mostrada en los ojos de Urquidi los apuros de
esta eventual pareja, nos recordó en algún momento su lectura el sentido
testimonio de Matilde Urrutia en Mi vida junto a Pablo Neruda (Seix Barral, 1987), libro de memorias que recuerda su
vida al lado del afamado poeta chileno.
Aunque con procesos y desenlaces desiguales
encontramos puntos de coincidencia y conexión en estas dos mujeres en el
sentido del respaldo y la entrega por secundar las carreras literarias de sus
esposos en momentos críticos y de aflicción.
Una de las lecciones que nos brinda el libro de
Urquidi está relacionada a esa singular especie humana, a ese becerro de oro
dotado de la facultad de hacer fuegos artificiales con la palabra y calificado
por las musas para cincelar frases, sueños y odios de las gentes, llamado con
solemnidad escritor, y que como cualquier imperfecto miembro del género
pensante se compone también de egoísmos, iras y neurosis.
Por ello el mérito del libro es el de
desmitificar idealizaciones apresuradas y entusiasmos desentonados para
presentarnos en su desnudez adanica al creador y al medio en que se encuentra
atado en la producción de sus ideas, interpolándolas y fusionándolas en un
contexto de vida en común.
Con su carácter intimista el libro nos invita a
descorrer un tanto el velo impreso en el inconsciente del novelista y sus
famosos “demonios interiores”, los cuales danzan alrededor del fuego atizado
por las aprensiones espirituales, oscilantes entre el amor y desamor conyugal.
Urquidi Illanes al final de esta obra consigue
en una terapia de liberación catártica desentenderse –no sin resentimientos ni
juicios antelados difíciles de esquivar– de su compañero de ruta, para dar salida
a sus propios demonios que atropelladamente se proyectaron luego de veintiocho
años de encerrona franciscana.
No faltará sin duda quienes acentuarán
seguramente en una visión voyeurista y aguzarán el oído para el comadreo
subterráneo y dócil del cuchicheo sonrosado; pero, para nosotros, no son sino
los recuerdos sinceros y descarnados de una mujer que supo en su marasmo
interior desprenderse del joven transformado en adulto para transportar y
entregar a las musas un escritor.
Freddy Molina
Casusol
Junio de 1992
[1] Juan José Armas Marcelo, biografo de Mario Vargas Llosa –no el
mejor, se espera uno menos deslumbrado con el aura de su biografiado– ha
revelado en Vargas Llosa. El vicio de escribir (Editorial
Norma S.A., 1991) que Julia Urquidi habría recibido la ayuda de un tercero –no
se sabe quién es– para escribir su libro y de que la versión boliviana que se
conoce actualmente no se asemejaría a la que a él se ofreció para ser publicada
en el sello editorial de Argos Vergara, del cual era director literario. Según
Armas Marcelo, quien recoge el testimonio del agente literario, escritor y
periodista Ramón Serrano, esta versión –escrita por el novelista español
Enrique Cerdán Tato– no vio la luz porque la Urquidi no se sintió satisfecha
con el resultado y ese manuscrito todavía estaría en poder de ella. De ser así
existirían dos Lo que Varguitas no dijo. La que comentamos aquí
corresponde a la primera versión que, con seguridad, nació con la asistencia de
un desconocido (Junio de 1999).
*Para ver más sobre Julia Urquidi, leer la nota de Raúl Mendoza Tume: "Adiós a la tía Julia"
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