LA ÚNICA VEZ QUE VI a Víctor Hurtado fue en 1987, más o menos. Yo estaba
al fondo, en la última fila, en Salón de Grados de la Casona de San Marcos. ¿El
motivo? Hurtado exponía ante un auditorio abarrotado de alumnos y curiosos su
peregrina tesis sobre el hayismo-leninismo, con la cual había descolocado a los
ideólogos del Apra y de la izquierda más dogmática. ¿Cómo era eso, se
preguntaban ambos bandos enfrentados, de meter a Haya y Lenin en un mismo saco?
¿Cómo era eso de conciliar la revolución leninista con el peor de los
reformismos representado por Haya? ¿Cómo explicar ese desaguisado? Para eso
estaba allí Hurtado, desfasedor de entuertos. Días, o semanas atrás, se la
había pasado tratando de explicar el tema. Debatiendo, desde las páginas del
semanario Amauta –órgano de prensa del Partido Unificado Mariateguista (PUM)–,
se enfrentó en un duelo de ideas con Sinesio López, Carlos Iván Degregori y
otros intelectuales de izquierda relacionados con el sector “zorro” (acusado de
reformista) de ese partido. Brillante, Hurtado los dejaba fuera de juego con su
buen manejo de fuentes. Pero, peor –para ellos–, parecía tener la razón; al
parecer Haya había sido un buen discípulo de Lenin –a pesar que la ortodoxia de
izquierda lo negara– y Fidel Castro –sí, el barbudo que hizo la revolución en
Cuba–, había concretado las ideas del joven Haya que el viejo había
traicionado. La izquierda, pues, se sublevaba ante esa posibilidad teórica.
Pero Hurtado allí estaba para demostrarlo, para demostrar que el joven Haya
proponía un estado antiimperialista camino al socialismo y un frente único de
trabajadores manuales e intelectuales, el cual fue traducido por Castro en un
partido de masas –que incluía la burguesía– para asaltar el poder. Hurtado, sobre
el primer gobierno aprista, escribió: “Sesenta años de espera merecen, al
menos, un premio consuelo. Durante décadas, miles de apristas aguardaron que su
partido llegase al poder, para que empezara, así la «gran transformación»
[cualquier parecido con nuestra actual realidad, es solo eso: parecido]. Pero
la historia se entretiene haciendo paradojas. No hay ni habrá revolución
aprista en el Perú, antes de 1990. Y, sin embargo, esa revolución ya se
produjo. Con éxito brillante, las tesis revolucionarias de Haya de la Torre han
pasado la prueba final, definitiva, de la realidad, por lo menos una vez en
nuestra América: en Cuba. La Revolución cubana es el homenaje que la historia
ha rendido al genio político de Víctor Raúl. Y los apristas tienen en la isla profética,
el premio de su espera. «Premio consuelo» tal vez, pero no poco. El joven Haya
escribió El antimperialismo y el Apra sobre papeles; el joven Castro, sobre la
realidad. Y, en su tiempo, a cada uno le toca mérito igual”. Una herejía que no
le perdonaban ni la izquierda ni el Apra a Hurtado. Por eso Hurtado a calzón
quitao –y pecho descubierto– había aceptado la invitación para exponer sus
ideas en la Casona. Recuerdo que cuando terminó su presentación –tan amena como
la de Aníbal Quijano, también conferencista en la velada–, Hurtado pasó a
defender con uñas y dientes –y capa en mano– esa nueva piedra de Rosetta
llamada “hayismo-leninismo”. En la rueda de preguntas algunos estudiantes
sanmarquinos de izquierda lo quisieron hacer resbalar con intervenciones
cargadas de dogmatismo y citas fuera de contexto de Marx, Lenin y Mariátegui
–destacó en especial uno que era reconocido por el estalinismo de su
agrupación, Vanguardia Estudiantil, de la cual, creo, era el único militante–.
Hurtado los despachó con facilidad. Luego, con el tiempo, se tomó la molestia
de publicar estas ideas en un volumen titulado –como era de esperar–
Hayismo-leninismo (Bahía ediciones, 1987), que reunía casi la totalidad de
artículos sobre el debate con la izquierda y el Apra. En esas páginas está el
joven Hurtado, el hayista-leninista, el seguro seguidor de Marx en Miseria de
la Filosofía –del que, creemos, tomó el estilo para escribir sus artículos y
sacarles “roncha” a sus adversarios–. En otras palabras, el mejor Hurtado que
hemos podido disfrutar en nuestra juventud.
Freddy Molina Casusol
Lima, 11 de noviembre del
2012
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