LAS ÚLTIMAS NOTICIAS que tuvimos de la existencia de un gremio periodístico en el Perú fue allá por los años ochenta, en un librito editado por el Colegio de Periodistas que tenía estampada la firma de Juan Vicente Requejo, El periodismo en Piura (1983). Antes, por otro libro de Juan Gargurevich, Mito y verdad de los diarios de Lima, supimos de la existencia de dos gremios: la Federación de Periodistas del Perú (FPP) y la Asociación Nacional de Periodistas (ANP), que, como perro y gato, paraban peleándose por ser reconocidas en el medio periodístico peruano –cosa que nunca ocurrió por vivir jaloneadas en rivalidades políticas (una acusaba a la otra de ser aprista; y la otra a la primera de estar alineada con El Comercio, es decir la derecha)–. Una locura. Lo que sí quedaba muy en claro es que cualquiera de las dos que quisiera erigirse como defensora de los periodistas peruanos no alcanzaba la medida necesaria.
Posteriormente, apareció el Colegio de Periodistas con el noble fin de unificar a ambas ramas condenadas a la extinción. Sin embargo, el Colegio volvió a replicar los mismos defectos que sus antecesores: peleas intestinas, acusaciones de malos manejos, etc. Eso ocasionó que mucha gente con buenas intenciones se alejara y que un periodista como César Hildebrandt dijera que no estaba inscrito en sus filas porque hasta el panadero tenía colegiatura. O sea, cualquiera.
El Colegio tuvo un solo momento de brillo. Eso ocurrió en febrero de 1983, cuando Mario Castro Arenas, a la sazón decano nacional, integró la Comisión Investigadora de los sucesos de Uchuraccay, presidida por el escritor Mario Vargas Llosa, quien buscó esclarecer la muerte de ocho periodistas–conocidos ahora como mártires de la prensa peruana– en las alturas de la sierra ayacuchana.
Desde entonces, el gremio que debiera reunir a los periodistas nacionales navega en la inercia. Solo acceden a sus cargos personajes grises, sin mayor relevancia en el ambiente periodístico. A tenor de las recientes informaciones que se tienen de sus próximas elecciones a nivel nacional, el asunto ha empeorado. Hay quienes, respondiendo a intereses de grupo, quieren seguir manteniendo la hegemonía en el Colegio. Vaya uno a saber los motivos que los empujan a ello.
Pero tal vez las cosas no estén tan perdidas. Por allí ha surgido un candidato –¿outsider?– que desde que ha hecho su aparición ha comenzado a recibir adhesiones. ¿Su nombre? Alfredo Vignolo Gonzáles del Valle. Él es un periodista de la vieja escuela, aquella que, a pesar de los estudios universitarios (hizo su carrera en la Universidad de Lima), se hizo fundamentalmente en la calle. Vignolo ha asomado solitariamente para impregnar en estas justas electorales del gremio periodístico una dosis de ética y, por qué no decirlo, de honestidad. No lo conozco personalmente, pero sí he tenido la oportunidad de estar al tanto de su trayectoria en diferentes medios de comunicación de la capital, tanto como director, asesor o jefe de prensa. Es, por tanto, un profesional que ama el oficio y que, como muchos, se subleva ante la posibilidad de seguir viendo al garete esa nave llamada Colegio de Periodistas del Perú.
¿Por qué los afiliados deberían de votar por él y no por otro?, se preguntará alguien por allí. Porque lo otro sería mantener el status quo actual. Esto es, la improvisación y el culto a la personalidad de la actual gestión, las cuales se pueden verificar revisando la página web de la filial de Lima, diseñada exprofesamente para destacar la figura de su actual decano, el señor Óscar Olórtegui. Y porque no hay, en verdad, en el gremio un profesional que defienda a cabalidad los derechos de todos los periodistas peruanos, a pesar de que su Estatuto se lo demanda.
En comparación, por poner un ejemplo, con el Colegio de Abogados de Lima –que ha tenido decanos que incluso han aspirado la presidencia de la República–, el Colegio de Periodistas de Lima nunca ha tenido un periodista de fuste que haya tomado sus riendas. Quien ostenta el cargo en estos momentos es un ilustre desconocido y con escasa trayectoria.
Jorge Luis Borges decía: “A un caballero solo le interesan las causas perdidas”. Tal vez esta sea una de ellas. El esfuerzo quijotesco de Vignolo –denunciando y alzando su voz de protesta en el mar proceloso de la indiferencia– califica en ese rubro. Servirá de ejemplo para contrariar a quienes creen aún en estas elecciones gremiales que la picardía y el sacar ventaja sobre los demás es la norma en este mundo.
Felizmente, hay gente como él para objetar esta afirmación. Eso reaviva nuestra fe en que las cosas pueden ser muy diferentes. El periodismo y las futuras generaciones de periodistas se lo agradecerán, estoy seguro.
Freddy Molina Casusol
Lima, 8 de octubre del 2013
Crédito de la foto: Diario "La Primera"
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