miércoles, 26 de marzo de 2014

LOS FALSOS LIBERALES



EL OTRO día un amigo hizo un comentario sobre un tema de actualidad en la red. Lo que me llamó la atención fue su apreciación final. Dijo: “para que aprendan los falsos liberales. “Falsos liberales”, musité. Mi amigo es socialista y su opinión tenía esa carga negativa con la que los socialistas descalifican a los llamados “neoliberales”. Pero más allá de esto, me pregunté: ¿si hay “falsos liberales”, entonces cuáles eran los “verdaderos”? Sospecho que para mi amigo deben ser aquellos que contemporizan con los lugares comunes del socialismo: regulación del mercado; mayor participación del Estado en el manejo de los asuntos públicos (hasta asfixiarlo); cuestionamiento de la televisión “basura”; demonización del empresariado capitalista (por usurero y egoísta); promoción de una ley de medios en el Perú, etc. A la lista anterior hay que añadir también: llevarse bien con esa rara especie política denominada “caviar” –por sus enemigos; no por quien escribe estas líneas–, para así calificar como un “verdadero liberal”.

II

Mi amigo estudió en San Marcos, en la década de los ochenta, una carrera de Letras –no digo cuál para que no lo identifiquen y le hagan bullying–. Siempre lo veía pasear con un morralcito incaico por el patio de la Facultad; así pasaba como una persona “progresista” identificada con las causas sociales. Eso sí, nunca lo vi en una protesta estudiantil, en una marcha reclamando por un aumento del presupuesto de la universidad, porque esas cosas, desdeñosamente, se las dejaba a los estudiantes contestatarios; no veía que él no iba a perder su tiempo en esas maromas; él tenía muchas cosas más importantes que hacer, como, por ejemplo, preparar una “perfomance” poética para sus amigos del jirón Quilca, hundir sus narices en un sesudo libro de Derrida –quién como él que podía entenderlo– y escuchar la música de Pink Floyd, que lo proyectaba directo al cielo. O sea, manyas, la trifulca se la dejo al “demos” (al pueblo), entiendes; yo no me voy a ensuciar las manos y mucho menos tengo las intenciones de meter los pies en una comisaría del centro de Lima –la del jirón Cochabamba, que “agasajaba” por esos años a los sanmarquinos revoltosos–. Así pensaba, ése era su pensamiento, y lo siguió siendo hasta muchos años después de mudar su cómodo asiento en la universidad privada –que pagaba el generoso de su papi, mientras alternaba en la “subversiva” San Marcos– por uno más mullido en la CVR, desde donde, haciendo uso de su intelecto virado a la izquierda, creía que podía ayudar mejor al pueblo (al “demos”), sin pasar por el penoso suplicio de enfrentar a un guardia civil armado al mando de la represión.

III 

Foto: Agencia ISO
Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿a quiénes se refería mi amigo cuando hablaba de “falsos liberales”. ¿Acaso aludía a Toledo? Tal vez, porque en su confusión a lo mejor creía que un partidario de la “tercera vía” es lo que debe ser un “verdadero liberal”: o sea, un “iluminado” que diga que la economía de libre mercado debe estar atada como una humita (de libre mercado). ¿O, a lo mejor, se refería a Fujimori? Quién sabe, si durante años se ha confundido el pragmatismo del “chino” con el liberalismo, no sería nada raro pensar que a mi amigo le hubieran hecho pasar gato por liebre. Pero, si no eran los dos anteriores, ¿no sería, acaso, Lourdes Flores la aludida? Difícil, hay que recordar que ella es socialcristiana y su doctrina –oleada por el Vaticano– cuestiona severamente el capitalismo. ¿Entonces, si ninguno de los tres antes mencionados eran “los falsos liberales”, quiénes efectivamente lo eran?

IV 

Ninguno, amable lector. Simplemente son aquellos que mi amigo y sus amigos socialistas no quieren reconocer como liberales. Son aquellos que creen en la libertad del individuo; en un Estado pequeño pero fuerte; en una economía de libre mercado; en la democracia “burguesa” (esa que desdeñan sus amigos muy underground para echarle flores a la pantomima de democracia erigida en Cuba y Venezuela por Fidel Castro y ahora Maduro); y que no forman parte de esa andrógina corriente llamada “social-liberalismo”, representada por Norberto Bobbio –a quien el liberalismo no reconoce en su línea de pensamiento, pero que los Nelson Manrique y Guillermo Nuggent de este mundo se han encargado de insertarlo arbitrariamente–. Esos son los liberales, los que, en sus diferentes presentaciones, preconizan por que el hombre disfrute del dinero ganado con su esfuerzo y no con los subsidios que le eche el Estado benefactor; no los que cree identificar mi amigo, quien, a estas alturas, es capaz de confundir a un partidario de Ayn Rand con un falangista.

Colofón
(varios días después...)

Leonard Cohen
Ya no he vuelto a leer un comentario de mi amigo por la red. Quizás esté ocupado descifrando un ensayo literario de Julio Ortega (no lo envidio); o, tal vez, esté derrumbado en el cómodo sofá de su “depa” sanisidrino escuchando a Leonard Cohen. Imagino que desde allí, alejado de las Paisanas Jacinta y Negros Mama que afean el paisaje, debe estar tramando alguna idea para congraciarse con los desposeídos, con los olvidados de la tierra; pero eso sí, sin aparecer mucho, solo de vez en cuando para prestar su firma en un manifiesto antisistema y no quedar excluido del circuito de la gente “nice” de Lima.

Particularmente, ya no creo que lo vuelva a ver; me sería muy difícil escuchar sus monsergas. Sobre todo si un día de estos, en medio de sus confusiones, me tome como un “falso liberal” o un falangista. Allí sí no sabría qué responderle.

Freddy Molina Casusol 
Lima, 26 de marzo del 2014

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