El final es emotivo. Nos transmite la idea de que el sacrificio de Bolognesi y sus hombres no fue en vano. Es verdad que aún debe esperarse una mejor versión cinematográfica peruana de los acontecimientos de 1879 (la versión chilena es, por el momento, superior en realización). Pero hasta que aparezca, esta suple con creces ese vacío. Después de todo, en la historia del cine mundial tenemos filmes como Titanic (1996) de James Cameron, que fueron antecedidos por versiones que abrieron el camino a la que conocemos y alcanzó el reconocimiento general. A una señora que estaba en la sala –para tener una idea de las sensaciones encontradas que produce el film de Juan Carlos Oganes–, descendiente de tacneños, se le caían las lágrimas. “Nos toca ahora llorar derrotas”, decía con los ojos húmedos. Tal vez, una mejor focalización del tronco central de la historia–con una mejor administración de las sub-historias, como la de Ugarte y su novia, la del ingeniero encargado del minado del Morro y la del chileno espía camuflado de francés– hubiera dado mejores resultados. Sin embargo, y con todo, tenemos, por primera vez, una película peruana que toca los acontecimientos de la guerra del 79 y que enfrenta al espectador con la historia de esos hechos, la cual puede ser la de sus propios abuelos durante esos funestos días, y eso es lo que cuenta.
Freddy Molina Casusol
Lima, 24 de noviembre del 2014




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