I-yĪ
LEER a Mo Yan es descubrir un mundo nuevo. Escritores como Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso han pisado tierras chinas, pero ninguno ha podido trasladar con felicidad esa experiencia en una novela. Mo Yan, de cuya literatura se ha dicho que es muy popular en su país, expone en La vida y la muerte me están desgastando (Kailas, 2010) el budismo y el sistema comunista vigentes en su sociedad. El primero de ellos forma parte de su antiquísima tradición espiritual; y el segundo, de la estructura política dominante. Mo Yan se mueve entre los límites de la crítica y la transgresión. Muy sutilmente ejerce la primera, pero midiéndose calculadamente para no pasar como disidente. El escritor chino instrumentaliza en esta novela el tema de la reencarnación con el cual reviste a sus personajes. Disfraza al terrateniente Ximen Nao –a quien hace pasar innumerables penurias en sucesivas vidas– como burro, buey, cerdo, perro y mono, para hacer una sátira de la justicia. Mo Yan asimismo, como ha ocurrido en nuestra tradición literaria –con Vargas Llosa de protagonista en alguna de sus novelas–, se incorpora en el relato. Aparece en los pensamientos de uno de sus personajes, Ximen, transmigrado en asno, para juzgar su propia obra. Ironiza, pues, consigo mismo. Mo Yan, con esta obra, nos abre las puertas de un espacio literario inexplorado, virgen, todavía por descubrir para ojos occidentales.
II-èr
Ingresar a la literatura de Mo Yan es romper ciertas resistencias culturales. La reencarnación, tema de La vida y la muerte, no es parte de la formación cristiana-occidental. Este es un punto a vencer. Otro es el ambiente de la novela, un poco recargado con los referentes de la Revolución China. El escritor cubre una amplia franja del espectro histórico y generacional en el condado de Gaomi –una especie de Macondo–. Inicia su relato con los drásticos cambios en el campo durante la era de Mao y prolonga esa situación hasta la entrada en el escenario político de Deng Xiao Ping, quien, tras la muerte del Gran Timonel, revierte lo hecho por este. Deng abre la posibilidad de que el agricultor se vuelva independiente. Esto es aprovechado por Lan Lian, quien exhibe una terca insistencia por cultivar la tierra al margen de la Comuna del Pueblo. Hong Taiyue, celoso impulsor de los programas de colectivización del Partido, lo hostiliza por ello. Mo Yan, para tener una idea de su narrativa, es como el Ciro Alegría de El mundo es ancho y ajeno, quien insertó en su novela historias populares identificándose de esta forma con un tipo de lector rural y campestre. El escritor chino usa esta estrategia con naturalidad porque pertenece a ese mundo desde su nacimiento.
Mo Yan juega con los puntos de vista a la hora de escribir La vida y la muerte… Es un buen seguidor de Faulkner. Astutamente convierte la primera persona de la primera parte de su relato en una segunda persona del singular en el segundo capítulo. Con ese giro demuestra su preocupación por mantener la atención del lector. En esta parte del relato asoma más pronunciado el perfil rebelde de Lan Lian. Lian, un campesino independiente, se resiste a integrar la Comuna del Pueblo; no quiere perder su individualidad. Este personaje, en la ficción, es la voz disidente del escritor. Combate las exigencias de Hong Taiyue y sobrelleva las de su propio hijastro Jinlong –hijo de Ximen Nao–, quien molesto por su obstinada postura lo pinta de rojo y exhibe como un contrarrevolucionario por las calles. Hong Taiyue y Lan Lian son la cara y el sello de la historia. Los dos expresan la solidaridad forzada y el egoísmo capitalista conviviendo con aspereza en la comunitaria sociedad china.
Este momento de la historia es una parábola de la libertad y contraviene aquellas voces –como las de la premio Nobel Herta Müller– que señalan a Mo Yan como un escritor incondicional del régimen comunista chino.
IV-sì
Mo Yan en su novela desmiente el discurso oficial maoísta. La sociedad comunista china no es tan feliz como se cree. Puede ser tan cínica y brutal como lo era antes de que apareciera. Allí está Jin Long, hijo de Ximen Nao y esforzado miembro del Partido Comunista, empeñado en acabar con todo vestigio de agricultura independiente, para recordarla cómo es.
V-wŭ
La novela tiene un cierre circular cuando en su última reencarnación Ximen Nao, dejando los restos de odio que albergaba en su corazón en su migración como mono, retorna al mundo de los humanos convertido en el niño Cabeza Grande y vuelve a contar la historia desde un inicio.
Una gran novela con un remate espiritual donde Mo Yan aparece como narrador, para dar el puntillazo final a su relato, el cual, al lado de otras novelas que lo han hecho un escritor popular en su país, le han abierto las puertas de la Academia Sueca para ser distinguido con el premio Nobel de Literatura. Un premio, por cierto, muy merecido.
Mayo del 2015
Mayo del 2015
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