lunes, 11 de mayo de 2015

EL GARROTE Y LA ZANAHORIA EN RODRÍGUEZ ELIZONDO

ESPERÓ estar fuera del Perú para descubrir su escondida aspereza en contra del escritor. Una vez en su tierra natal, y a salvo de los posibles detractores que podrían haberle salido al frente en el país que lo acogió durante casi una década, se desató; ensayó un sibilino análisis sobre la personalidad política de Vargas Llosa. Algo había adelantado en nuestro país mientras trabajaba en la revista Caretas, cuando declaró que planeaba hacer una biografía política y literaria del novelista arequipeño. Incluso había conversado con el novelista para poner en marcha el proyecto. Pero le salió esto. José Rodríguez Elizondo, a diferencia de su auscultado (a quien, justamente, le reprocha esa habilidad), fue “político”. Se camufló entre los peruanos, vivió entre ellos y casi, casi, fue visto como un connacional más. Sus dotes de analista político del escenario internacional, le valieron para sobrevivir como periodista. No obstante, vistas estas dotes a la luz de la distancia, y teniendo a mano los vídeos de Youtube en donde se lo ve hablando sobre el Perú para la prensa de su país, uno no puede dejar de pensar que no solo se prodigaba en analizar la coyuntura extranjera, sino que, de pasada, se dedicaba a observarnos.

Rodríguez Elizondo es inteligente, pero no tanto. Las costuras de su texto Vargas Llosa: historia de un parricidio (1993), aparecido primero como artículo en “El Mercurio” de Chile y luego en forma de librito, se notan. Rodríguez Elizondo recuerda un poco al Herbert Morote de Vargas Llosa tal cual. Pero es un poco burdo. Le recuerda al final de un capítulo, en el que arma una vida paralela para enfrentarlo a Jean-Paul Sartre, su maestro de juventud, y ante la falta de mayores argumentos, que era un “dientón”.

 ¿Cuál es el leitmotiv que empuja a Rodríguez Elizondo escribir de esta manera? Ensayemos algunas respuestas. Ellas están en su propio trabajo. Vargas Llosa, dice, es un “ultra impune” y que esto se da desde “su época de adhesión ‘ilimitada e intratable de la revolución cubana” hasta “su época actual de prédica fervorosa del neoliberalismo de Von Hayek y Friedman”.

“Neoliberalismo”, indica. Ese es el santo y seña usado por la izquierda latinoamericana para descalificar a sus adversarios ideológicos. A partir de esto, se puede colegir que a Rodríguez Elizondo lo que le disgusta en el fondo es que Vargas Llosa sea un “neoliberal”. Eso es lo que lo molesta. Apenas lo disimula con alguna elegancia. Para cumplir con su cometido primero lo halaga y, luego, le asesta una estocada. Es así como recuerda cuando Vargas Llosa lo recibió en su casa y que “hizo un gesto complacido cuando le dije que La guerra del fin del mundo era el equivalente literario de cualquier teoría general en el ámbito de las ciencias sociales”. Pero después cambió. El escritor le hizo un desplante en relación al proyecto de hacer su biografía política, entonces le recordó la vez que Belaunde no aceptó sus condiciones para ser Premier. Rencoroso, pues.

Pero, en verdad, ¿Rodríguez Elizondo se creía lo que le dijo a Vargas Llosa o estaba escenificando una pieza de teatro que podría titularse “La zanahoria y el garrote”? La respuesta es que no, no se lo creía. Tan es así que, repitiendo aquella vieja especie lanzada por los enemigos del escritor, anotó: “Las intransigencias, peleas y rabietas de Vargas Llosa (…) serían típicos recursos ‘marqueteros’, usados primero para vender libros y, luego, para comprar votos”, dentro del contexto, escribe, de “la doctrina libremercadista”. En otras palabras, el valor literario de las obras del novelista peruano tiene poco valor en su propósito de ganar la preferencia de los lectores. Allí sí su novelística no “era el equivalente literario a cualquier teoría en el ámbito de las ciencias sociales”. Era una más del montón que consume el demos en medio de escandaletes.

Pero Rodríguez Elizondo, pese a él mismo, no es del todo burdo. Tiene sus aciertos. Sobre todo en el desempeño de Vargas Llosa en la campaña electoral del 90. El escritor, efectivamente, se aisló, no tuvo una comunicación adecuada con su electorado. Se encerró con el núcleo “duro” –compuesto, fundamentalmente, por sus familiares más cercanos– y desoyó los consejos de sus asesores británicos de imagen, como se puede leer en el libro de su hijo Álvaro, El diablo en campaña. Vargas Llosa, pues, no es un político; es un intelectual. Y eso no es un demérito como lo quiere presentar Elizondo. Su estilo franco, abierto, colisiona con el lenguaje de los políticos en el que los grises nunca terminan de ser blancos o negros. Y eso tampoco quiere reconocer su criticado obsesionado en componer una frase ingeniosa para ganar la ovación del respetable.


De otro lado, Elizondo opone a Vargas Llosa la figura de su primer maestro, Sartre. Allí, utilizando sus propias palabras, desbarra. Poco faltó para pedirle en ese capítulo –“Demoliendo padres”– que rechace, como el francés, el premio Nobel de Literatura. Eso hubiera redondeado su análisis. El detalle está que, a posteriori, el autor de La Nausea mandó a preguntar, muy discretamente, a la Academia Sueca si todavía podía cobrar el monto del premio. Aunque esto siempre hubiera sido mucho menos grave que lo que anteriormente le pidieron a Vargas Llosa: fingir que donaba los 25.000 dólares del premio Rómulo Gallegos a la guerrilla del Che Guevara, los cuales, por supuesto, les serían devueltos debajo de la mesa. Este tipo de hechos no ha querido recordar Rodríguez Elizondo en su disección. Vaya uno a saber por qué.

Para finalizar este comentario, uno podría dar por medianamente acertados ciertos cuestionamientos de Elizondo sobre el actuar político de Vargas Llosa. Por ejemplo, el de su adopción de la nacionalidad española (doble nacionalidad, porque no renunció a ser peruano). Pero Rodríguez Elizondo tiene el alma ganada por el rencor. Y eso se nota en todo el texto. Todo el texto exuda ese aroma.

Freddy Molina Casusol

Lima, 11 de mayo del 2015

P.D. Muchos años después Rodríguez Elizondo se expresaría mejor del escritor peruano, así como también escribiría alguna nota elogiosa sobre su obra literaria. Ver Entrevista a Rodríguez Elizondo en La República y "Mario Vargas Llosa para cualquier verano".

4 comentarios:

Unknown dijo...

Freddy Molina Casusol dijo...

Miguel de Althaus ha dejado un nuevo comentario en su entrada "EL GARROTE Y LA ZANAHORIA EN RODRÍGUEZ ELIZONDO":

"Rodríguez Elizondo le debe mucho al Perú. Y dice que le guarda gratitud.Pero gratitud al Perú no tiene en absoluto, gratitud a Enrique Zileri quien lo acogió, sí quizás.Yo le pedí su ayuda para ayudar –junto con otros distinguidos chilenos– a la repatriación de valiosos documentos de la Historia del Perú que se llevó Viccuña Mackenna durante la ocupación chilena de Lima, me respondió que algo había ayudado con la repatriación de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú,porque en ese entonces tenía un sueldo y ya no. Después supe que obtuvo un cargo importante en la Universidad de Chile y al tener remuneración, insistí cortesmente en mi pedido, sin resultado alguno.¿Y ahora qué quiere?
Pues un trilateralismo diferenciado para el problema boliviano.Lo que significa que el Perú le quite las castaños del fuego. Podría utilizar la influencia que dizque tiene para calmar a sus compatriotas en cuanto al "triángulo terrestre",tema en el cual el sabe documentarse bien;o invitar a un peruano a su Universidad para que explique la posición peruana,PERO NO; si el Gobierno y la oposición se cierran en el asunto él tiene que ser más chileno que todos los chilenos juntos!

Unknown dijo...

Por supuesto, Rodríguez Elizondo elude a como dé lugar el tema del triángulo terrestre y ahora que tiene un alto cargo en Relaciones Internacionales en la Universidad de Chile, podr´´ia invitarame a que explique lo del triángulo terrestre con argumentos CHILENOS. Es un tema enmasacarado que los chielnos conocen mal,por actitudeas como las de Rodrpiguea Elizondo.Parece que le gusa la idea deuna herida abierta coon elPerú...No quiere malquistarse con la Armada chilena que fungiendo de Cancillerría cambió el Mapa acerca de donde nace la frontera en el Mar en 1998. Es verdad su negativa reciente a ayudar a repatriar los documentos que Vicuña Mackenna se llevó a Chile durante la ocupación chilena de Lima. ¡Cariño al Perú el cual lo acogió cuando Pinochet! Ja Ja1!

Unknown dijo...

José Rodríguez Elizondo ,en su alto cargo en Relaciones Internacionales en la Univesidad de Chile podría organizar un symposio sobre relaciones Chile.Perú,pero por miedo,egoismo u ociosidad no lo hace,El conoce bien el Perú.acoido como fue por la Revista CARETAS tantos años cuando no podía regresar a Chile de Pinochet.Pero es mucho pedir,Yo le solicité ayudara a una campaña de repatriación de los numerosos documentos llevados a Chil por Vicuña Mackanna y me respondió que o, porque no ganaba sueldo. Ahora en la Universidad sí ganay no le interesa la devoluciónde lo saqueado hace 130 años;él mira al siglo 19 y NO al siglo XXI enque Perú Chile podrían hacer emprendimientos conjuntos en comercio internacional.Pero no.Allí está el triágulo terrestre,,,, Pero a diferencia de Vargas Llosa, él jamás obtendrá el Premio NOBEL !!!1

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