Por: Freddy Molina Casusol
I
Carlos Rangel. Su nombre, para ser sinceros, me sonaba esotérico, como el de una figura lejana o de un escritor de moda, quizá. Pero Carlos Rangel, allá por los setenta, había escrito un libro importante, ahora poco mencionado y sólo resucitado por quienes libran una batalla constante contra las ideas conservadoras de izquierda. Del buen salvaje al buen revolucionario, el libro de Rangel, es el equivalente, desde el liberalismo, a Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, ensayo que ha llenado el imaginario de los socialistas románticos, émulos del “Che” Guevara. ¿Pero qué expone el libro? El libro de Rangel presenta que los males de América Latina se deben a los propios latinoamericanos, quienes se han dedicado a culpabilizar de sus derrotas al fantasma del imperialismo norteamericano, suerte de chivo expiatorio y piñata ocasional para el caso, en vez de encontrar la responsabilidad de sus desdichas en ellos mismos. Rangel hace una especie de exorcismo y revisa la historia de América Latina y EE.UU. con un escalpelo en la mano, y encuentra que somos herederos de la civilización occidental europea, reflejada en nuestras instituciones y códigos, y no hay razón para no tener un destino común. Rangel piensa además que mientras los latinoamericanos han gastado energías demonizando a la CIA por sus males, los norteamericanos –quienes recién fundan su primera universidad en 1630 (la de Boston), mientras Perú y México ya la tenían desde 1551– han fundado su prosperidad y progreso en el trabajo y el comercio, los cuales se forjaron en el rigor y la disciplina del protestantismo, el mismo que fue estudiado por Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
II
Una de las mayores sorpresas del libro es el reconocimiento a la figura de
Víctor Raúl Haya de la Torre y su visión de un marxismo original para América
Latina. Para Rangel, Haya sería un verdadero marxista ortodoxo, en la medida
que éste interpretó con autenticidad a Marx, quien pensó que el ingreso del
capitalismo imperial inglés a la India sería beneficioso para transformar una
sociedad tradicional de organización aldeana, capturada por el despotismo
oriental y el hechizo de la superstición. Esta incursión serviría para la
formación de un proletariado moderno, coadyuvando, en teoría, la llegada del
socialismo. Haya, explica Rangel, se desmarca del marxismo soviético al considerar
que el imperialismo en América Latina no es la última, sino la primera del
imperialismo, provocando con ello la iras del Partido Comunista sujetado de las
bridas por Stalin. Este reconocimiento de Rangel a la figura del fundador del
Apra se debe tomar en el contexto general de la época, en la cual todo
pensamiento disidente, como el de Roger Garaudy, era relevado y destacado para
oponerlo a los dictados de Moscú, y a la esfera de pensamiento del propio
autor, quien, inicialmente, tuvo afinidad intelectual con el ideal
socialdemócrata.
III
¿Quién sería el buen revolucionario para Carlos Rangel?
El buen revolucionario sería el prototipo de guerrillero de izquierda, como el “Che”, solidario con los cambios sociales, y que, incontaminado de las taras estalinistas de sus pares del Viejo Mundo, las desecha para engendrar un hombre nuevo –un superhombre– que, continuador de la pureza adánica del buen salvaje, genere con su accionar una sociedad ajena a la ambición y la codicia traídas por la civilización occidental y europea.
Ésta, al mismo tiempo, tendría su origen en el cristianismo primitivo y el segundo advenimiento de Cristo, quien establecería un reino perfecto de mil años.
Ese milenarismo, de transformación súbita del mundo (en el que la propiedad privada, producto de la “caída” del hombre, sería abolida), está conectado íntimamente con los revolucionarismos.
De allí se entiende que sacerdotes como Camilo Torres, amigo del “Che”, se hayan adherido a la Revolución, porque la fe milenarista y la revolución social se han dado la mano para consagrar un mito religioso.
IV
Rangel presenta a los ojos de sus lectores la inocencia arcádica del primer habitante de América Latina –o el “buen salvaje”–, quien habiendo sido sustraído de su estadio de inocencia por manos europeas, es ahora redimido por estos en artículos y libros en la creencia que se debe a ellos, con la llegada de la civilización occidental, que este se haya “corrompido”; por lo tanto todo lo que conduzca a un retorno al estado de pureza original es bien visto por sus redentores.
Esto, para Rangel, sería el origen de la mitología de izquierda que ha penetrado en las capas dirigenciales latinoamericanas para incentivar el odio a EE.UU como proyecto político (al cual, se pregunta, si no se le debe reconocer los efectos benéficos de su influencia, como las doctrinas y aspiraciones políticas y sociales que se expandieron por el continente).
Por eso hay que celebrar la existencia del libro de Carlos Rangel: porque demuestra que las raíces de nuestros males se encuentran en nosotros mismos y no necesariamente en el imperialismo yanqui.
Lástima que Rangel no viviera para ver la caída del
muro de Berlín y la agonía del socialismo realmente existente. Empero, donde él esté debe estar satisfecho de este logro: su libro sirve para no vivir en la equivocación.
1 comentario:
Hola Freddy, recién veo tu blog, felicitaciones, lo voy a añadir a mis links
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