Por: Freddy Molina Casusol
25 de mayo de 1999
Miguel Ángel Huamán es uno
de los más ponderados críticos y estudiosos peruanos de la obra de José María
Arguedas. Merced a ello, hemos querido recoger sus puntos de vista respecto del
análisis exegético que ha hecho en La Utopía Arcaica el escritor Mario Vargas
Llosa, a quien en esta entrevista cuestiona su mirada romántica del quehacer
literario y sobre todo su visión de Arguedas. A Miguel Angel, de igual modo
como le sucede al escritor confrontado, se le escaparon de hito en hito algunos
“demonios” que tenía guardados franciscanamente. Sería que el tema era picante
o que el clima estuvo propicio, pero él no dejó escapar la oportunidad para
sumarse también a la crítica que otro crítico, Tomás Escajadillo, ha hecho del
abordamiento arguediano de Vargas Llosa. No sabemos si hemos sido una especie
de redivivos “extirpadores de idolatrías”, pero la intención de fondo fue
reavivar el debate en torno a uno de los titanes de la literatura peruana que
todavía sigue siendo José María Arguedas, colocando sobre el tapete del Index
el libro de un hereje y narrador como aquél.
Has dicho en la revista Quehacer, a propósito de La Utopía Arcaica
escrita por Vargas Llosa, de que “se trata de un libro muy bien escrito con una
intención muy seria de trabajo, como todos los grandes escritores sus puntos de
vista son siempre enriquecedores”; hablas enseguida de que se trata de una
crítica hermenéutica y pasas a refutar el texto para luego decir que “a mí
personalmente no me enriquece en nada”. ¿Podrías explicar esta contradicción?
Claro, digamos, cuando yo
digo que está muy bien escrito y que enriquece, lo afinco en el plano
hermenéutico, me refiero al hecho de que cualquiera que participa de la
experiencia artística, en el nivel de la creación o de la interpretación,
fundamentalmente tiene una visión que depende de su grado de identidad y
empatía con el fenómeno artístico en sí, con la obra en sí. Vargas Llosa es
definitivamente un escritor importante y maneja definitivamente niveles de
interpretación que están marcados por esa participación, esa experiencia con el
hecho en sí literario. Pero eso no supone necesariamente que lo que se diga ahí
tenga la calidad de un hecho analítico, confrontable con otras versiones y
otras opciones que es lo que supone los estudios literarios. Los estudios
literarios suponen un nivel de observación y análisis, que van más allá de la
participación e identidad con el objeto de estudio. Es en un segundo nivel
donde Vargas Llosa hace evidente un concepto, un aparato categorial, digamos ya
superado en la perspectiva de los estudios literarios.
Has manifestado también de que Vargas Llosa “no entiende ni ve las estrategias de la cultura andina”, de que basa su análisis en una oposición entre la racionalidad y la modernidad –enmarcándolo con seguridad dentro de lo utópico, una utopía liberal quizás–, y lo andino. ¿No es también utópico, por decir, que en lo andino también está presente como una cuestión bastante utópica –y derrepente idílica e irrealizable– el mito del Inkarri?
Vamos por partes, en
primer lugar, desde el punto de vista de la actividad artística, de la creación
literaria, Vargas Llosa se mueve en un terreno evidentemente de una concepción
moderna de la actividad literaria, entendiendo la obra como una relación
ficcional, una creación ficcional. Pero desde el punto de vista de su
concepción sobre esos fenómenos, él sigue conservando una perspectiva de
carácter evidentemente romántica porque él sigue creyendo que la fundamentación
del hacer del escritor se encuentra en su vivencia, en su talento, entonces esa
es la contradicción cuando evalúa a Arguedas, le critica en cierta medida su
relación referencial, pero él interioriza también en su análisis, Vargas Llosa,
la relación referencial, porque sigue juzgándolo en función de su propio trauma
y sus conflictos vitales, ¿no es cierto?
¿No crees que, por ejemplo, a Vargas Llosa le faltó leer a profundidad, a pesar de que lo menciona en la bibliografía, el libro de Carmen María Pinilla, Arguedas, conocimiento y vida, donde justamente trata ese punto que acabas de mencionar, del carácter de la literatura de Arguedas, de la relación entre su obra y sus vivencias personales?
Él probablemente, si se trata de lecturas importantes que él obvia, no estaría solamente el libro de Pinilla, sino estarían los textos de Lienhard que él trata superficialmente; los trabajos de William Rowe que menciona solamente en su primera parte, y muchos otros trabajos que enriquecen la comprensión del hecho textual arguediano. Pero lo más importante, quizás, es entender, es que desde la perspectiva que él desarrolla su fundamento no está en una capacidad analítica de observación, sino él encuentra argumentos para refrendar su propia experiencia con respecto al arte, lo cual le plantea un nivel de acercamiento pálido, pero no exhaustivo, no en el sentido de una explicación textual de una comprensión teórica del fenómeno arguediano. Es por eso que cuando él aborda la temática más allá del hecho en sí y trata de evaluar el mundo andino cae necesariamente en un reduccionismo y una idealización utópica también, ya no en este caso a partir del mundo andino, sino a partir del mundo occidental, a partir de la creencia en una racionalidad supraindividual que rige todos los acercamientos. Y de hecho allí, en ese terreno, pues está años luz de todos los desarrollos antropológicos estructurales, como el caso de Lévi Strauss. O sea sostener como él sostiene en uno de sus capítulos, casi textualmente, habla de que “existen evidentemente ciertas culturas que tienen cierto desarrollo, pero que van a seguir siendo primitivas en la medida de que no lleguen a la razón”, es pues una lectura pre - Lévi Straussiana digamos y seguir manteniendo esa concepción ya superada en las Ciencias Sociales, por un lado; y por otro lado entender que lo artístico es reductible solamente a las intencionalidades implícitas o explícitas de un creador, es evidentemente una concepción pre-moderna.
Te has referido a que “los
términos del debate en relación con el indigenismo han cambiado” Entonces, para
ti, ¿cuáles serían los nuevos términos del debate? ¿Cuáles son las fronteras,
los limites, en todo caso?
Un componente central de
las observaciones que desliza Vargas Llosa en el mundo andino, es esa suerte de
creencia que el polo de lo tradicional y el polo de lo moderno son
irreductibles, que no hay posibilidad de contacto. Tomás Escajadillo lo ha
calificado muy bien, a Vargas Llosa, como “el último de los extirpadores de
idolatrías”. Y cuando yo hablo de un nuevo estado de la cuestión me refiero
precisamente a eso, ver al mundo andino no como un elemento intocado, una
quinta esencia, sino como un proceso de continuas transformaciones, de cambios
e incorporaciones, creaciones nuevas, donde el polo de lo tradicional no está
reñido con el polo de la modernidad, sino al contrario están en permanente
diálogo. Allí radica, tal vez, la utopía de Vargas Llosa, creer digamos que la
modernidad y el proyecto de la razón moderna es todavía un proyecto cerrado y
perfecto.
Ahora que has recordado a Tomás Escajadillo, que con
Vargas Llosa tiene una vieja rencilla, ¿no piensas que, en los términos del
debate, hay detrás de todo, y en cuanto a las apreciaciones de Vargas Llosa
respecto a Arguedas, como telón de fondo, un tinte político, que detrás están
lo andino, o lo indígena, versus lo cosmopolita?
Bueno, tal vez, tu línea
de observación me permite inducir en tus propias palabras una lectura que yo no
había visto. Vargas Llosa, en su lectura del mundo andino a través de Arguedas,
está también exorcizando sus propios demonios del candidato que perdió por el
mundo andino, precisamente. Yo creo que eso es factible de hacer como todo tipo
de comprensión hermenéutica, pero no es mi interés como estudioso de la
literatura. Mi interés va más allá de la simple focalización de determinados
rasgos particulares. Mi pregunta como interesado en el fenómeno literario es,
quizás, por qué es que se producen, en qué condiciones se producen esos
discursos, de qué manera se producen esos discursos y por qué tienen tal
resonancia. Yo no trato de juzgar en términos cognitivos o negativos los
diferentes discursos de la práctica textual, heterogénea que hay en el país. Mi
lectura va para el otro lado, va para la interrogante de las condiciones en que
aparecen y por qué funcionan, no asignándoles verdades o falsedades. En ese
sentido, como te decía, son niveles distintos. Por eso la lectura de Vargas
Llosa sobre Arguedas es una lectura que más o menos se ha repetido varias veces
ya se ha conocido, se ha conocido varias veces y que no aporta nada. Pienso que
hay otras lecturas que están en pleno curso, eventualmente de gente más joven
que ve las cosas de otra manera.
¿Entonces no crees que la sensibilidad de Arguedas,
plasmada en su obra artística, no haya colisionado con ese mundo moderno que
llama Vargas Llosa, y que vio Arguedas como un mundo calculado en el cual no se
sintió demasiado inserto?
Mira, las citas que hace
Vargas Llosa de Arguedas, tendenciosas, mal leídas, mal interpretadas, podrían
ser usadas también en algunos casos, y otras citas también, para demostrar
exactamente lo contrario, la apertura de Arguedas al mundo occidental, a la
modernidad desde las raíces andinas. El mismo texto clásico de Arguedas, No soy aculturado, precisamente habla en
ese sentido, y quizás la expresión más cabal de esa apertura y no contradicción
irreconciliable entre tradición y modernidad lo plantea el poema Llamado a unos
doctores. Entonces yo creo que la lectura de Vargas Llosa es una lectura
marcada por la pasión del escritor, y no es la lectura del que analiza un
discurso, del que trata de explicar las condiciones en que se producen. Es una
crítica y una interpretación bastante autoritaria que surge desde sus propios
criterios que los da como universales. Por eso es que yo decía que no me
enriquece, porque ese tipo de crítica fue rara y más o menos consistente en un
momento dado en la recepción de la obra de Arguedas, y ya se ha superado
largamente.
¿No piensas que Arguedas, así como Vargas Llosa, a
quien criticas con dureza, no ha sido tendencioso? Me viene en este momento a
la memoria la serie de ensayos reunidos en Indios Mestizos y Señores, y en
especial el ensayo principal Razón de ser del Indigenismo, donde éste se
refería a Riva Agüero y Víctor Andrés Belaunde con bastante dureza, cuando
ellos, así como él, relevaban el mestizaje como la, digamos, una nueva
fundación de un nuevo Perú, ¿no? O quizás entre esas dos posiciones haya
existido una diferencia, en el sentido de que unos levantaban lo hispano sobre
lo andino y, del lado de Arguedas, lo andino sobre lo hispano.
Mira la impresión que tengo es que hay que precisar bien los niveles de las lecturas. Yo creo que cuando decía que Vargas Llosa como escritor es extraordinario, que no es lo mismo que cuando él hace el papel de exegeta, interprete de determinados autores, donde lleva agua para su molino, igual podría decir exactamente de Arguedas en sus varias dimensiones. Una cosa es Arguedas el escritor, el autor, pues, de El zorro de arriba y el zorro de abajo, los poemas de Katatay, y otra cosa es el Arguedas político, el Arguedas etnólogo; son diferentes dimensiones. Yo no puedo juzgar solamente por criterios excesivamente ambiguos y lábiles como la sensibilidad o la identidad con determinadas vivencias. La producción textual de un autor es también subsidiaria de su época, es una época marcada tal vez por ese componente. Pero el sentido que yo le doy no es un sentido racista. Precisamente con el devenir de los años esta palabra se entiende, no desde un sentido reduccionista a nivel de vivir todas las razas, sino en el sentido de vivir todas las culturas, todas las voces, todas las expresiones, bajo un criterio simbólico a nivel cultural, que precisamente haga de nuestra diversidad nuestra fuerza y no al revés. Entonces ese tipo de lecturas yo no comparto, me parece que no están ni siquiera textualmente bien sostenidas, porque las mismas citas podría leerlas de otra manera, y que en Arguedas hay infinidad de otras propuestas más valiosas que simplemente marcar las citas para ese lado.
Por último, ¿no crees que a José María Arguedas le
está pasando lo que le ha pasado a Mariátegui en su visión del Perú de los
veinte y treinta, que ha perdido peso, especificidad en las gentes?
Bueno, al José María
Arguedas político, probablemente si le pasó y terminó suicidándose; pero al
José María Arguedas escritor, autor de El zorro de arriba y otros poemas
mencionados sigue vigente. Tu mismo interés por el Arguedas escritor da cuenta
de ello.
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