miércoles, 1 de agosto de 2007

"VARGAS LLOSA, EL ÚLTIMO EXTIRPADOR DE IDOLATRÍAS” (Entrevista a Miguel Ángel Huamán Villavicencio)

Por: Freddy Molina Casusol

25 de mayo de 1999

Miguel Ángel Huamán es uno de los más ponderados críticos y estudiosos peruanos de la obra de José María Arguedas. Merced a ello, hemos querido recoger sus puntos de vista respecto del análisis exegético que ha hecho en La Utopía Arcaica el escritor Mario Vargas Llosa, a quien en esta entrevista cuestiona su mirada romántica del quehacer literario y sobre todo su visión de Arguedas. A Miguel Angel, de igual modo como le sucede al escritor confrontado, se le escaparon de hito en hito algunos “demonios” que tenía guardados franciscanamente. Sería que el tema era picante o que el clima estuvo propicio, pero él no dejó escapar la oportunidad para sumarse también a la crítica que otro crítico, Tomás Escajadillo, ha hecho del abordamiento arguediano de Vargas Llosa. No sabemos si hemos sido una especie de redivivos “extirpadores de idolatrías”, pero la intención de fondo fue reavivar el debate en torno a uno de los titanes de la literatura peruana que todavía sigue siendo José María Arguedas, colocando sobre el tapete del Index el libro de un hereje y narrador como aquél.

Has dicho en la revista Quehacer, a propósito de La Utopía Arcaica escrita por Vargas Llosa, de que “se trata de un libro muy bien escrito con una intención muy seria de trabajo, como todos los grandes escritores sus puntos de vista son siempre enriquecedores”; hablas enseguida de que se trata de una crítica hermenéutica y pasas a refutar el texto para luego decir que “a mí personalmente no me enriquece en nada”. ¿Podrías explicar esta contradicción?


Claro, digamos, cuando yo digo que está muy bien escrito y que enriquece, lo afinco en el plano hermenéutico, me refiero al hecho de que cualquiera que participa de la experiencia artística, en el nivel de la creación o de la interpretación, fundamentalmente tiene una visión que depende de su grado de identidad y empatía con el fenómeno artístico en sí, con la obra en sí. Vargas Llosa es definitivamente un escritor importante y maneja definitivamente niveles de interpretación que están marcados por esa participación, esa experiencia con el hecho en sí literario. Pero eso no supone necesariamente que lo que se diga ahí tenga la calidad de un hecho analítico, confrontable con otras versiones y otras opciones que es lo que supone los estudios literarios. Los estudios literarios suponen un nivel de observación y análisis, que van más allá de la participación e identidad con el objeto de estudio. Es en un segundo nivel donde Vargas Llosa hace evidente un concepto, un aparato categorial, digamos ya superado en la perspectiva de los estudios literarios.

Has manifestado también de que Vargas Llosa “no entiende ni ve las estrategias de la cultura andina”, de que basa su análisis en una oposición entre la racionalidad y la modernidad –enmarcándolo con seguridad dentro de lo utópico, una utopía liberal quizás–, y lo andino. ¿No es también utópico, por decir, que en lo andino también está presente como una cuestión bastante utópica –y derrepente idílica e irrealizable– el mito del Inkarri?

Vamos por partes, en primer lugar, desde el punto de vista de la actividad artística, de la creación literaria, Vargas Llosa se mueve en un terreno evidentemente de una concepción moderna de la actividad literaria, entendiendo la obra como una relación ficcional, una creación ficcional. Pero desde el punto de vista de su concepción sobre esos fenómenos, él sigue conservando una perspectiva de carácter evidentemente romántica porque él sigue creyendo que la fundamentación del hacer del escritor se encuentra en su vivencia, en su talento, entonces esa es la contradicción cuando evalúa a Arguedas, le critica en cierta medida su relación referencial, pero él interioriza también en su análisis, Vargas Llosa, la relación referencial, porque sigue juzgándolo en función de su propio trauma y sus conflictos vitales, ¿no es cierto?

¿No crees que, por ejemplo, a Vargas Llosa le faltó leer a profundidad, a pesar de que lo menciona en la bibliografía, el libro de Carmen María Pinilla, Arguedas, conocimiento y vida, donde justamente trata ese punto que acabas de mencionar, del carácter de la literatura de Arguedas, de la relación entre su obra y sus vivencias personales?


Él probablemente, si se trata de lecturas importantes que él obvia, no estaría solamente el libro de Pinilla, sino estarían los textos de Lienhard que él trata superficialmente; los trabajos de William Rowe que menciona solamente en su primera parte, y muchos otros trabajos que enriquecen la comprensión del hecho textual arguediano. Pero lo más importante, quizás, es entender, es que desde la perspectiva que él desarrolla su fundamento no está en una capacidad analítica de observación, sino él encuentra argumentos para refrendar su propia experiencia con respecto al arte, lo cual le plantea un nivel de acercamiento pálido, pero no exhaustivo, no en el sentido de una explicación textual de una comprensión teórica del fenómeno arguediano. Es por eso que cuando él aborda la temática más allá del hecho en sí y trata de evaluar el mundo andino cae necesariamente en un reduccionismo y una idealización utópica también, ya no en este caso a partir del mundo andino, sino a partir del mundo occidental, a partir de la creencia en una racionalidad supraindividual que rige todos los acercamientos. Y de hecho allí, en ese terreno, pues está años luz de todos los desarrollos antropológicos estructurales, como el caso de Lévi Strauss. O sea sostener como él sostiene en uno de sus capítulos, casi textualmente, habla de que “existen evidentemente ciertas culturas que tienen cierto desarrollo, pero que van a seguir siendo primitivas en la medida de que no lleguen a la razón”, es pues una lectura pre - Lévi Straussiana digamos y seguir manteniendo esa concepción ya superada en las Ciencias Sociales, por un lado; y por otro lado entender que lo artístico es reductible solamente a las intencionalidades implícitas o explícitas de un creador, es evidentemente una concepción pre-moderna.

Te has referido a que “los términos del debate en relación con el indigenismo han cambiado” Entonces, para ti, ¿cuáles serían los nuevos términos del debate? ¿Cuáles son las fronteras, los limites, en todo caso?


Un componente central de las observaciones que desliza Vargas Llosa en el mundo andino, es esa suerte de creencia que el polo de lo tradicional y el polo de lo moderno son irreductibles, que no hay posibilidad de contacto. Tomás Escajadillo lo ha calificado muy bien, a Vargas Llosa, como “el último de los extirpadores de idolatrías”. Y cuando yo hablo de un nuevo estado de la cuestión me refiero precisamente a eso, ver al mundo andino no como un elemento intocado, una quinta esencia, sino como un proceso de continuas transformaciones, de cambios e incorporaciones, creaciones nuevas, donde el polo de lo tradicional no está reñido con el polo de la modernidad, sino al contrario están en permanente diálogo. Allí radica, tal vez, la utopía de Vargas Llosa, creer digamos que la modernidad y el proyecto de la razón moderna es todavía un proyecto cerrado y perfecto.

Ahora que has recordado a Tomás Escajadillo, que con Vargas Llosa tiene una vieja rencilla, ¿no piensas que, en los términos del debate, hay detrás de todo, y en cuanto a las apreciaciones de Vargas Llosa respecto a Arguedas, como telón de fondo, un tinte político, que detrás están lo andino, o lo indígena, versus lo cosmopolita?

Bueno, tal vez, tu línea de observación me permite inducir en tus propias palabras una lectura que yo no había visto. Vargas Llosa, en su lectura del mundo andino a través de Arguedas, está también exorcizando sus propios demonios del candidato que perdió por el mundo andino, precisamente. Yo creo que eso es factible de hacer como todo tipo de comprensión hermenéutica, pero no es mi interés como estudioso de la literatura. Mi interés va más allá de la simple focalización de determinados rasgos particulares. Mi pregunta como interesado en el fenómeno literario es, quizás, por qué es que se producen, en qué condiciones se producen esos discursos, de qué manera se producen esos discursos y por qué tienen tal resonancia. Yo no trato de juzgar en términos cognitivos o negativos los diferentes discursos de la práctica textual, heterogénea que hay en el país. Mi lectura va para el otro lado, va para la interrogante de las condiciones en que aparecen y por qué funcionan, no asignándoles verdades o falsedades. En ese sentido, como te decía, son niveles distintos. Por eso la lectura de Vargas Llosa sobre Arguedas es una lectura que más o menos se ha repetido varias veces ya se ha conocido, se ha conocido varias veces y que no aporta nada. Pienso que hay otras lecturas que están en pleno curso, eventualmente de gente más joven que ve las cosas de otra manera.


¿Entonces no crees que la sensibilidad de Arguedas, plasmada en su obra artística, no haya colisionado con ese mundo moderno que llama Vargas Llosa, y que vio Arguedas como un mundo calculado en el cual no se sintió demasiado inserto?

Mira, las citas que hace Vargas Llosa de Arguedas, tendenciosas, mal leídas, mal interpretadas, podrían ser usadas también en algunos casos, y otras citas también, para demostrar exactamente lo contrario, la apertura de Arguedas al mundo occidental, a la modernidad desde las raíces andinas. El mismo texto clásico de Arguedas, No soy aculturado, precisamente habla en ese sentido, y quizás la expresión más cabal de esa apertura y no contradicción irreconciliable entre tradición y modernidad lo plantea el poema Llamado a unos doctores. Entonces yo creo que la lectura de Vargas Llosa es una lectura marcada por la pasión del escritor, y no es la lectura del que analiza un discurso, del que trata de explicar las condiciones en que se producen. Es una crítica y una interpretación bastante autoritaria que surge desde sus propios criterios que los da como universales. Por eso es que yo decía que no me enriquece, porque ese tipo de crítica fue rara y más o menos consistente en un momento dado en la recepción de la obra de Arguedas, y ya se ha superado largamente.

¿No piensas que Arguedas, así como Vargas Llosa, a quien criticas con dureza, no ha sido tendencioso? Me viene en este momento a la memoria la serie de ensayos reunidos en Indios Mestizos y Señores, y en especial el ensayo principal Razón de ser del Indigenismo, donde éste se refería a Riva Agüero y Víctor Andrés Belaunde con bastante dureza, cuando ellos, así como él, relevaban el mestizaje como la, digamos, una nueva fundación de un nuevo Perú, ¿no? O quizás entre esas dos posiciones haya existido una diferencia, en el sentido de que unos levantaban lo hispano sobre lo andino y, del lado de Arguedas, lo andino sobre lo hispano.

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Mira la impresión que tengo es que hay que precisar bien los niveles de las lecturas. Yo creo que cuando decía que Vargas Llosa como escritor es extraordinario, que no es lo mismo que cuando él hace el papel de exegeta, interprete de determinados autores, donde lleva agua para su molino, igual podría decir exactamente de Arguedas en sus varias dimensiones. Una cosa es Arguedas el escritor, el autor, pues, de El zorro de arriba y el zorro de abajo, los poemas de Katatay, y otra cosa es el Arguedas político, el Arguedas etnólogo; son diferentes dimensiones. Yo no puedo juzgar solamente por criterios excesivamente ambiguos y lábiles como la sensibilidad o la identidad con determinadas vivencias. La producción textual de un autor es también subsidiaria de su época, es una época marcada tal vez por ese componente. Pero el sentido que yo le doy no es un sentido racista. Precisamente con el devenir de los años esta palabra se entiende, no desde un sentido reduccionista a nivel de vivir todas las razas, sino en el sentido de vivir todas las culturas, todas las voces, todas las expresiones, bajo un criterio simbólico a nivel cultural, que precisamente haga de nuestra diversidad nuestra fuerza y no al revés. Entonces ese tipo de lecturas yo no comparto, me parece que no están ni siquiera textualmente bien sostenidas, porque las mismas citas podría leerlas de otra manera, y que en Arguedas hay infinidad de otras propuestas más valiosas que simplemente marcar las citas para ese lado.

Por último, ¿no crees que a José María Arguedas le está pasando lo que le ha pasado a Mariátegui en su visión del Perú de los veinte y treinta, que ha perdido peso, especificidad en las gentes?

Bueno, al José María Arguedas político, probablemente si le pasó y terminó suicidándose; pero al José María Arguedas escritor, autor de El zorro de arriba y otros poemas mencionados sigue vigente. Tu mismo interés por el Arguedas escritor da cuenta de ello.


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