ESTE libro es una prolongación de Mito y verdad de los
diarios de Lima (Editorial Gráfica Labor, 1972) –ensayo que no ha sido vuelto a
reeditar por razones que no se han hecho conocidas, pero que sospechamos están
relacionadas al tono velasquista con que fue concebido– y La prensa sensacionalista
en el Perú (Fondo Editorial de la Universidad Católica, 2000).
Juan Gargurevich Regal (Mollendo, 1934), el autor de
éste y los otros trabajos arriba mencionados, es un periodista que escribe con
soltura y fluidez –sus recientes columnas en “La Primera” lo pueden
atestiguar–.
Gargurevich no es un Lorenzo Gomis que ha planteado
una teoría del periodismo, ni tampoco un Armand Mattelart que revolucionó en su
momento la investigación en la comunicación desde la perspectiva crítica
marxista, y menos aún una Rosa María Alfaro –quien sí ha hecho investigación de
medios–.
Él es un excelente redactor perteneciente a la vieja
escuela de periodistas que se hizo en la calle en la década de los cincuenta, y
un buen difusor de las ideas de otros.
No es gratuito que lo mejor de su producción –el antes
mencionado Mito y verdad y otro dedicado al joven periodista Vargas Llosa en
“La Crónica”– se encuentre precisamente ubicada en ese periodo: es el que mejor
conoce.
Sus publicaciones son un esfuerzo de recopilación y almacenamiento
de datos, en los que se pueden escuchar las voces de Basadre, Jacques Kayser,
Fraser Bond, Porras Barrenechea y otros, a quienes ha leído y presentado bien
en sus textos sobre historia del periodismo.
En Última hora. La fundación de un diario popular
(Ediciones La Voz, 2005), Gargurevich ha recogido el hilo dejado suspendido en
Mito y verdad, cuando cuenta parte de la historia del famoso titular “Chinos
como cancha en el paralelo 38”, convertido ahora en leyenda del periodismo
peruano.
El autor recorre una serie de episodios y personajes
que marcaron época en el país a inicios del siglo pasado: la asunción del Apra
en el espectro político, la guerra de Corea de 1950, la vida azarosa de Eudocio
Ravines, los apremios de Pedro Beltrán en el lanzamiento de “La Prensa”, la
aparición de Dámaso Pérez Prado y los contoneos de las vedettes Betty di Roma,
Mara y Anakaona, ilustres desconocidas para la generación actual, pero que por
esas fechas despertaban la libido de la juventud limeña.
Gargurevich escribe con una pluma cargada de color y
vivacidad y como testigo ocular de estos acontecimientos.
Lo novedoso en Última hora es la propuesta de dividir
a los periodistas de antaño en generaciones, partiendo para ello del año 1903
hasta llegar a 1949 y 1950, año de la aparición de “Última hora”.
El autor encuentra hasta cuatro generaciones que ha
identificado como: Grupo de La Prensa, Grupo de La Tribuna, Grupo de El Tiempo
y Grupo Última hora (que tuvo vigencia hasta 1968, año del golpe militar de
Velasco Alvarado).
Este esfuerzo por reagrupar a los hombres de prensa en
periodos de tiempo, da cuenta de la preocupación de Gargurevich por
sistematizar esta etapa del periodismo nacional.
Cuando, finalmente, toque juzgarse el conjunto de su
obra –La historia de la prensa peruana, Introducción a los medios de
Comunicación en el Perú, CIA y periodismo y otros títulos que han sido
referentes para los estudiantes de periodismo–, se debe recordar lo que dijo
García Márquez a Vargas Llosa respecto a los abuelos de la literatura
costumbrista: que han removido bien la tierra para que otros, los que vengan,
la puedan sembrar más fácilmente. Así se debe evaluar la producción de este
buen exponente de la generación periodística de los 50, que es Juan
Gargurevich: como perteneciente a la de un abuelo del periodismo peruano.
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