sábado, 27 de marzo de 2010

EL PRIMER INVIERNO DE DIANA FRENZY

ARRANCÓ mal. Recordó el mal inicio de La Guerra del Fin del Mundo de Vargas Llosa –que Ribeyro criticó en alguna parte–. Debió empezar por: “Lo supo cuando abrió las persianas y observó la calle Colón empapada por esa mezquina lluvia que anunciaba su primer invierno” y no por: “Esta era la última noche que Diana Frenzy....”. Paul Alonso, el autor de la novela corta El primer invierno de Diana Frenzy tiene recursos interesantes, como el uso del monologo interior –que utiliza al final para construir la personalidad de Hormigón, uno de los personajes de su ficción– y los flash backs para ocasionar contrapuntos en la trama. Sin embargo, el relato que en algunos momentos gana interés con una prosa fácil y entretenida, pierde consistencia al incluirse el narrador como protagonista. Pero no la pierde por la inclusión en sí, sino por el tratamiento que hace el escritor. Alonso, posiblemente, quiso hacer lo que Bryce Echenique y Vargas Llosa han hecho en alguna de sus obras: convertirse en personajes de sus propias ficciones. Es decir, verse reflejado en dos espejos que repiten al infinito sus imágenes. Esto no es logrado por Alonso, la presentación que hace de Paul –que es la de él mismo– y de la historia que está escribiendo no pasa de ser una propaganda barata de sí mismo. Quizás en su mente estuvo lo hecho por Vargas Llosa en Historia de Mayta, la del novelista que se desdobla al mismo tiempo para ser personaje y protagonista de la ficción con el propósito de discutir el hecho de la creación literaria. Alonso, a pesar de su empeño, no logra esa perfomance, ni siquiera la raspa. Ahora, su novela es interesante, por otra parte, porque complementa la imagen de la ciudad que dio Rilo en su Contraeltrafico, con la diferencia de que una se desarrolla en el jirón Quilca y la otra en las discotecas y bares de Barranco (Curiosamente ambos relatos tienen un punto en común: en los dos a las mujeres les gustan los hombres que las traten mal en un inicio). Otro punto a favor de Alonso es el uso del elemento sorpresa. Esto ocurre cuando el lector intempestivamente descubre que Diana Frenzy, una muchacha que oficiaba de traductora en un Instituto, era en realidad Daniel, un joven que años atrás había embarazado a Carmela, cuya hija fue asesinada por Pablo, incitado por Paul, su amigo de la universidad, con el frívolo argumento de utilizar esta muerte para dar un buen fin a la historia que estaba escribiendo, pues resultaba que era escritor. Esto último recuerda filmes como La ficción del crimen (2006), una película que narra los propósitos retorcidos de un joven escritor para hacerse famoso aprovechando la muerte de su novia, que el mismo provocó. Es decir, como en esta película, Alonso ha apelado la fórmula del exitismo, la cual de una manera u otra nos informa de cierta ausencia de imaginación para trasladar a la ficción historias originales. Por último, hay que reconocer la preocupación del escritor por darle redondez a su historia. Hay la intención de darle circularidad a la trama y de completar la resolución de los enigmas que paso a paso plantea la novela, las cuales se pueden apreciar, por ejemplo, en el caso de Gunter, un enano metido a director de películas porno y exterminador solapado de gatos del barrio donde vive ¿El propósito? Culminar su obra artística: una serie de catorce cuadros tratados con piel de felino. En suma, Paul Alonso, haciendo uso de un discurso narrativo facilista, el cual que puede lindar con lo no mejor logrado por Bayly, ha escrito una novela con ciertas virtudes –lastimosamente, el tema detectivesco, encarnado en el personaje de Teo Mayer, no termina de convencer–, que puede ser que sea atractiva para pasar el rato, pero no para mantenerse en el horizonte perpetuo de la literatura nacional.

 

Freddy Molina Casusol

Lima, 27 de marzo de 2010

 

El primer invierno de Diana Frenzy

Edición de La Toronja Hidráulica

2006


1 comentario:

Paul Alonso dijo...

Chévere la reseña, Freddy. Un par de aclaraciones, por si te interesa. 1) La verdad es que nunca tuve en mente a Vargas Llosa ni a Bryce. Más presente estaba Roberto Bolaño y Osvaldo Soriano. 2) La editorial es (o era, porque ya no existe) La Toronja Hidráulica, no la Tortuga (aunque suena más divertido así). 3) Lo último que esperaba cuando escribí esta novela era que se "mantuviera en el horizonte perpetuo de la literatura nacional". Si hay algo que te gusto y te apetece leer algo mío un poco más "literario" o menos chonguero, el año pasado saqué un libro de relatos: "Me persiguen". Saludos.

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