ARRANCÓ
mal. Recordó el mal inicio de La Guerra del Fin del Mundo de Vargas Llosa –que
Ribeyro criticó en alguna parte–. Debió empezar por: “Lo supo cuando abrió las
persianas y observó la calle Colón empapada por esa mezquina lluvia que
anunciaba su primer invierno” y no por: “Esta era la última noche que Diana
Frenzy....”. Paul Alonso, el autor de la novela corta El primer invierno de
Diana Frenzy tiene recursos interesantes, como el uso del monologo interior
–que utiliza al final para construir la personalidad de Hormigón, uno de los
personajes de su ficción– y los flash backs para ocasionar contrapuntos en la
trama. Sin embargo, el relato que en algunos momentos gana interés con una
prosa fácil y entretenida, pierde consistencia al incluirse el narrador como protagonista.
Pero no la pierde por la inclusión en sí, sino por el tratamiento que hace el
escritor. Alonso, posiblemente, quiso hacer lo que Bryce Echenique y Vargas
Llosa han hecho en alguna de sus obras: convertirse en personajes de sus
propias ficciones. Es decir, verse reflejado en dos espejos que repiten al
infinito sus imágenes. Esto no es logrado por Alonso, la presentación que hace
de Paul –que es la de él mismo– y de la historia que está escribiendo no pasa
de ser una propaganda barata de sí mismo. Quizás en su mente estuvo lo hecho
por Vargas Llosa en Historia de Mayta, la del novelista que se desdobla al
mismo tiempo para ser personaje y protagonista de la ficción con el propósito
de discutir el hecho de la creación literaria. Alonso, a pesar de su empeño, no
logra esa perfomance, ni siquiera la raspa. Ahora, su novela es interesante,
por otra parte, porque complementa la imagen de la ciudad que dio Rilo en su
Contraeltrafico, con la diferencia de que una se desarrolla en el jirón Quilca
y la otra en las discotecas y bares de Barranco (Curiosamente ambos relatos
tienen un punto en común: en los dos a las mujeres les gustan los hombres que
las traten mal en un inicio). Otro punto a favor de Alonso es el uso del
elemento sorpresa. Esto ocurre cuando el lector intempestivamente descubre que
Diana Frenzy, una muchacha que oficiaba de traductora en un Instituto, era en
realidad Daniel, un joven que años atrás había embarazado a Carmela, cuya hija
fue asesinada por Pablo, incitado por Paul, su amigo de la universidad, con el
frívolo argumento de utilizar esta muerte para dar un buen fin a la historia
que estaba escribiendo, pues resultaba que era escritor. Esto último recuerda
filmes como La ficción del crimen (2006), una película que narra los propósitos
retorcidos de un joven escritor para hacerse famoso aprovechando la muerte de
su novia, que el mismo provocó. Es decir, como en esta película, Alonso ha
apelado la fórmula del exitismo, la cual de una manera u otra nos informa de
cierta ausencia de imaginación para trasladar a la ficción historias
originales. Por último, hay que reconocer la preocupación del escritor por
darle redondez a su historia. Hay la intención de darle circularidad a la trama
y de completar la resolución de los enigmas que paso a paso plantea la novela,
las cuales se pueden apreciar, por ejemplo, en el caso de Gunter, un enano
metido a director de películas porno y exterminador solapado de gatos del
barrio donde vive ¿El propósito? Culminar su obra artística: una serie de
catorce cuadros tratados con piel de felino. En suma, Paul Alonso, haciendo uso
de un discurso narrativo facilista, el cual que puede lindar con lo no mejor
logrado por Bayly, ha escrito una novela con ciertas virtudes –lastimosamente,
el tema detectivesco, encarnado en el personaje de Teo Mayer, no termina de
convencer–, que puede ser que sea atractiva para pasar el rato, pero no para
mantenerse en el horizonte perpetuo de la literatura nacional.
Freddy
Molina Casusol
Lima,
27 de marzo de 2010
El
primer invierno de Diana Frenzy
Edición de La Toronja Hidráulica
2006
1 comentario:
Chévere la reseña, Freddy. Un par de aclaraciones, por si te interesa. 1) La verdad es que nunca tuve en mente a Vargas Llosa ni a Bryce. Más presente estaba Roberto Bolaño y Osvaldo Soriano. 2) La editorial es (o era, porque ya no existe) La Toronja Hidráulica, no la Tortuga (aunque suena más divertido así). 3) Lo último que esperaba cuando escribí esta novela era que se "mantuviera en el horizonte perpetuo de la literatura nacional". Si hay algo que te gusto y te apetece leer algo mío un poco más "literario" o menos chonguero, el año pasado saqué un libro de relatos: "Me persiguen". Saludos.
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