domingo, 10 de enero de 2016

BORGES RETRATADO POR DOS MUJERES

BORGES tuvo mala suerte en el amor. Ninguna de las mujeres a las que amó –incluida María Kodama– lo veía como un personaje de sus relatos, un malevo, un guapo cargado de virilidad. Más bien lo veían necesitado de cariño. Por un lado era así, pero por otro, en realidad, se aprovechaban de él, de su fama, ese aparente cariño maternal que le profesaban estaba teñido de algún tipo de interés.
Dos han sido las mujeres que han estado más cerca del escritor argentino (aparte de su madre): Estela Canto y María Esther Vásquez. Las dos escribieron sendos libros que perfilan su ser íntimo –Borges a contraluz, la primera; y Borges. Esplendor y derrota, la segunda–. De ambas estuvo muy enamorado y de ambas recibió sendos rechazos.
Lo que pasaba era que Borges, ansioso de amor femenino, las espantaba: era muy posesivo. Eso lo perdía. Las llenaba de halagos en cuentos y poemas que les dedicó, y terminaba por asfixiarlas.
Estela Canto en Borges a contraluz narra los tímidos acercamientos que tuvo Borges con ella. A diferencia de María Esther Vásquez, la Canto es más descarnada a la hora de describir su relación con él. En sus líneas disecciona al hombre que conoció en su juventud, en el mejor momento de su producción intelectual. Es más cerebral. En cambio, María Esther Vásquez es más tierna, más protectora. Incluso le enmienda la plana a la Canto cuando esta omite en su libro pasajes que le son desfavorables, como aquel donde a gritos le pide a Borges –ya reconocido en el mundo de las letras– que cumpla su promesa original de matrimonio y se case con ella. Interesada (después Borges, generoso, ante su pedido, le daría permiso para vender el manuscrito de El Aleph en una subasta, con el fin de que pudiera aliviar sus penurias económicas).
Una vez Borges le confesó a su amigo Bioy Casares: “He pasado la mitad de mi vida pensando en mujeres”. Tal vez lo dijo evocando su primer amor, la adolescente Concepción Guerrero, o recordando a la madura Ulrike von Kullman y otras tantas, de quienes estuvo muy prendado.
María Esther Vásquez, su asistente, quien conoció de sus desamores, escribió: “Detrás de ese anciano febril, conocedor de literaturas y lenguas, dueño de una erudición sólo comparable a su memoria prodigiosa, burlón con quienes lo atacaban, duro y cruel con quienes menospreciaba, se ocultaba un adolescente romántico, temeroso, encendido de pasión, que temblaba ante el contacto de una mano querida”.
Así era Borges, Borges enamorado.

Freddy Molina Casusol
Lima, 10 de enero del 2016

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