QUIZÁS sea el único en este país al que podría
llamarse “periodista de investigación”. Umberto Jara tranquilamente puede
compararse con Oppenheimer o Gerardo Reyes, periodistas quienes llevan sus
trabajos de investigación durante meses (o años), y luego de cotejar una y otra
vez sus fuentes, lo presentan al gran público con una estela de rigurosidad. Ya
en dos libros anteriores se había podido observar la laboriosidad de Jara: Historia de dos aventureros y Ojo por ojo. En esta nueva entrega, Abimael, el sendero del terror (Planeta,
2017), Umberto Jara presenta nuevos aportes para entender esa personalidad
jaloneada por el fanatismo, como es la de Abimael Guzmán, más conocido por sus
seguidores como “Presidente Gonzalo”.
Jara tuvo la ventaja en su investigación
de contar con un manuscrito biográfico, escrito de puño y letra del líder
senderista. Obviamente este, por razones que se comprenden (el evitar que se
convierta en objeto de culto), no ha sido publicado. El periodista Jara
aprovecha este material de primera mano para reconstruir el itinerario de
Guzmán desde su niñez hasta bastante entrada la madurez cuando, en compañía de
Augusta La Torre (quien influyó mucho en él), concibe la creación del Partido
Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Lo que Abimael nos retaceó en De puño y letra, Jara, con alguna
generosidad, nos lo muestra. No todo, pero lo suficiente como para satisfacer
la curiosidad.
Abimael, por otra
parte, se coloca, gracias a la pluma de Jara, en la primera fila de libros de
obligada lectura para entender el fenómeno senderista. Los otros, como sabemos,
son los de Gorriti –Sendero Luminoso–
y Carlos Iván Degregori –El surgimiento
de Sendero Luminoso–.
En cuanto al trabajo en sí, queremos acotar dos cosas:
1) Jara apunta en su investigación que en 1964, en un evento del PCP denominado
IV Conferencia, Abimael consigue la expulsión de Jorge del Prado y Saturnino
Paredes (p. 97). Esa es la versión senderista que responde al cariz de la época
entre los partidos de la izquierda peruana: la excomunión mutua. Hay
información que muestra que tanto Del Prado como Paredes, se arrogan el hecho
de la expulsión de Guzmán de sus respectivas organizaciones, convirtiéndose ellos mismos en los caudillos
de las mismas (PCP-Unidad y PC-Bandera Roja); y 2) Jara anota que “Abimael
Guzmán intentó dar muerte a (Hernando) De Soto ordenando a sus huestes
estrellar un camión cargado de explosivos en contra del local del Instituto
Libertad y Democracia” (p. 100). Esto es de libre interpretación. Podría
entenderse que el despropósito era ese; pero también, en concomitancia con la
práctica de Sendero, podría contemplarse como un ataque a un símbolo del
capitalismo. Nos inclinamos por esto último.
Al margen de lo anterior, el libro de Jara exuda un
conocimiento de lo que ocurrió en el Perú durante la década de los ochenta e
inicios de los noventa del siglo pasado, de suma utilidad para los jóvenes engatusados
en la actualidad con la promesa de la “revolución mundial proletaria”.
El papel cumplido por Augusta La Torre (camarada
Norah), la primera mujer de Guzmán, en organismos del senderismo como Socorro
Popular, también es examinado. Su perfil, correspondiente al de una mujer
dogmática, fundadora del antes mencionado Socorro Popular –responsable de la
ejecución de asesinatos en la capital–, la presenta como una persona cruel, sin
pizca de piedad.
Al final del libro podemos leer un doble reclamo de
Jara. Se refiere al caso del senderista Eucario Najarro Jáuregui, uno de los
torturadores de Benigno Medina del Carpio, dueño de un pequeño fundo en
Ayacucho, cuyo hijo vio cómo su padre era asesinado por las huestes dirigidas
por la camarada Norah. Najarro, en un motín que precedió a un ataque
senderista, fue herido y llevado de la cárcel –donde purgaba condena por el
asesinato de Medina– al Hospital Regional de Huamanga. Allí, la Guardia
Republicana ingresó para ejecutar extrajudicialmente a los senderistas heridos.
Najarro fue ahorcado, pero logró sobrevivir. El parlamentario Javier Diez Canseco
alzó su voz de protesta por ello. El doble reclamo de Jara consiste en que Diez
Canseco “clamó justicia y exigió investigaciones con un énfasis que ni él, ni
otros miembros de la izquierda, utilizaban cuando el senderismo perpetraba sus
acciones”, y que “el informe de la Comisión de la Verdad registra a Navarro
como víctima de tortura en 1982, y respecto de Benigno Medina dicha comisión
consigna apenas recortes periodísticos con la noticia de su salvaje asesinato”.
Es lamentable, por decir lo menos, que, tal como lo expone Jara, haya existido
un tratamiento diferenciado en ambos casos.
Un buen libro el del periodista Jara, califica para
una relectura.
Freddy Molina Casusol
Lima, 31 de marzo del 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario