sábado, 31 de marzo de 2018

EL “ABIMAEL” DE JARA

QUIZÁS sea el único en este país al que podría llamarse “periodista de investigación”. Umberto Jara tranquilamente puede compararse con Oppenheimer o Gerardo Reyes, periodistas quienes llevan sus trabajos de investigación durante meses (o años), y luego de cotejar una y otra vez sus fuentes, lo presentan al gran público con una estela de rigurosidad. Ya en dos libros anteriores se había podido observar la laboriosidad de Jara: Historia de dos aventureros y Ojo por ojo. En esta nueva entrega, Abimael, el sendero del terror (Planeta, 2017), Umberto Jara presenta nuevos aportes para entender esa personalidad jaloneada por el fanatismo, como es la de Abimael Guzmán, más conocido por sus seguidores como “Presidente Gonzalo”.

Jara tuvo la ventaja en su investigación de contar con un manuscrito biográfico, escrito de puño y letra del líder senderista. Obviamente este, por razones que se comprenden (el evitar que se convierta en objeto de culto), no ha sido publicado. El periodista Jara aprovecha este material de primera mano para reconstruir el itinerario de Guzmán desde su niñez hasta bastante entrada la madurez cuando, en compañía de Augusta La Torre (quien influyó mucho en él), concibe la creación del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Lo que Abimael nos retaceó en De puño y letra, Jara, con alguna generosidad, nos lo muestra. No todo, pero lo suficiente como para satisfacer la curiosidad.

Abimael, por otra parte, se coloca, gracias a la pluma de Jara, en la primera fila de libros de obligada lectura para entender el fenómeno senderista. Los otros, como sabemos, son los de Gorriti –Sendero Luminoso– y Carlos Iván Degregori –El surgimiento de Sendero Luminoso–. 

En cuanto al trabajo en sí, queremos acotar dos cosas: 1) Jara apunta en su investigación que en 1964, en un evento del PCP denominado IV Conferencia, Abimael consigue la expulsión de Jorge del Prado y Saturnino Paredes (p. 97). Esa es la versión senderista que responde al cariz de la época entre los partidos de la izquierda peruana: la excomunión mutua. Hay información que muestra que tanto Del Prado como Paredes, se arrogan el hecho de la expulsión de Guzmán de sus respectivas organizaciones,  convirtiéndose ellos mismos en los caudillos de las mismas (PCP-Unidad y PC-Bandera Roja); y 2) Jara anota que “Abimael Guzmán intentó dar muerte a (Hernando) De Soto ordenando a sus huestes estrellar un camión cargado de explosivos en contra del local del Instituto Libertad y Democracia” (p. 100). Esto es de libre interpretación. Podría entenderse que el despropósito era ese; pero también, en concomitancia con la práctica de Sendero, podría contemplarse como un ataque a un símbolo del capitalismo. Nos inclinamos por esto último.

Al margen de lo anterior, el libro de Jara exuda un conocimiento de lo que ocurrió en el Perú durante la década de los ochenta e inicios de los noventa del siglo pasado, de suma utilidad para los jóvenes engatusados en la actualidad con la promesa de la “revolución mundial proletaria”.

El papel cumplido por Augusta La Torre (camarada Norah), la primera mujer de Guzmán, en organismos del senderismo como Socorro Popular, también es examinado. Su perfil, correspondiente al de una mujer dogmática, fundadora del antes mencionado Socorro Popular –responsable de la ejecución de asesinatos en la capital–, la presenta como una persona cruel, sin pizca de piedad.

Al final del libro podemos leer un doble reclamo de Jara. Se refiere al caso del senderista Eucario Najarro Jáuregui, uno de los torturadores de Benigno Medina del Carpio, dueño de un pequeño fundo en Ayacucho, cuyo hijo vio cómo su padre era asesinado por las huestes dirigidas por la camarada Norah. Najarro, en un motín que precedió a un ataque senderista, fue herido y llevado de la cárcel –donde purgaba condena por el asesinato de Medina– al Hospital Regional de Huamanga. Allí, la Guardia Republicana ingresó para ejecutar extrajudicialmente a los senderistas heridos. Najarro fue ahorcado, pero logró sobrevivir. El parlamentario Javier Diez Canseco alzó su voz de protesta por ello. El doble reclamo de Jara consiste en que Diez Canseco “clamó justicia y exigió investigaciones con un énfasis que ni él, ni otros miembros de la izquierda, utilizaban cuando el senderismo perpetraba sus acciones”, y que “el informe de la Comisión de la Verdad registra a Navarro como víctima de tortura en 1982, y respecto de Benigno Medina dicha comisión consigna apenas recortes periodísticos con la noticia de su salvaje asesinato”. Es lamentable, por decir lo menos, que, tal como lo expone Jara, haya existido un tratamiento diferenciado en ambos casos.

Un buen libro el del periodista Jara, califica para una relectura.

Freddy Molina Casusol
Lima, 31 de marzo del 2018 

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