El
7 de agosto, el crítico literario Efraín Kristal presentó la última versión de
su libro Tentación de la palabra en
el local de Fondo de Cultura Económica de Miraflores. Kristal acompañado de
otros dos críticos, Agustín Prado (UNMSM) y Cecilia Esparza (PUCP), desbrozó
parte de su trabajo dedicado a la obra de Vargas Llosa, que aparece ahora sumamente
ampliado respecto a su primera versión de 1998. Dirigiéndose al público que se
hizo presente en la sala del FCE, reseñó algunas de sus ideas principales, de
las que, a partir de su exposición, surgieron de nuestro lado algunas otras en voz alta que compartimos con ustedes a continuación.
El
gran dictador que no fue
Yo
creí que el sargento Lituma, personaje que salta en varias novelas de Vargas
Llosa, La casa verde, La tía julia y el escribidor, La chunga (obra de teatro),
Lituma en los andes y en El héroe discreto, iba a llegar a ser general de división y dar un golpe de estado, y así convertirse en
el gran dictador que rivalizara con la saga de dictadores que aparecen en Yo, el
supremo de Augusto Roa Bastos, Señor Presidente de Asturias, El recurso del
método de Alejo Carpentier, El otoño del patriarca de García Márquez; y La fiesta del chivo del
propio Vargas Llosa. Lituma es, para mí, un
personaje trunco, una oportunidad perdida en la narrativa vargasllosiana.
La
misteriosa dedicatoria
La
misteriosa dedicatoria a “X, por los tiempos heroicos” en Travesuras de la niña
mala, es un enigma. ¿A quién dedicó Vargas Llosa esta novela? Vargas Llosa ha
dedicado sus libros a sus amigos de juventud –a Luis Loayza y Abelardo Oquendo en
Conversación en la catedral–, a sus ex mujeres –a Patricia Llosa (La casa verde)
y Julia Urquidi (La tía julia y el escribidor)–, a sus nietas (El sueño del celta), y a amigas entrañables como la
novelista brasileña Nelida Piñón en La guerra del fin del mundo.
En
cambio, en Travesuras de la niña mala la dedicatoria está sellada por el hermetismo.
¿Por qué? ¿Qué quería esconder? Sospecho que a quien pudo haberle dedicado la
novela, es a Lea Barba, amor platónico del escritor e hija del sindicalista y
dueño del Negro-Negro, boîte de los años cincuenta cuando Vargas Llosa era
estudiante de San Marcos.
¿A qué tiempos heroicos se refería el escritor? ¿A los
que vivió en el Leoncio Prado? ¿A los que pasó durante una temporada en Piura,
o a los que disfrutó en su barrio Diego Ferré de Miraflores? ¿O,tal vez, a los
que pasó en San Marcos?
Quizás
sean estos últimos, pues la novela está ambientada en la época en que conoció al guerrillero Guillermo Lobatón(en Francia, escenario de Travesuras), a Felix
Arias Schereiber y Lea Barba, con quienes formó un incondicional triunvirato. Esto
es, a fines de los cincuenta.
De
Barba se enamoró secretamente en esos “tiempos heroicos”, que eran los de la
dictadura de Odría. Eso lo revela en sus memorias El pez en el agua, que antes
presenta en Conversación en la Catedral, lo que motivó que Lea Barba le dijera
al reencontrarse con él en una recepción en la embajada de Nicaragua: “Tú y tus
demonios”. Por tanto, me animo a decir que la X de la dedicatoria podría ser
Lea Barba.
¿Saludo a Cien años o
a El tambor
de hojalata?
Efraín
Kristal ha anotado que Travesuras de la niña mala, es un saludo a Cien años de
soledad porque el personaje central –la niña mala–se reinventa en un contexto
diferente. En todo caso pienso que esta es un saludo a una novela de
Gunter Grass, El tambor de hojalata.
La
propuesta de Grass en El tambor es cíclica y, como me decía una amiga comentando
un película alemana Corre, Lola, corre (1998), un distintivo de su cultura. El
protagonista de Grass en esta novela vuelve a vivir lo que pasó pero narrado de
otro modo. La historia se repite como una espiral: pasa por un mismo punto pero
desde otro plano de observación. Por allí, me parece, se recrea el personaje
de la chilenita, la camarada Arlette, Madame Arnoux, Mrs. Richardson, que, con
sus requiebres amorosos, hace sufrir a Ricardito, el alter ego de Vargas Llosa.
Tres
etapas que marcan la novelística de Vargas Llosa
El
crítico Kristal afirma que hubo hasta tres etapas que marcan las novelas de
Vargas Llosa, una cuando era socialista, otra cuando era liberal, y una última,
que tiene a El héroe discreto y Cinco esquinas cuando el escritor empieza a ver
el mundo positivamente. Habría que precisar que entre su pase del socialismo al
liberalismo, existió una etapa intermedia donde se reclamaba pragmático. Esa
influencia se debe a Richard Webb, muy amigo suyo a mediados de los ochenta (a
quien le prologó un libro), depositario del pensamiento pragmático de William
James. Ese estadio tuvo una duración breve hasta que apareció el influjo de
Isaih Berlin, y los pensadores liberales como Popper y Hayek. De allí en
adelante, Vargas Llosa sigue una línea política que hasta ahora mantiene
invariable y que ha sido blanco de sus detractores.
Lima,
setiembre del 2018
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