miércoles, 29 de marzo de 2023

MARÍA KODAMA

HA partido María Kodama, la viuda de Borges. Se ha ido no sin dejar testimonios que informan sobre el carácter difícil que ostentó en vida. Uno de ellos es el de Epifanía Uveda, Fanny, la ama de llaves de Borges. Ella ha contado en El señor Borges (2004), libro en coautoría con Alejandro Vaccaro, detalles respecto a su discutible conducta. Vaccaro, biógrafo de Borges, por su parte, anota en Borges. Vida y Literatura (2006) que su matrimonio con el autor de El Aleph fue irregular (se casó con él, a pesar de no haberse divorciado de Elsa Astete, su primera mujer). María Esther Vásquez, amiga entrañable del escritor, relata en Borges. Esplendor y derrota (1996) que la dedicatoria que le hizo Borges en el “Poema de los dones”, incluido en El Hacedor (1960), fue borrada, luego de su muerte, por orden expresa de Kodama, ya en posesión de sus derechos de autor. Lo mismo pasó con la dedicatoria a una jovencita llamada Viviana Aguilar en el poema “Olvidar un sueño”. A Bioy Casares, amigo de toda la vida del escritor argentino, lo llamó “traidor” por haber revelado en su voluminoso Borges (2006) –una transcripción minuciosa de cuarenta años de conversaciones– aspectos personales e íntimos, y otros de apreciación literaria, que ahora sirven a los estudiosos para entenderlo mejor. Del mismo modo, María Kodama detuvo la reedición en francés de las obras completas de Borges en la prestigiosa colección La Pléiade de la Editorial Gallimard. Inmersa en juicios y declaraciones controvertidas, la viuda de Borges se granjeó odios en vida. Y ese celo por el cuidado de su obra hay que entenderlo bajo ese marco: el de la apropiación de la memoria de un escritor del que fue una ocasional discípula. El único biógrafo conocido que la trató con guantes de seda fue Marcos-Ricardo Barnatán en Borges (1995). El escritor Volodia Teitelboim le dedicó un capítulo en Los dos Borges. Vida, sueños y enigmas (2003), en el que consigna los cuidados al escritor en sus últimos momentos de existencia. Emir Rodríguez Monegal le lanza elogios en Borges. Una biografía literaria” (1978). Dice de ella: “Ahora parece inconcebible que Borges pudiera haber viajado alguna vez sin estar custodiado por la sonrisa pálida, la finísima atención, el amor de Antígona que le ofrece en su ancianidad…”. Pero Rodríguez Monegal vivió hasta 1985, poco menos de un año antes de que Borges falleciera y no pudo verla para juzgar su conducta posterior. Miguel de Torre, sobrino de Borges, ni siquiera la menciona en Apuntes de familia. Mis padres, mi tío, mi abuela (2004) (“No me hablen de esa mujer”, le dijo a Ana Prieto de la revista Orsai). Por lo demás, Kodama fue muy criticada y señalada de vivir del brillo borgiano que ella no alcanzó por mérito propio. Ha partido la mujer que en una entrevista interrogada por lo que pasaría con el legado de Borges cuando ella no esté, contestó sonriendo: «Yo pienso vivir doscientos años». Vivió 86, los mismos que Borges, y ha dejado como obra una fundación en la que perenniza el legado literario de su marido. Sera el tiempo, y solo él, el que dicte un veredicto sobre su paso en este plano.

 


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