sábado, 13 de mayo de 2023

RYUNOSUKE AKUTAGAWA

ES comparado con William Faulkner. Ryunosuke Akutagawa es conocido en nuestro mundo porque su compatriota, el realizador Akira Kurosawa, trasladó uno de sus cuentos (“En el bosque”) al celuloide con el nombre de Rashomon.

Como era de esperarse, Borges, muy inclinado al relato corto, le dedicó unas líneas que sirvieron de prólogo para uno de sus cuentos, “Vida de un loco”.

La influencia del haiku es detectable en la estética de Akutagawa, hecho que es anotado por Kazuya Sakai, un estudioso de su obra.

“En el bosque”, la medula del film de Kurosawa, es una pequeña obra maestra. La responsabilidad del crimen del hombre de kimono de seda pasa por varias manos. Al final, no se sabe quién ha sido, si el bandido Tajomaru o si la propia víctima se dio fin. La trama que semeja el múltiple enfoque de una mosca sobre un mismo hecho, permite penetrar en la psicología de los personajes.

Ese tipo de juegos con la trama, recuerda lejanamente El cartero llama dos veces de James Cain, novela corta incluida por Borges y Bioy Casares en las ediciones de séptimo círculo que dirigían.

Toshiro Mifune, en el film, recoge el desprecio y el brillo de los ojos del marido herido en su honor por la esposa mancillada delante suyo. La postura camaleónica y la traición ulterior de su mujer, Masago, recae en la soberbia interpretación de Machiko Kyo.

Rashomon, el pueblo, es el escenario de la puesta en escena.

En su biografía figura que se suicidó con una dosis de barbital a los 35 años, la misma edad que tenía el ensayista peruano José Carlos Mariátegui cuando murió, y con quien compartió, en espacios geográficos diferentes, una época: finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

En la edición peruana de Rashomon y otros relatos (Adobe Editores S.A., 1999) se puede leer “La nariz” un relato jocoso. Cuenta la historia de las tribulaciones de un hombre con una nariz desproporcionada (podía llegar a hundirse en un plato de sopa al menor descuido). Akutagawa aquí da a conocer su vena humorística. El final, que se dobla como un bucle, es paradojal: después de intentar diversos métodos para retirársela, una vez hecho se percata que es motivo de burla y vuelve a extrañarla. Cuando la recobra –no sabe cómo le vuelve a crecer– siente alivio tenerla de vuelta. Es un relato que pudo haber sido guion para una película de Chaplin.

En esa misma línea se puede considerar “Los piojos”. A continuación de que un hombre, estrambóticamente, criara piojos para, según él, obtener calor de las picaduras de los bichos por las noches, otros dos, por oposición a esa teoría, se los comían. Un día, uno de ellos, el más radical, se comió los del otro. Ambos, samuráis consumados, se trenzaron en un duelo sangriento. Todo por culpa de los piojos.

Ryunosuke Akutagawa es muy popular en el mundo de los animes japoneses. Incluso hay un personaje estilizado, pálido y cubierto de un abrigo largo y negro, inspirado en él.

Eso habla de su aún vigencia y de las poderosas imágenes cargadas de violencia y contradicción en su literatura.


Crédito de la foto: Librería del GAM 

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