miércoles, 21 de agosto de 2013

UN LIBRO DESMITIFICADOR

ESTE LIBRO cumple una labor desmitificadora. Carlos Franqui no es Montaner, a quien el gobierno cubano acusa de terrorista y agente de la CIA. Franqui ha formado parte del proceso revolucionario cubano que llevó a Fidel Castro al poder y, por si fuera poco, ha sido director del periódico Revolución (hasta 1963, año en que fue destituido) durante el régimen castrista. En otras palabras, ha sido testigo directo de los acontecimientos que marcaron una etapa importante en la historia del siglo XX. Alguien se ha referido a él como el último “testigo incómodo” de esa época. Los otros, Camilo Cienfuegos y Huber Matos, por citar dos de los más importantes, ya no se encuentran entre nosotros. El libro de Franqui, Cuba, la revolución: ¿mito o realidad?, es un libro desmitificador. Desmitificador porque presenta a uno de los héroes de sierra Maestra, el “Che” Guevara, como un hombre dogmático, que si no fuera por la aureola mítica que rodeó su desaparición física, hubiera pasado a la historia como uno de los tantos militantes marxistas ganados por la testarudez ideológica. Franqui en las páginas de su libro hace un severo cuestionamiento de su figura, lo responsabiliza, entre otras cosas, del destrozo de la economía cubana al poner en práctica esos ideales socialistas que lo acompañaban desde su juventud, los cuales estaban desconectados de la realidad.
El “Che”, cuenta Franqui, siguiendo su ideario revolucionario consistente en incentivar al trabajador cubano con solo el estímulo moral (intentó suprimir el dinero para las transacciones comerciales), dispuso cuando fue ministro de Industria, por ejemplo, que el pescado capturado en las costas del país fuera a la capital, para de allí redistribuirlo. ¿Las consecuencias? Debido a la falta de un sistema de refrigeración adecuado retornaba en malas condiciones y no podía ser consumido por la población.
Por más que se le dijo que “las leyes de la guerra o de la lucha armada no son las de la paz ni las de la economía posible”, él persistió en el error. Nadie pudo hacerle entender a Guevara que no podía “negar el salario individual, el dinero, la mercancía y las necesidades materiales, y sustituirlos por estímulos morales y anónimos y colectivos”.
Cegado por su anteojera ideológica, anota Franqui, “odiaba el dinero, símbolo del capitalismo”.
Cuando fue retirado de su cargo de ministro, tras su rotundo fracaso como tal, optó por lo que se sentía preparado –hacer la lucha armada en otros países (tomó un avión y se fue al Africa sin despedirse de Fidel)–, en vez de quedarse como burócrata en un puesto del Estado, que era lo que le esperaba.
Desdeñoso con los que se le oponían (los llamaba “pequeños burgueses”), el “Che” Guevara vivía encerrado en sus dogmas ideológicos, que quiso trasladar a la sociedad cubana (militarización de los sindicatos, el hombre nuevo, el retorno a los orígenes del marxismo-leninismo, la necesidad de la revolución mundial, los estímulos morales, provenientes muchos de ellos, afirma Franqui, del troskismo) con resultados desastrosos para la economía de la isla.
Franqui, al escribir este libro, además de dejar un retrato de Guevara y del propio Castro en sus borracheras de poder (describe una escena donde el dictador cubano quiso desaguar el Mar Caribe del sur de Cuba para hacer un lago artificial, idea que quiso vender a unos capitalistas holandeses), ha recordado además sus encuentros con intelectuales como Sartre, a quien –por pedido de Fidel– invitó a La Habana, junto a Simone de Beauvoir, para que viera en la práctica cómo se hacía la Revolución.
Cuenta Franqui que el escritor y ensayista francés se quedó maravillado con lo que vio –su llegada coincidió con un carnaval–, con el reconocimiento popular de su figura –que nunca había sentido en su patria–. Sobre todo se mostraba entusiasta porque se tomaba en cuenta su idea de la “democracia directa”, concepto reflejado en sus escritos.
A pesar de ser advertido por el cubano que esto era momentáneo y se le expusiera muchos peros respecto al proceso cubano, Sartre mantuvo su entusiasmo (que le duro algunos años hasta que rompió con Fidel y Cuba por el caso Padilla).
En fin, el libro de Franqui, Cuba, la revolución: ¿mito o realidad?, que trae entre sus revelaciones lo que pasó con Huber Matos –a quien mandó al encierro por conspirador, cuando en realidad lo que había ocurrido es que Matos estaba en desacuerdo con la infiltración comunista en el Ejército–, es un libro desmitificador. Es un libro que podrá leer con placer quien gusta leer con ojos abiertos la historia: con el placer de los que buscan la verdad en ella.

Freddy Molina Casusol 
Lima, 21 de agosto del 2013

No hay comentarios:

LA GRAN USURPACIÓN

ME CAÍA muy mal Omar Chehade, exvicepresidente de Humala, pensaba que era un traidor por salir a atacar al expresidente y a su mujer, la señ...