sábado, 25 de julio de 2015

UNA NOTA SOBRE “YAWAR FIESTA”

EN MUCHOS aspectos Yawar Fiesta es una novela fallida. Ya lo han dicho estudiosos de Arguedas como Sara Castro Klaren (“mustia novelita”, de argumento “pobre y simple”) o Washington Delgado, quien en tono elusivo, como queriendo salvaguardar la imagen de Arguedas frente a sus críticos, expresa: “Yawar Fiesta (1941), desde el punto de vista narrativo no está plenamente lograda...”[1]. La novela, si uno revisa con detenimiento de principio a fin su estructura, los momentos de tensión y distensión (tenues y casi inexistentes), tiene partes añadidas que están sobrando. Esto no sólo lo decimos nosotros, sino que esa sensación de fatiga y modorra que se siente en su lectura, también los notó Castro Klaren quien señaló capítulos intrascendentes [2]. Si uno la compara con el conjunto de cuentos que la antecedió, Agua, encuentra que estos están mucho mejor escritos, que hay una técnica que se pone al servicio del contenido y que define mejor su objetivo. En cambio, Yawar Fiesta da la impresión que, en lo que los críticos han llamado “ensanchamiento del universo arguediano”, flaquea. No imaginamos viendo a Flaubert tratar de describir en dos capítulos artificiosamente añadidos a Madame Bovary la historia del pueblo de Rouen, donde se desarrolla las desventuras de Emma Bovary, para tratar de ubicar al lector en el contexto histórico geográfico de la obra, sin perjudicar, con su inclusión, el efecto de invisibilidad que quiso imprimir en su prosa. Así, pues, sentimos lo mismo con esos primeros capítulos, que, en el balance general, aparecen invasivos, perturbando y perjudicando la economía de la novela. Alberto Escobar ha dicho, en el sentido anterior, que Yawar Fiesta es inferior técnicamente a Warma Kuyay, uno de los cuentos de Agua. Esto lo dijo en el Primer Encuentro de Narradores peruanos de 1965. Sus palabras fueron las siguientes: “Si se compara por ejemplo “Warma Kuyay” con Yawar Fiesta, desde un punto de vista técnico, pese a que “Warma Kuyay”, es intuitivo, es técnicamente mucho más rico que Yawar Fiesta. Yawar Fiesta es completamente lineal, es completamente concepción de espacio y hombre del siglo XIX...”[3]. Escobar en esa oportunidad vio un problema en Arguedas para definir con felicidad, desde el punto de vista técnico, sus novelas (aunque después equilibra su juicio, señalando que el escritor no solamente es técnica sino también intuición). Lo observó, como se puede leer en su intervención en ese encuentro, en otra novela: El Sexto. Porque, retomando lo anterior, si se quería conocer los antecedentes del pueblo de Puquio y las características geográfico-históricas que la rodeaban, allá por los años cuarenta, para eso estaban los documentos antropológicos que informaban de ello; es más, el propio Arguedas dedicó parte de su obra a hacerlo conocido. ¿Para qué, entonces, cargar al lector con información que hace pesada e innecesariamente densa la lectura de Yawar Fiesta? ¿Por qué el escritor no optó por dejar sumergido en los pliegues de la novela la historia de Puquio, en vez de colocarla en un primer plano, desviando el foco de atención del lector de la historia principal? En conclusión, Yawar Fiesta arrastra una deficiencia de orden técnico a la hora de enhebrar su historia, lo cual hace que la novela, a pesar de los méritos que tiene en trasladar en el idioma inventado por el escritor el mundo quechua, se torne aburrida en el balance final.

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[1] Ver Historia de la Literatura Republicana, Washington Delgado, Ediciones Rikchay Perú No. 11, 2da. edición, Lima, junio de 1984, p. 139.
[2] “Por ejemplo, el capítulo que trata sobre la migración de los serranos a la costa no añade nada al argumento, puesto que el argumento bien podría pasar sin esa información. El capítulo que trata sobre el origen legendario del Misitu y la adoración que le profesan los Koñanis tampoco es necesario respecto al argumento... Gran parte del capítulo “La autoridad” tampoco adelanta mucho: endurece las posiciones de las fuerzas contendoras, confirma lo que está sucediendo y las circunstancias en que se encuentra la gente. Este es tal vez el más costumbrista de los capítulos. Muchos episodios son reminiscencias cuyo propósito es explicar la vida de Puquio y su estructura axiomática. Pero, como es sabido, no todo debe contribuir necesariamente al argumento, y así muchos de estos capítulos que no cumplen esa función sirven para otros fines. Tal es el caso de los capítulos que amplían la visión de la psicología colectiva del indio o sirven directamente a la tesis del libro.” Ver El mundo mágico de José María Arguedas, Sara Castro Klaren, 1era. edición, 1973, pp. 75-76.
[3] Ver Primer Encuentro de Narradores Peruanos 1965, Latinoamericana Editores, Segunda edición, Lima, 1986, p. 200.

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