miércoles, 22 de julio de 2020

INTELIGENCIA EN JUEGO: EL HOMBRE CONTRA LA MÁQUINA

Cuando el árbitro alemán Lothar Schmid le comunicó que su rival, el soviético Boris Spaski, había desistido por teléfono en continuar la partida, Bobby Fischer, el chico terrible de Brooklyn, supo que se había coronado en Reikiavik (Islandia), como el undécimo campeón de ajedrez del mundo.

Era 1972 —tiempos de la Guerra Fría— y la Unión Soviética sostenía que su supremacía en el juego inventado, probablemente, en la India, se debía a la superioridad de su ideología. 

El “duelo del siglo”, como lo llamaron los periodistas de la época, entre Fischer —la esperanza americana para ganar el título— y el ruso Spaski, contó con algunos hechos inusitados: la llamada del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, conminando a Fischer a que no abandonara el juego; y las actitudes veleidosas y estridentes del propio retador, que ocasionaron que el Washington Post dijera: “Fischer se ha granjeado la antipatía de millones de entusiastas del ajedrez de todo el mundo”. (Así lo recuerdan los periodistas David Edmonds y John Eidinow en Bobby Fischer se fue a la guerra, de 2006, uno de los pocos libros que describe los pormenores de aquella memorable partida).

El desistimiento de Spaski, el 1 de setiembre de 1972, puso punto final a una era. Sin embargo, el reinado de Fischer duró tan solo tres años. En 1975, ante su renuencia por defender el título, Anatoli Karpov, un joven de 23 años, se erigió como el nuevo rey. Frío y calculador, el juego de Karpov era comparado al de una máquina. Empero, sería su sucesor, Gari Kasparov, quien se enfrentaría a una verdadera. Con Kasparov y Deep Blue empezaría, pues, un nuevo episodio en los duelos del ajedrez.

—El hombre contra la máquina—
Al mundo entero se le erizaron los pelos en 1997, cuando el campeón mundial de ajedrez Gari Kasparov fue derrotado por Deep Blue II, una computadora programada por humanos para enfrentarlo. La derrota de Kasparov encendió las alarmas y retrotrajo los peores pensamientos hacia el recuerdo de Skynet, la inteligencia artificial de la película Terminator 2, que toma el control del arsenal militar estadounidense y somete a la humanidad. ¿Era posible que una máquina superara al hombre? Sí, ya era posible, Deep Blue II lo había demostrado. Aunque Kasparov arguyó que por la calidad de los movimientos de su contendora, era posible que una mano humana estuviera detrás —tópico explorado en su libro Deep thinking (2017)—, eso nunca fue probado. Más bien, quedó la evidencia de que el ser humano podía ser sobrepasado por una máquina. ¿El comienzo del fin?

Deep Blue II, una creación de IBM, era un superordenador de dos metros de alto y media tonelada de peso. Podía procesar la desorbitante cifra de 200 millones de posiciones por segundo. Ese era el rival que Kasparov tuvo al frente. La máquina derrotó al campeón por un dos a uno, siendo la primera partida la que más llamó la atención cuando Deep Blue II realizó una jugada con una torre que desconcertó a Kasparov, y lo obligó a pasar una mala noche. Se creyó, por un instante, que la computadora había generado una jugada creativa que solo la mente humana podía hacer (después se supo que había sido un fallo de programación). Tras esto, el siguiente paso ya estaba trazado: el duelo entre máquinas por la hegemonía en el ajedrez.

—AlphaZero—
El desarrollo seguido desde que Deep Blue II derrotó a su oponente humano ha rebasado todo límite. Máquina que se respete juega ahora con una de su categoría. Desde hace unos años, los mejores exponentes en el mundo artificial se enfrentan por el dominio mundial en un campeonato llamado TCEC (Top Chess Engine Championship). 

Ni el actual campeón Magnus Carlsen —considerado por el gran maestro español Miguel Illescas, un “híbrido entre hombre y maquina”— puede competir con AlphaZero, el nuevo Godzilla del tablero.

AlphaZero es una máquina desarrollada por DeepMind, una dependencia de Google enfocada en la inteligencia artificial. A diferencia de sus antecesoras, a AlphaZero solo le han indicado las reglas para que ella sola, en cuestión de cuatro horas, conociera millones de partidas y, lo más impresionante, jugase contra sí misma para perfeccionar su juego. 

A fines de 2017, enfrentó a Stockfish, un potente motor ajedrecístico y lo apabulló. De cien partidas concertadas, le ganó 28 y las restantes 72 fueron empates. Los humanos quedaron atrás en esta lucha. Pero no tanto. El humano también aprende. Por ejemplo, el nuevo estilo del vigente campeón Magnus Carlsen, de acuerdo a las últimas informaciones, está inspirado en el juego agresivo de AlphaZero. 

Mientras tanto, el mundo ve con ansiedad la posibilidad no tan remota de que una máquina provista de inteligencia artificial le pueda hacer un ‘mate’. Una probabilidad bastante estremecedora.

Publicado en El Dominical de El Comercio el 25 de agosto del 2019

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