¿Qué haría si tuviera la posibilidad de viajar en el tiempo?
¿Ayudaría a que Hitler ingresara a la Academia de Artes de Viena en 1908 para que se
dedique a la pintura, y así evitar la Segunda Guerra Mundial?
¿Detendría a Arguedas para que no se
disparara un balazo en la sien? O, como en el filme Contacto —inspirado en una
novela de Carl Sagan—, ¿buscaría a su padre para decirle cuánto lo extrañaba? Viajar en el tiempo ha sido uno de los temas
favoritos de la literatura y el cine. Aparece en la novela La máquina del tiempo ( 1895 ) de H. G. Wells, en la
que se plantea la idea del tiempo como una cuarta dimensión —que luego Einstein abordaría en su teoría de la relatividad
especial en 1905—. Luego, en los filmes Volver al futuro ( 1985 ), El planeta de los simios ( 1968 ) y en Interestelar ( 2014 ), cuando el piloto Joseph Cooper
atraviesa un agujero de gusano.
–A la velocidad de la luz–
Pero, ¿es posible viajar en el tiempo? Algunos físicos piensan que sí. El astrofísico de la Universidad
de Princeton J. Richard Gott sostiene, en Los viajes en el
tiempo y el universo de Einstein ( 2003 ), que “Einstein nos enseñó cómo hacerlo. Solo tenemos que subirnos a una
nave espacial, viajar a una estrella que se halle a una distancia algo inferior
a quinientos años luz y regresar a nuestro planeta, moviéndonos en ambos
trayectos a una velocidad igual al 99,995 % de la luz. Cuando estemos de
vuelta, la Tierra será mil años más
vieja, pero nosotros habremos envejecido [solo] diez años”.
Para concretar este y otros proyectos similares —advierte Gott—, se debe enfrentar importantes problemas de ingeniería
concernientes al diseño de la nave, su propulsión, su blindaje, entre otras
contingencias que incluyen el desarrollo de tecnologías para refrigerar los
motores y evitar que estos se fundan. En esa misma línea, se encuentra el
afamado matemático austriaco Kurt Gödel, quien,
citado por Walter Isaacson, en su biografía de Einstein (Einstein: su vida y su universo, 2007),
afirmaba que viajar en el tiempo era coherente con la teoría de la relatividad.
–Regresar al pasado–
Sin embargo, físicos como Michio Kaku expresan
sus reparos. En su libro Hiperespacio ( 1994 ), Kaku pide que imaginemos el caos que
se produciría si todos pudieran viajar al pasado, modificar aspectos
sustanciales de su vida y la de
los demás, y, con ello, reescribir la historia.
“Consideremos la decisiva victoria de Alejandro Magno sobre
los persas, que ayudó a hacer posible el florecimiento de la civilización y la
cultura occidental en el mundo durante los mil años siguientes. Pero
consideremos lo que sucedería si una pequeña banda de mercenarios armados
provistos de pequeños misiles y artillería moderna interviniesen en la batalla
(…) Esta intromisión en el pasado paralizaría la expansión de la influencia de
Occidente en el mundo”, anota alarmado Kaku.
Viajar en el tiempo implica, pues, connotaciones éticas desconocidas. ¿Y es posible viajar al
pasado? Paradójicamente, fue Einstein, comenta Isaacson, quien dio a entender
“que por más que los viajes en el tiempo pudieran ser matemáticamente
concebibles, puede que no resultaran posibles en la realidad”. Empero, Brian Greene, profesor de Física de la Universidad de Columbia, en El tejido del cosmos ( 2004 ), sostiene que la negativa de los
científicos debe ser matizada “porque nadie ha demostrado que las leyes de la
física descarten el viaje dirigido al pasado”.
Ron
Mallett, un astrofísico de la Universidad de
Connecticut, dedica sus esfuerzos en construir una máquina que lo regrese a
1955 para reencontrarse con su padre (muerto por un ataque cardíaco) y quizá
salvarle la vida.
Viajar al pasado o al futuro, a través de una curvatura en el espacio-tiempo o una máquina, responde, al
parecer, a la tendencia humana de querer manipular los acontecimientos. La
curiosidad del hombre es infinita. Tal vez cuando tengamos la oportunidad de
explorar el futuro, sepamos realmente si fue conveniente o no. Solo allí lo
sabremos.
Publicado en el suplemento Dominical de El Comercio el 18 de febrero del 2020
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