EN 1865, Julio Verne en su novela De la Tierra a la Luna
proyectaba al hombre pisando el suelo lunar. En 1902, Georges Méliès adaptaría
la novela de Verne al cine para popularizar la idea. Pero pasarían 104 años
para que esa visión del escritor francés fuerarealizada por Neil Armstrong,
cuando su nave, el Apolo 11, descendió el 20 de julio de 1969 en el mar de la
Tranquilidad. Desde entonces, la humanidad no vería los confines del infinito
como algo inalcanzable, sino como un reto a conquistar.
En 1950, el escritor estadounidense Ray Bradbury había visto,
como Verne, otra meta para el hombre: Marte. Lo atisbó desde Crónicas
marcianas, apasionantes relatos en los que los colonos terrícolas trataban de
reproducir las condiciones de vida terrestre en el planeta rojo. Estos
terrícolas huían de la destrucción debido a la acción de la mano humana.
(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
–La continuidad de la especie–
Pero colonizar Marte no es fácil. El físico Michio Kaku anota en
su libro El futuro de la humanidad (2018) que tocar la Luna le costó al
programa Apolo solo tres días; en cambio, posarse en Marte tomaría nueve largos
meses. Esto no incluye lo que viene después, la complicada adaptación al
medioambiente marciano: Marte tiene una delgada capa atmosférica que permite el
ingreso de la radiación solar y una temperatura de -140 ºC.
La idea, para el físico e inversionista Elon Musk, dueño de la
empresa de transporte aeroespacial SpaceX, que ha fabricado los cohetes Falcon
y Falcon Heavy —este último reutilizable— es colonizar y hacer habitable de
cualquier forma Marte.
Colonizar se ha
vuelto una prioridad para la humanidad porque los recursos de la Tierra se
agotan y estamos expuestos a contingencias —como la posibilidad de que un
asteroide golpee el planeta y seamos arrastrados a un evento ligado a la
extinción como en el filme Impacto profundo (1998)—. Ya Stephen Hawking había
advertido que el hombre estaba obligado a salir de la órbita terrestre si
deseaba sobrevivir. E, incluso, le puso un plazo: dentro de los próximos cien
años. Musk ofrece la idea de llegar a Marte, para garantizar —como en los
cuentos de Bradbury— la continuación de la humanidad. La colonización del
planeta rojo, para el dueño de SpaceX, deberá concretarse alrededor de 2050,
con la primera ciudad humana autosuficiente en suelo marciano. ¿El propósito?
Crear un asentamiento permanente.
–Reto multiplanetario–
El plan es alcanzar de nuevo la Luna, y desde allí propulsarse a
Marte, planeta que reúne las condiciones mínimas (agua, por ejemplo) para ser
el nuevo hogar de la humanidad. ¿Qué gobiernos están involucrados en esto?
Estados Unidos, Rusia, China y en menor proporción Japón. Elon Musk –un
empresario privado– les hace la competencia.
El costo del viaje a Marte bordearía los 10.000 millones de
dólares. Toda una ganga si se trata de escapar de la extinción. Pero Musk ha
prometido que podría bajar con el tiempo el precio a 200.000 dólares por
persona (ida y vuelta).
Aquí es importante recordar las palabras del científico ruso
Konstantin Tsiolkovsky, el padre de la cosmonáutica: “La Tierra es la cuna de
la humanidad, pero uno no puede permanecer en la cuna para siempre”. Con ella
avisó que debíamos ir más allá de nuestros horizontes.
Ahora el reto es multiplanetario. Ya no se trata solo de
alcanzar Marte, sino de extenderse por el sistema solar. Para el doctor en
Ciencias Físicas Fernando J. Ballesteros, en La colonización espacial (2017),
“queda por evaluar las posibilidades de establecerse en los gigantes gaseosos
(Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno)”.
Por el momento,
hay que quemar etapas. La conquista de las montañas y arenas rojas de Marte
está en camino (Rusia anuncia los preparativos de su nave Argo y Elon Musk
habla de Starship, una nave que, según él, será capaz de transportar a cien
personas hasta el planeta rojo). Allí, si no media ningún obstáculo insalvable,
estaremos pronto.
Publicado en El Dominical de El Comercio el 01 de diciembre del 2019
Publicado en El Dominical de El Comercio el 01 de diciembre del 2019
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