LA
FACETA más conocida de Bunge es, entre nosotros los profanos, la de divulgador
del método científico en su socorrido librito La ciencia, su método y su filosofía, un texto aún consultado por
los estudiantes del primer año de la universidad. Otro trabajo, en el sentido
anterior, es La investigación científica,
este sí muy pormenorizado y especializado. Pero Bunge, un autor muy prolífico
–tiene en su haber más de 35 libros–, no es muy conocido por su faceta
periodística. Y, por ese lado, hay que decirlo, es muy divertido y ameno. Allá
por 1997, Editorial Sudamericana le publicó una serie de crónicas viajeras,
artículos científicos y notas sobre personajes famosos. Notas que no tuvieron
la oportunidad de ser leídas en Argentina, patria natal de Bunge. Para
rectificar tamaña ausencia estas han cobrado la ciudadanía de libro. Admiro a
Bunge desde que tuve la oportunidad de pasar por las páginas de Vigencia de la Filosofía, reunión de conferencias
que dictó en Perú por el año 1996. Admiro su claridad –que cultiva con esmero–
y la defensa que hace de la razón y la verdad científica en un mundo que los
denominados posmodernos se empeñan en relativizarla. Bunge hace honor a lo
dicho por aquel pensador (cuyo nombre no recuerdo en este momento, pero que
creo fue Erasmo de Rotterdam): “La amabilidad del filósofo es la claridad”. En Elogio de la curiosidad, nuestro
filósofo escribe sobre diversos tópicos con la libertad que puede hacer gala un
libre pensador. Puede criticar sin problemas la aplicación política del
marxismo en Rusia, expresar sus reparos por las propuestas económicas liberales
de Hayek –a quien conoció en su madurez, cuando no era premio Nobel y usaba una
corbatita michi– o levantar su voz de protesta por el actuar del psicoanálisis
y la parapsicología, a los que tilda de seudo-ciencias. Bunge es un socialista
de esos que llaman libertarios, pues no están sujetos a un determinado dogma
–el único posible para él es el de la búsqueda honrada de la verdad–. Su
preocupación es el analfabetismo científico-técnico de la sociedad moderna, lo cual
lo hace preguntarse por el papel de los medios de comunicación en la divulgación
de los adelantos científicos –esa labor la hizo en el pasado por estos lares
Óscar Miro Quesada (Racso) desde las páginas de El Comercio–, en lugar de dar preferencia al horóscopo diario. Tal
vez sea uno de los pocos que se ha atrevido a llamar charlatán a Heidegger, por
hacer pasar, según él, como “profundos” la oscuridad de escritos que no dicen
nada. Glosando, para concluir. Bunge, como periodista, no defrauda: entusiasma.
Freddy Molina Casusol
Lima, 12 de setiembre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario