sábado, 9 de agosto de 2025

VARGAS LLOSA PERIODISTA Y EL REPORTAJE A NICARAGUA


EL reportaje salió publicado en The New York Times bajo el título “Nicaragua en la encrucijada” (1985). Aquí El Comercio lo difundió en entregas semanales que el gran lector recogía en su puesto de periódicos favorito. La vocación de Vargas Llosa por el periodismo ya es conocida. Desde los tiempos en La Crónica el escritor peruano lo alternaba con su vocación por la literatura.

Hay tres grandes reportajes reconocibles en su trayectoria. El primero es el de “Nicaragua”, reproducido en Contra viento y marea (III); el segundo, Diario de Irak (2003), y el tercero, Israel-Palestina. Paz o guerra santa (2006), han alcanzado la categoría de libro. Lo ideal sería tener los tres textos en un solo volumen para encontrar las similitudes y diferencias de la escritura periodística vargasllosiana.

La publicación por entregas de “Nicaragua” debe haber complacido al escritor, amante del feuilleton francés, pues es el lector se quedaba con la idea de qué venía después. Eran los tiempos que el periódico de papel te permitía esas licencias, ahora, en esta virtualidad de la inmediatez, sería un anacronismo.

Pero Vargas Llosa no solo haría periodismo escrito, sino también periodismo televisivo (incluso deportivo cuando cubrió las incidencias del Mundial 82). La Torre de Babel (1981) era el nombre del programa que el escritor condujo durante veintiséis domingos en la señal de Panamericana Televisión. Caretas, por otra parte, fue la ventana que escogió para, con su columna Piedra de Toque, conectarse con la realidad peruana y dar su opinión sobre la literatura, el arte y la política, y no siempre bienvenida por los afectados en sus críticas (recordemos la serie de artículos “El intelectual barato”, de 1979).

Cuando el reportaje de Nicaragua fue publicado en abril de 1985, el país estaba conmocionado por el atentado terrorista cometido contra Domingo García Rada, presidente del Jurado Nacional de Elecciones. García Rada recibió el impacto de dos balas en la cabeza y otra en el brazo. Los responsables fueron los militantes de Sendero Luminoso, el movimiento subversivo que cinco años atrás se había levantado en armas contra el Estado peruano.

(Punto aparte: Se ha reconocido en La orgía perpetua y García Márquez. Historia de un deicidio los fundamentos de una teoría de la novela en el escritor. Cabe interrogarse, haciendo un paralelo, si los tres reportajes –“Nicaragua”, Diario de Irak e Israel-Palestina– alcanzan para formular una teoría del periodismo; en todo caso, se desliza la idea como un juego intelectual.)

En el reportaje a Nicaragua, el escritor peruano mantiene un tenso equilibrio. De entrada, se ubica como árbitro entre las fuerzas del régimen sandinista y las de la oposición. Trata de distribuir los méritos y culpas en ambos bandos. Conociendo su posición respecto a Cuba en esos años, se esperaba que, con la Nicaragua sandinista, cercana a Fidel Castro, tuviera el mismo trato, pero no, prefiere optar por una neutralidad suiza. Cuando se pregunta en mayéutica: «¿Es Nicaragua un estado marxista-leninista? ¿Está a punto de ser una segunda Cuba?» El escritor se responde que, a diferencia de la isla donde quedó suprimida, en Nicaragua hay aún propiedad privada y pluralidad informativa (aunque un tanto menguada), dando a entender que no. Cuando se le señalaba en reuniones de la oposición que el gobierno era violador de los derechos humanos, Vargas Llosa respondía que una reunión como la que se estaba llevando a cabo era inconcebible en un estado totalitario.

La posición de Vargas Llosa respecto a la Nicaragua sandinista se resumía en sus propias palabras: «Las versiones que el gobierno y sus adversarios esgrimen sobre casi todo son tan contradictorias que quien trate de ser objetivo se encuentra a menudo aturdido.»

Vargas Llosa trataba de ser cuidadoso. Hay que recordar que venía, dos años atrás, de la experiencia de Uchuraccay, de haber integrado la comisión investigadora para dilucidar la muerte de ocho periodistas en la sierra de Ayacucho. Eso lo debe haber marcado. A eso se debe el tono de escepticismo adoptado en cuanto a lo que le transmitían uno y otro bando.

Lo mismo ocurre cuando aborda el tema de la religiosidad del pueblo nicaragüense en “La Iglesia Popular”, la quinta entrega de su reportaje. El Vargas Llosa periodista le da espacio a las dos posiciones que se disputan la feligresía nicaragüense. Tanto la llamada “Iglesia Popular”, a la que no ve como tal y es representada por el padre Uriel Molina, y la liderada por monseñor Obando y Bravo, más intuitiva, y no intelectualizada como la primera, llena de curas progresistas, y que es a la que se adhiere el grueso de los católicos, como anota el escritor, son las dos vertientes que reconoce.

Asimismo, a diferencia de Cien años de soledad donde se ve a Remedios La Bella ascendiendo a los cielos, el reportaje da cuenta de un hecho milagroso: el de la Virgen María descendiendo de los cielos en una nube para decirle a un sacristán que rechazaba el comunismo y el ateísmo del régimen. Bernardo, el sacristán, se lo contó al escritor con las virtudes de la fe e hizo que se pusiera nervioso.

Vargas Llosa también relata que, como a Jesús cuando fue tentado por el diablo, al sacristán se le apareció la tentación en forma de mujer; empero los fieles que lo protegían descubrieron a los fotógrafos agazapados, listos para hacer click cuando se entregara al pecado de la carne. Esa celada, y quién sabe otras que tenían planeadas, le fue tendida para desacreditar la revelación de María que dejaba malparado a Daniel Ortega y al gobierno sandinista.

La estrella de “Nicaragua”, sin duda, es Tomás Borge. Al encuentro con Borge (y a su ¡Hijueputa!) le dedica completa la novena entrega.

En conclusión, el Vargas Llosa periodista, en medio de la guerra entre los “contras” y los sandinistas, cumple su misión de informar llamando la atención cierta condescendencia con el régimen de Nicaragua al que le otorga el beneficio de la duda.

En todo caso, sucumbe al realismo. Pide que la sociedad reporteada viva con dignidad y mínimamente con libertad.

Finalmente, el periodista Vargas Llosa de “Nicaragua en la encrucijada” es un modelo a seguir ahora que pululan propagandistas políticos disfrazados de periodistas.

Crédito de la foto: Revista de Libros

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