sábado, 16 de junio de 2007

SUSANA ROTKER Y UNA AMIGA

“En Memoria de Susana Rotker” es uno de los más hermosos artículos de amor que he leído. Publicado ayer por El Comercio de Lima realmente me sorprendió. En un principio pensé que se trataba de uno de esos artículos aburridos que escriben ciertos intelectuales sobre la realidad latinoamericana. Pero no, cuando atisbé en sus primeras líneas entendí que no se trataba de uno más del género sino de un homenaje del escritor argentino Tomás Eloy Martínez a su esposa recientemente fallecida. “Era tan hermosa que uno contenía la respiración”, “Después supe que ella se creía fea y sin talento”. “Me gustaba su método de trabajo, un día se encerraba desde la tres de la tarde hasta las tres de la madrugada, luego salía con cincuenta páginas de prosa fluida”, “yo escribo lentamente, apenas dos páginas diarias de inferior calidad si las comparo con las de ella”. Recuerdos de ese tipo son recogidos por la pluma de Eloy Martínez para expresar su agradecimiento hacía la mujer que hizo posible sus tres últimos libros, rompiendo, escribe, con esa ley de hierro que desaconseja que las columnas periodísticas tengan que convertirse en un confesionario, pero lo otro, como él mismo parece reconocer, hubiera sido un imperdonable acto de ingratitud. A la esposa de Eloy Martínez, para los que no lo saben, la arrolló un auto un veintisiete de noviembre del 2000, cuando ambos salían de revisar unos borradores en una Biblioteca de Nueva Jersey. Cuenta el escritor que cuando se aprestaban a cruzar la pista sintió una especie de viento que se la arrebataba de las manos y luego de la embestida, vio el cuerpo destrozado y la sonrisa dibujada en el rostro de Susana. Qué fortaleza de espíritu, pensaba, para no sucumbir y desmoronarse y escribir esas líneas de homenaje con esa sobriedad que se le ha admirado a Tomás Eloy Martínez en libros como La Novela de Perón, esa novela del dictador argentino que tan bien ha revivido en sus páginas. De él se puede decir que admirar su entereza, su fortaleza para entregar su arte, para agrandarse a su máxima expresión ante la desgracia, es muy poca cosa. Qué pobres nos hace sentir cuando cuenta su drama, cuando describe con proyección cinematográfica ese momento fatídico que lo golpeó. Eloy Martínez conoció a su esposa en una redacción periodística, cuando estaba en sus planes sacar El diario de Caracas y necesitaba un crítico de cine y la más famosa era Susana Rotker. “Es la mejor”, le dijeron. Y él se enamoró tímidamente de ella como quien dice “esta mujer es demasiado para mí”. Viajaban de aquí para allá y eran, cuando se podía, ciudadanos del mundo. Cuenta que tuvieron una hija, que Susana escribía kilométricamente, que era talentosa, que era inteligente y que era muy hermosa, tan hermosa que él parecía sentirse el patito feo de la película. Ahora que no está Susana Rotker, me pregunto, si Tomás Eloy Martínez podrá escribir novelas prodigiosas como Santa Evita, pieza literaria magistral que arrancó los elogios de García Márquez (“Esta es la novela que siempre quise leer”). Finalmente, mientras esto ocurre, no puedo dejar de pensar con nostalgia en una amiga, que, escapando del país, allá en Hamburgo, me ha inspirado a escribir estas líneas.


Freddy Molina Casusol

Lima, 15 de enero del 2001 

 Foto: Vasco Szinetar. Tomada de: www.analitica.com/Bitblio/msocorro/rotker.asp

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