martes, 12 de junio de 2007

LA UNIVERSIDAD, EL PROFESOR LEAVIS Y UN INESPERADO DISCÍPULO

Hace algunos años estudiantes de San Marcos me invitaron a formar parte de un panel cuyo tema giraría en torno al rumbo de la Universidad. Dicha invitación se concretó debido a que creían, no sé si para bien, de que una lejana experiencia como delegado estudiantil de Letras sería de alguna utilidad en el conversatorio que pensaban armar y que formaba parte de un curso de pre-grado de su especialidad.

Por aquel entonces, preocupado por la perfomance que iba a tener frente a un pelotón de francotiradores, aspirantes para remate a periodistas, en una cabina de radio sanmarquina, tuve que dejar de lado algunos apremios para prepararme a la eventualidad de responder algunas preguntas espinosas, que con seguridad tenían listas mis inquisidores con el malhadado propósito de dejarme mal parado ante un exigido pero pequeño auditorio de estudiantes.

Abordar después de muchos años a mis héroes de años juveniles –hoy ya no lo son– como Luis Alberto Sánchez en La Universidad no es una isla y a Gabriel del Mazo en un texto sobre la Reforma Universitaria de Córdoba fue gratificante, por no decir exultante; sin embargo, al margen de la sorpresa que me tenían preparada mis anfitriones sanmarquinos –me colocaron en compañía del Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, cuyas paporretas de corte socialista y sus posturas demagógicas en cuanto al incremento a un medio de la proporción estudiantil en los órganos de gobierno, que ignoraban las razones históricas de la distribución por tercios del gobierno en la Universidad, son prescindibles– ha venido de nuevo a mi memoria el recuerdo de la pregunta que quedó flotando en el ambiente y que tenía como tenor la dirección a seguir por la Universidad.

“¿Cuál es el rumbo de la Universidad?”, preguntaban mis inquisidores. Salvando la situación aquella noche respondí, que para el caso sanmarquino ésta se encaminaba hacia un tipo de universidad norteamericana de orientación técnica y pragmática. Mi respuesta estaba enmarcada entonces en lo que creía y que consistía en que la Universidad debería responder a los requerimientos de la sociedad orientando sus recursos y potencialidades forjando profesionales que una vez egresados de sus crisoles la sirvieran.

Pasados varios años de esa respuesta, me han venido unas dudas terribles. Esas dudas se han alimentado luego de releer los ensayos “Cambridge y la irrealidad” (Contra viento y marea 1962-1982) y “Las dos culturas” (Desafíos a la Libertad), escritos con una diferencia de casi quince años por la fina pluma de Vargas Llosa, en los que justamente se toca los puntos básicos de una vieja discusión: los peligros de que la Universidad se convierta en una fabrica de títulos y que sus flamantes egresados devengan en automatas reñidos con el humanismo, so pretexto de que la ciencia y tecnología debieran imperar en sus paredes, o, por el contrario, que, como en la añeja Universidad de Cambridge, ésta devenga en una institución alejada de los conflictos sociales y alimente su quehacer aspirando bocanadas de saber en desconexión con la realidad.

A Vargas Llosa, del mismo modo como antaño le daba razón a Sartre en desmedro de Camus y Borges para luego virar en sentido contrario, le ha ocurrido en estos dos ensayos confrontados de que si antes inclinaba ligeramente la balanza hacía el viejo profesor F.R. Leavis de la Universidad de Cambridge, que abogaba por la segunda de las tesis mencionadas, hoy la inclina abiertamente del lado del profesor C.P. Snow, defensor de la primera, en una polémica que, según reseña en Vargas Llosa en Desafios a la Libertad, fue muy agria, sobre todo de parte del profesor Leavis que vio amenazado su pedestal de influencia intelectual en ese centro de estudios.

Particularmente, en este combate por las ideas, me he sentido atraído, por las viejas tesis del profesor Leavis; es decir la de crear en la Universidad un enclave donde el saber y la cultura, se erijan por encima de la temporalidad, un lugar que aunque suene anacrónico y se parezca a las imágenes que nos trajo el film El Nombre de la Rosa el espíritu tenga predominio para bien de la humanidad, y que para satisfacer las necesidades de la sociedad de mercado se creen institutos, politécnicos, que recojan a las mentalidades inclinadas por los saberes técnicos, tan indispensables como la ciencias humanas, en el desarrollo de una colectividad.

Quizás esa resistencia, que marcha a contracorriente con la idea moderna de Universidad, se deba al hecho de haber sido testigo en una universidad nacional de la amenaza que significa que instituciones cuya misión es la de preservar lo mejor de la cultura y conocimiento de una nación, se vean asaltadas desde afuera por la turbamulta de la politización y la estridencia de ideas fofas, y que revestidas con el ropaje de última ciencia universal casi las dejen, antes de irse, postradas y heridas de muerte.

Octavio Paz decía en un magnifico testimonio titulado Itinerario, que nos movemos en una sociedad de mercado –a la que describe en una brillante metáfora como una inmensa trilladora que nos persigue lista a triturarnos si no escapamos con celeridad de sus acerados dientes–, donde los libros como los cuadros son artículos de comercio; pero que éstas son más que eso: son obras. En ese sentido, el distinguía lo que era el negocio editorial y la literatura para los fines de la cultura.

De igual modo, se puede hacer extensiva esta idea para las humanidades con el fin de poder distinguirla de la ciencia y tecnología en el caso de la Universidad, ya que sus esencias y fines son distintos y casi encontrados.

Por ello, quizás sea la Universidad, alejada de los valores mercantiles, la encomendada para, en nombre del espíritu, resguardar el saber y otros conocimientos que amenazan con extinguirse irremisiblemente de nuestro horizonte cultural, a despecho de lo que puedan pensar los defensores del profesor C.P. Snow, quien vería de mal grado estas líneas que estoy acabando, y que peor, vería con malos ojos, si pudiera, al desaparecido profesor Leavis que, sonriendo risueñamente, contemplaría a este inesperado discipulo que le ha salido desde las lejanas orillas del Perú, y que sin su talento y genio intenta malamente defenderlo.

Freddy Molina Casusol
Lima, 18 de junio de 1999

Crédito de la foto: http://france-for-visitors.com/images/large/cathedrale-bayonne-from-cloister.jpg

2 comentarios:

pomelao dijo...

Muy buena publicación. Encontré tu blog buscando información sobre el ensayo ´´la irrealidad de cambridge´´ o cambridge y la irrealidad´´.

¿Dónde podría encontrar este ensayo? Ya lo googleé demasiado y se me acaban las esperanzas de conseguir en internet

Freddy Molina Casusol dijo...

Gracias por tus palabras. Hace algunos años tuve el texto en la mano. La última vez que lo vi fue en una feria de libros antiguos. Ahora no sé cómo ubicarlo. Saludos cordiales.

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