MUCHO MEJOR escrito, con registros más
uniformes y homogéneos respecto a la obra que la precedió diez años atrás,
“Manual del perfecto idiota latinoamericano”, El regreso del idiota actualiza el debate en torno al nacionalismo
y el futuro de la corriente liberal en América Latina. Montaner, Plinio Apuleyo
Mendoza y Alvaro Vargas Llosa, han superado las expectativas y presentan en su
trabajo una mirada mucho más minuciosa y mejor elaborada, de la conciencia y
subconciencia de ese animal político llamado “populista” o “nacionalista”, pero
que ellos, con causticidad, prefieren llamar “idiota”.
En su examen, los autores no escatiman esfuerzos para mostrar
al lector la simpleza de argumentos de gobernantes latinoamericanos como Hugo
Chávez, a quien presentan en sus orígenes ideológicos como entusiasta seguidor
del fascista argentino Ceresore y falsificador de la figura política de Simón
Bolívar, quien en vida nunca alentó una lucha de clases y menos de razas.
De igual modo, presentan las
incongruencias del presidente Kirchner, el cual, dependiendo del humor con que
amanezca, puede tocar tierra con el pie izquierdo y cubrir el desliz del mal
paso con la otra pierna, la derecha, para explicar sus desbordes populistas en
las tribunas; y de Evo Morales, cuya fidelidad a Chávez riza con la
genuflexión, cuando se tropieza con las inversiones brasileñas y debe aceptar
que Lula le diga: “la paciencia tiene un límite”.
Pero más allá de lo anecdótico, por lo cual se podría erróneamente
identificar el libro, El regreso del
idiota, demuestra con cifras y hechos que el crecimiento de las naciones,
otrora pobres, se debe a la sapiencia de sus gobernantes por instaurar en sus
sociedades una economía de mercado, libre de sujeciones controlistas y fiebres
tropicales.
El
mejor ejemplo que se presenta es el de Estonia, una sociedad pequeña,
perteneciente en el pasado al desaparecido bloque comunista de la Unión
Soviética, y de apenas un millón y medio de habitantes, cuyo despegue la ha
hecho convertirse en el país de mayor crecimiento económico en la Unión
Europea. Esto sin mencionar China o Vietnam, las cuales aun manteniendo las
envolturas comunistas han desarrollado vigorosamente en los últimos años una
economía capitalista, que ha hecho que, en el caso de la primera, crezca a un
ritmo del 9 por ciento anual y sacado de la pobreza a 250 millones de chinos.
La India, Finlandia e Irlanda van por ese mismo camino.
Para Montaner, Vargas Llosa y Apuleyo
Mendoza, las causas del subdesarrollo en América Latina, se debe a la idiotez
política de los líderes latinoamericanos y el echarle la culpa de todos los
males en esta parte del continente a los EE.UU., sin mirar dentro de ellos
mismos la responsabilidad de las catástrofes económicas. Para ellos la
resurrección del nacionalismo y el populismo, en los rostros de Ollanta Humala
y Evo Morales, se debe a esa suicida reiteración por cometer los mismos errores
del pasado, los cuales encuentran en la Argentina de Kirchner, plagada de
peronismo, uno de sus mejores modelos.
Si un error cabe señalar en los autores de
El regreso es su cegada admiración
por EE.UU. Ese tipo de señalamientos ha sido ya antes observado por un
recusador peruano del “Manual”, Rafael Romero, cuya Respuesta a Vargas Llosa (Editorial Juan Silva Santisteban, 2000)
–cargada de resabios apristas y animosidad contra sus autores– fue el primero
en advertirlo.
No obstante, El regreso del idiota, por la
severidad de sus juicios y por la contundencia de su análisis, en nuestra
opinión, puede competir tranquilamente, en cuanto a difusión y propagación de
ideas, con el libro de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina”,
texto que sirvió para sujetar en las filas de la izquierda durante decenas de
años a varias generaciones de jóvenes latinoamericanos, desde la oriental
Uruguay, patria del autor, hasta la acalorada Cuba, país de Montaner.
Un aspecto curioso del libro –aunque algo artificial– es la
nueva división que se hace de la izquierda en América Latina. Los autores de El regreso se han cuidado en llamar
“izquierda vegetariana” a todo aquel espécimen socialista que, a pesar de
comprender las bondades de la economía abierta, oscila en las veleidades del
populismo y el sentido común en sus discursos. De esta izquierda no hay que
tener cuidado, pues, racional y comprensiva con la sociedad abierta ha
entendido que la apertura y el libre mercado es la solución para los problemas
sociales. Pero, de la otra, la “izquierda carnívora” hay que estar con los ojos
bien abiertos y la mirada atenta, pues, su desprecio por la democracia y el
modelo económico liberal la convierten en un peligro en ciernes. A esta
izquierda, la primera, la vegetariana, le tiene un fuerte complejo, pues
arropada aquélla de trajes revolucionarios, la hace sentir “pequeño burguesa”,
en el lenguaje de los “carnívoros”.
No quisieron Montaner y compañía dejar solo al “idiota”
descrito en sus páginas, sino que lo ha hecho acompañar de sus pares europeos
como James Petras e Ignacio Ramonet, entre los más insignes.
Petras, reconocido entre la intelectualidad de izquierda como
uno de sus interlocutores, sale mal parado cuando se le presenta en un artículo
contra Chomsky y otros que firmaron un documento censurando el fusilamiento de
tres jóvenes negros en Cuba. Decir que había que castigar a los disidentes porque
estaban al servicio de un país extranjero, le valió la respuesta de una
activista de izquierda, Joanne Landy, quien lo calificó de “inescrupuloso” y
“admirador de los represivos regímenes comunistas”.
Asimismo, Ramonet, que junto con Chomsky –tan apreciado en el
campo de la Lingüística, pero tan discutido cuando se trata de sus ideas
políticas–, publicó el libro “Cómo nos venden la moto”, nos evoca la
exquisiteces de cierta izquierda local –asidua a los bares bohemios de Barranco
y socialista luego de escuchar a Pablo Milanés– lista para cobrar con la
derecha lo que piensa a la izquierda.
A diferencia del “Manual”, que pecaba de ampuloso, áspero y
agresivo en el recuerdo de los diez libros que hicieron al “idiota
latinoamericano”, el trío Montaner, Mendoza y Vargas Llosa, remata la faena con
una guía de diez libros para “desidiotizar” al “idiota” o al prospecto de
idiota. Hayek, Mises, Friedman, entre otros, están bien acompañados de un
Carlos Rangel, a quien se le rinde homenaje de nuevo al incluir uno de sus
libros en la nómina, Del buen salvaje al
buen revolucionario.
Propositivo, sólido, armado de severos juicios bien
distribuidos a lo largo de sus páginas, “El regreso del idiota” lanza un
desafío a la izquierda que se atrinchera ahora en los nacionalismos y los
indigenismos, los cuales reemplazan los integrismos marxistas del pasado. El
prólogo de Mario Vargas Llosa, presentador de la obra, da fe de ello.
Freddy Molina Casusol
Lima, 21 de julio de 2007
2 comentarios:
EL PERFECTO IDIOTA OPOSITOR
La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás. (Voltaire)
El celebrado escritor peruano (ex izquierdista-castrista, es decir, ex idiota según la conocida interpretación), Mario Vargas Llosa, recordaba divertido sobre su obra “Pantaleón y las visitadoras”- una deliciosa sátira sobre la vida sexual en el ejército peruano- que un militar de la amazonia peruana declaró en una oportunidad que el libro en cuestión no mencionaba ni la milésima parte de lo que realmente sucedía en dichos cuarteles.
Algo similar podríamos decir sobre las idioteces que describen su hijo Alvaro junto a Plinio Apuleyo y Carlos Alberto Montaner en su libro humorístico “El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano” y en su segunda parte “El regreso del idiota”, donde se omiten sinnúmero de categorías con las que la oposición paraguaya enriquece la biodiversidad de la idiotez en el subcontinente.
Tanto es así que personalmente, no sé qué sería del oficialismo nativo sin esta oposición, que brilla por su capacidad para defender los valores y el modo de vida de los colorados, mejor de lo que ellos se defienden a sí mismos. Parecerían encontrar verdadero deleite masoquista en la auto anulación y auto flagelación, alcanzando grados de perversión inimaginables para el mismo Sacher von Masoch.
No sería necesario siquiera mencionar a nuestros conocidos héroes que lucharon contra la dictadura en los últimos meses de ésta luego de tres décadas de servil abyección a “mi general”, a quienes descubrieron la dictadura cuando se quedaron sin zoquete como el autoproclamado comandante en jefe, a quienes los siguieron como si fueran mesías sin saber sus verdaderas motivaciones, que tenían mucho más relación con los dólares de la embajada que con las “convicciones democráticas”, o a quienes regresan a la oposición con ínfulas de salvadores de la patria luego de haber integrado la multi bancada junto a Chiola, Fanego y Rachid Lichi. Basta concentrarnos en las cantinflescas humoradas con que en el presente nos deleitan algunos candidatos opositores, que están proliferando como hongos después de haber proclamado a los cuatro vientos y en todos los dialectos posibles la necesidad de “llegar unidos al 2008”.
Fernando “Cantinflas” Lugo, el candidato que ahora se autoproclama “izquierdista” a pesar de ser conocido que es apoyado por neoliberales, beneficiarios del complejo IAF-NED-USAID, su entramado prebendario en la sociedad paraguaya y sus medios de comunicación, declaró en numerosas ocasiones –en aquellos felices días en que Lino Oviedo estaba encerrado en una celda, y podía aprovecharse de la desesperación de sus seguidores- que el ex preso de Viñas Cué saldría a “enriquecer” la escena política, y que no tenía inconvenientes en competir con él por la chapa de la extinta “Concertación”.
En uno de los actos luguistas en que asistí, ( antes de huir despavorido ante la presencia de los escombros que hoy lo han cercado), recuerdo haber escuchado de su boca que Oviedo tenía derecho, como cualquier otro ciudadano, a que se respeten con él las normas procesales y lo que establece la justicia. Todo lo que dirigían a Oviedo en ese tiempo nuestros héroes de la “Concertación” eran guiños cómplices, halagos admirativos, pequeños reclamos en sus recios pechos, arrumacos de falsos desplantes y sonrisas serviciales. Incluso vimos todos cómo el obispo renegado mendigó una audiencia al detenido en Viñas cué, haciendo un plantón ante las cámaras que quedó registrado para la historia por toda la prensa escrita, oral y televisiva del país.
Bien podría escribir nuestro único líder de sotana un libro titulado “Manual del perfecto astuto y sagaz latinoamericano” con estas ricas experiencias.
Otra desopilante idiotez provino de los sectores que “amenazan” al oficialismo con retirarse del proceso electoral si se impugna a tal o cual candidato, intimación tan poco creíble que sólo ha sido capaz de despertar el jolgorio y la hilaridad en las carpas oficialistas.
Según el filósofo Fernando Savater, la palabra Idiota proviene del griego idiotés, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás. Desafortunadamente para nuestro trágico país, la acepción griega se ha revertido tanto en nuestro medio al punto que los perfectos idiotas no sólo se han metido en la política, sino que hoy se han apoderado de ella y en grado superlativo de la oposición.
Y aunque estos idiotas puedan pensar que quienes escriben sienten odio por ellos, en realidad deseamos en silencio que no se extingan del todo para seguir encontrando temas y el placer de escribir contra ellos. LUIS AGÜERO WAGNER.
No he leido este libro todavía, pero leí la primera parte: El manual del perfecto idiota latinoamericano. Muy bien escrito, y recomiendo el libro.
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