jueves, 5 de julio de 2007

FALLACI Y LAS FALACIAS DE LA GUERRA

Oriana Fallaci, la influyente periodista italiana, ha escrito un artículo que acabo de leer en el diario “Correo” de Lima. “La rabia, el orgullo y la duda”, reproduce una de las pocas voces minoritarias del conflicto en Irak: la de estar a favor de la guerra.
Cuando uno lo lee de entrada, se sorprende con la lucidez y la aparente lógica expositiva de sus argumentos. Pero luego de una detenida lectura uno puede, con la misma frialdad con que fue escrito, desenhebrar la red de motivos con la que la periodista construye su postura.
Oriana Fallaci dice que la guerra contra Hitler y Mussolini fue justa para liberarse del yugo totalitario, equiparando con ello a Hussein con los dictadores de la Alemania nazi y la Italia fascista.
Dice que si los aliados en 1945 no hubieran hecho la guerra y ocupado las tres cuartas partes de Italia, haciendo posible la insurrección del Norte en su país, hubieran tenido que seguir aguantando a Mussolini, al igual que a Hitler, mientras viviese.
Añade que éstos los habían bombardeado sin piedad y que habían muerto italianos como moscas.
Es decir, en otras palabras, que la invasión iniciada por los Estados Unidos y su socio menor, Gran Bretaña, para desembarazarse de un dictador en Medio Oriente se justifica por el bien de la humanidad. Fallaci parece equiparar este hecho con el desembarco efectuado por los aliados en Normandía, en 1944, para liberar Europa del yugo nazi.
El problema es que a diferencia del jerarca nazi en Europa, Hussein no ha invadido ningún país vecino (Kuwait es un emirato árabe reclamado por los iraquíes como una provincia rebelde, desmembrada de su territorio por intereses ingleses) como sí lo hizo Hitler con Polonia sin previo aviso; y después de la guerra del golfo en 1991, el líder iraquí ha quedado en la práctica desarmado.
Pero lo peor de todo es que Estados Unidos (descontando a su aliado menor y la supina y casi desdeñada presencia de España) ha ido a una guerra solo, a espaldas de la comunidad internacional y las Naciones Unidas que se oponían a su posición de fuerza.
No sólo eso, sino que Estados Unidos con su actitud de Imperio, ha dañado gravemente la normatividad internacional y ha hecho retroceder a las Naciones Unidas a la época de la ineficaz Liga de las Naciones. Koffi Annan, debería renunciar.
La guerra es, pues, ilegal e injusta, por más que Oriana Fallaci, con la inteligencia que la desborda, resalte con lupa ciertos sucesos de la historia para justificarla.
Ella explica, por otro lado, que ésta debió haber sucedido hace un año cuando los restos humeantes de las torres gemelas se elevaban por el cielo de Nueva York. Y en un difícil equilibrio, encadena los lamentables sucesos del 11 de setiembre en el corazón mercantil americano con las figuras de Osama Bin Laden y Hussein.
Lamentablemente para los que gustan tocar tambores de guerra, no hay prueba fehaciente que demuestre que Hussein estuvo detrás de este suceso, como si lo está Bin Laden y el fundamentalismo de Al Qaeda en la perpetración de éste.
¿Que Hussein mantenía relaciones con Al Qaeda, como dice Oriana Fallaci? Sí, es cierto, como tan cierto es que Hussein mantuvo en el pasado relaciones con Washington, para perpetuarse en el poder. ¿Inmoral? Sí. ¿Poco o nada ético? También.
Lo que pasa es que cualquier motivo es valido para la primera potencia mundial, en su despropósito de invadir Irak y hacerse de sus riquezas petrolíferas.
Para sostener su posición poco dudosa a favor de la guerra, la periodista italiana se pregunta también, a propósito de la presencia de armas químicas en Irak, lo siguiente: “Hitler les habría mostrado Peenemoend, donde Von Braun fabricaba los V1 y los V2 para pulverizar Londres? ¿Seguro que les hubiese mostrado los campos de concentración de Dachau y Mathausen, Auschwitz y Buchenwald?”
O sea la ecuación: Hitler=Hussein, es la conveniente para justificar una agresión y despedazar los alegatos pacifistas de ciudadanos de Londres, París y Berlín. ¿No son ellos también, señora Oriana Fallaci, los descendientes de los soldados aliados muertos en la Segunda Guerra Mundial, que usted bien recuerda en su artículo, y en cuyas tumbas regadas en Europa se postra en gesto de agradecimiento?
¿No da eso autoridad moral para detener un conflicto innecesario, que puede extenderse a escala planetaria, más tarde que nunca?
En todo caso, si piensa lo contrario, ¿no fueron acaso los Estados Unidos, quienes proporcionaron a Irak armas bacteriológicas en la década de los setenta? ¿No es Estados Unidos el responsable de la propagandización de una guerra biológica? ¿No hubiera sido mejor inspeccionar a los Estados Unidos por atentar contra la seguridad mundial?
Usted dice que “Europa es una provincia del Islam”. Posiblemente. Las constantes migraciones a suelos germanos, galos, británicos, han hecho de la variedad un mosaico de nacionalidades esos países. Y en muchos casos, como son los turcos en Alemania, la fuerza, el motor que los empuja. ¿O es que detrás de todo eso hay un racismo soterrado, hábilmente cubierto en sus líneas?
Pero de todos los argumentos a favor del enfrentamiento armado, incluso que pueden comprender el temor por la difusión de las ideas teocrático-autoritarias del Corán en Occidente, hay uno que no se puede dejar pasar a Oriana Fallaci porque es una falacia: que esta no es una guerra por el petróleo.
Ella afirma, descontando motivos humanitarios y libertarios que hayan impulsado esta guerra unilateral, que “contrariamente a los franceses, los americanos no necesitan el petróleo iraquí”. Esto es una mentira, una falacia.
Claro que es una guerra por el petróleo, señora Fallaci. Sucede que a EE.UU. se le están acabando las reservas energéticas y necesita renovarlas para mantener su estilo de vida. Entonces Irak es el surtidor que necesitan y el hecho que tenga un dictadura como régimen es un buen pretexto, para en nombre de la libertad americana, someter a un pueblo que no ha pedido su intervención.
Pero sí hay una cosa en que darle la razón a la periodista italiana: que luego de la guerra y la invasión esté consumada, los americanos no deben esperar ser recibidos con los brazos abiertos como ocurrió en Roma, Florencia y París, tras el triunfo de los aliados en la última conflagración mundial. Cuesta creer que luego del sufrimiento y el dolor traídos, el pueblo de Irak guarde en su memoria agradecimiento y gratitud para sus supuestos libertadores.
Los restos humeantes de sus muertos y desaparecidos, serán el recordatorio para que en ciudades como la de las mil una noches, se tenga presente que un día desde el cielo llovieron miles de lenguas de fuego llevando muerte y destrucción en barrios y palacios de Bagdag y Basora.
Que Bush y Rumsfeld y los que lo acompañan en esta aventura bélica, como Tony Blair, sean secundados por plumas como la de Oriana Fallaci, hace pensar con melancolía si el Siglo de las Luces pasó, como una ilusión óptica, en la historia de la civilización occidental.

Freddy Molina Casusol
Lima, 9 de abril del 2003

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