MI
primer acercamiento a la literatura erótica se debió a la pura casualidad. Un
día paseando por El paraíso de los libros, esa feria de libros viejos anclada en el centro de Lima, me topé con Fanny, una novela escrita por Erica Young –una americana autora del best seller Miedo a volar, libro de referencia para las feministas– inspirada en la famosa narración erótica de John Cleland, Fanny Hill. Memorias de una cortesana, publicada en el siglo XVIII[1].
La sola mención de Cleland en el prólogo de Young,
me abrió el apetito. Dos semanas atrás, recordaba, había tenido Fanny Hill en mis manos pero la había desechado, porque
viendo su tapa semi ruinosa y sus hojas amarillentas y maltratadas por la
acción del tiempo, no me animé a comprarla.
Pero esta vez apremiado por transitar en el camino
de la lujuria, me dispuse a retroceder sobre mis pasos y adquirir ese ejemplar
que, solitario y mudo, estaba a la espera de un lector como yo, en el mismo
lugar que lo había dejado la última vez: un triste rincón de un puesto de
libros viejos.
Fanny Hill narra la historia de una muchacha inglesa,
quien tras perder a sus padres a la temprana edad de 14 años decide emigrar de
su natal Liverpool, para tentar mejor suerte, a París. Puesta allí por el
destino cae en las manos de Miss Febe, quien se aprovecha de su inocencia y la
empuja a ofrecer su cuerpo en el burdel que regentaba.
Escrita en bellos trazos, los cuales hacen que el
lector la aprecie con admiración y goce estético, incluso en las escenas de
mayor contenido sexual, el libro está dividido en dos claros momentos señalados
por las cartas que Fanny escribe a su confesora, una mujer velada por la pluma
del autor, a quien cuenta sus encuentros sexuales con diferentes hombres desde
que fue iniciada en la prostitución por Miss Febe, hasta que decide retirarse
de la vida pecaminosa años después, cuando su admirado Carlos la hace madre de
dos hermosos niños.
El segundo
acercamiento que tuve a la literatura erótica fue con Memorias de una pulga. Este era para mí un libro mítico. Prohibida su lectura por una tía harto mojigata (se refería a este como un libro "vulgar y asqueroso"), lo adquirí venciendo algunas resistencia psicológica, en una galería del centro de Lima, a pocos metros de la revista Caretas.
Publicada en
París en 1762 por un autor que prefirió el anonimato, tal vez porque no quería
ver relacionado su nombre con un texto harto licencioso, Memorias de una pulga cuenta la historia de Bella, una linda francesita de catorce años que se somete a gusto a las exigencias carnales primero de su joven amante, luego de un sacerdote, a quien le siguió un viejo campesino y su hijo, para continuar posteriormente con su tío, el señor Delmont, el cual cayendo en la trampa tendida por su vecino, el señor Verbouc, y el cura Ambrosio, comete incesto con su hija Julia.
Carente de
una depurada técnica literaria, puesta en evidencia a lo largo de sus doce
capítulos, Memorias de una pulga es un libro, como dicen los franceses, para leer "con una sola mano".
Escrita en
1930, y dirigida al público americano, Confidencias de una casada fue mi tercer acercamiento a la literatura erótica.
Cuenta la
historia de Nelly Rich, una mujer que describe sin pudicia sus peripecias
amatorias desde los 18 hasta los 21 años, edad en la que encuentra un marido
rico a quien atrae con la vibración de su cuerpo. Libro de bolsillo, que a
juzgar por sus editores –quienes lo difunden por nuestras tierras en una
edición bastante anónima como su autora– se vendió por millones en Estados
Unidos, fue descubierto por el autor de estas líneas un sábado por la noche en
un esquina oscura del jirón Cailloma, antiguo habitue de las prostitutas de
Lima, en la actualidad regentada por un jovial vendedor de libros usados, de
quien luego supe que hacía con su pareja lo que había aprendido durante sus
años de lectura –y también venta– de libros y revistas licenciosos para
exquisitos pornógrafos de la ciudad que concurren a su negocio.
A
pesar de estar en la misma línea de Memorias de una pulga, pero un
peldaño más abajo, Confidencias de una casada es un libro
condenado al olvido.
La
Filosofía en el tocador –el
cuarto de mis acercamientos a la literatura de este tipo– es un tema aparte.
Para leerlo hay que tener la mente abierta y estar dispuesto a encontrarse con
todo tipo de escenarios inesperados.
Leer
que Jesucristo era un farsante y que María, su madre, era una “puta judía”
puede resultar chocante para los que cultivan el cristianismo como valor
supremo[2]. Además, su autor, el Marqués de Sade,
hace en esta obra una polémica justificación del robo, el delito y el crimen
como normal consecuencia de la sobrevivencia en la tierra[3]. Pone como ejemplo, traído de la
naturaleza, la poca o ninguna lástima que tiene un animal sobre su presa para
prolongar su existencia.
Sade
hace del escándalo, la libertad irrestricta y el gozar hedonista del cuerpo, un
templo ante el cual uno debe prosternarse. Las orgías armadas con prostitutas
de baja estofa, a quienes flagelaba y ultrajaba, atrajo la animosidad de sus
contemporáneos, quienes vieron en él una encarnación del mal[4].
El
final de La Filosofía en el tocador si es de mal gusto. Eso de
sodomizar a la madre de la protagonista, Eugenia, una adolescente de quince
años, con un sifilítico y luego cerrarla con siniestras puntadas para asegurar
la infección, me pareció de una exageración desorbitada.
Melissa
P. y Los cien golpes fue el quinto de mis acercamientos a la
literatura erótica. La bella portada de su edición en español (HarperCollins,
2004), donde se ve a una hermosa joven de blonda cabellera estirando y
cubriendo con ella la mitad de su rostro, me sedujo de entrada.
Este libro
llegó a mis manos de manera inesperada. A la caza de otros libros para leer, un
librero avispado del jirón Camaná, pensando no sé por qué me podía interesar su
lectura, me lo ofreció en un tira y afloja de precios por una cantidad que
hasta ahora me parece una ganga: ocho soles.
Los cien
golpes es una delicada narración en forma de diario, de los
encuentros sexuales de su autora, una jovencita italiana de dieciséis años, con
Fabrizio, un hombre de treinta y cinco años, a quien conoce a través de la
Internet.
Con él –y
otros– Melissa llega a conocer el sadomasoquismo, la perversión y la lujuria,
sin por esto querer decir que su protagonista se deje arrastrar a este mundo,
ya que para ella el sexo es solo curiosidad, exploración y nada más.
Acabo mi
travesía por el mundo de la lujuria, pasando revista muy rápidamente por el
puñado de relatos clandestinos de la Inglaterra victoriana, La Perla, lanzados por la editorial peruana Antigua, de la apreciada serie Popof, que hizo la delicia de sus lectores en la década del 70 con literatura especializada en el tema; las eróticas confesiones de Bruna Surfistinha, cuyo blog en la Internet contando su vida como prostituta en Sao Paulo, antecedió el éxito de su libro El dulce veneno del Escorpión, y el prodigioso uso de la técnica literaria de José Luis Muñoz, galardonado en 1990 con el Premio La Sonrisa Vertical, cuyo relato "El combate"[5] es una pequeña joya de la literatura erótica
y, a nuestro juicio, una buena demostración de cómo la destreza verbal se puede
poner al servicio de Eros, sin caer en lo grotesco y simplón como suele suceder
en la literatura de este tipo.
Al terminar estas líneas, y dejar en el recuento Paulina. Memorias de una cantante y otras de la colección erótica de Pepe Navarro, estoy a la captura de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade. No sé por qué, pero el título promete.
Freddy
Molina Casusol
Noviembre de 2008
Crédito fotos: http://images-eu.amazon.com/images/P/185242866X.02.LZZZZZZZ.jpg
http://www.aerotica.com.ar/imagenes_semana-27.html
[1] Escrita entre 1747 y 1748 por John Cleland. Existen varias ediciones populares, entre ellas la de la serie peruana Popof, pero la de la editorial mexicana EDASA, que la publicara en 1963, debe superar a muchas que circulan en el mercado. Su bien informado prólogo, así como su muy erudito apéndice, hacen de esta edición una pieza de colección.
[2] Justine, quizás la otra obra más celebrada de Sade, continúa los tópicos expuestos en La Filosofía en el tocador: recusación del cristianismo y alegato del aborto.
[3] En La Filosofía en el tocador está además presente la defensa del robo, la violación, la pederastia, la sodomía y todo lo que el cristianismo reprueba en sus preceptos, los cuales condujeron a que los libros de Sade fueran incluidos en el Index.
[4] Sobre Sade se puede leer la muy completa y reciente biografía escrita por Francine Du Plessix Gray, El Marqués de Sade, una vida (Suma de Letras, S.L., 2002. Colección Punto de Lectura, No. 287).
[5] Publicada dentro del conjunto de relatos Una historia china (Pepe Navarro. La colección. Madrid, 2000).




5 comentarios:
Felicitaciones. Se te lee muy fácil, y en el transcurso, uno se va nutriendo de conocimiento. Qué bueno que en Lima, todavía haya gente que escriba así. Sólo quisiera sugerirte la lectura del mexicano Juan García Ponce (La gaviota, Inmaculada o los placeres de la inocencia). Le habrían dado un mejor término a tu artículo, aunque déjame repetirlo, está muy bien.
Saludos.
Pues de todos los libros que has descrito solo e leido "los cien golpes de melissa P" y al marques de sade no lo e leido pero si se de su existencia, nose si em atreveria a leerlo porque a mi el sadomasoquismo no me gusta, y la grueldad menos. Me tiro mas por la novela romantica con bastante erotismo pero aun no he encontrado libros asi.
Un saludo, y miau.
Y en lima donde se consigen los libros que mencionas?
Me ha gustado tu aporte y la verdad no sabía de los otros títulos, mas que el de memorias de una pulga.
Saludos.
Hola. Los puedes conseguir en el jirón Quilca, Camaná o en la calle Belén.
Genial, gracias por el deslumbramiento.
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